Opinión

La Raya del tren ausente

Estación de tren de Fuentes de Oñoro. Foto. Wikipedia.

La Raya es la frontera que separa España de Portugal, o Portugal de España, según se quiera interpretar. Es más que una frontera de 1.214 km de longitud, la más larga entre dos Estados miembros de la Unión Europea, es también una línea defensiva donde españoles y portugueses que la habitan han sido obligados a vivir de espaldas a pesar de que a ambos lados sus habitantes tienen muchas más similitudes que diferencias. Ha sido una marca, un territorio condenado a servir de defensa del núcleo de los dos estados. Buena prueba de ello son las numerosas fortificaciones defensivas, simétricas a ambos lados de la frontera, desde las que España “ha mirado por encima del hombro” a Portugal y Portugal ha sentido a España como un “vecino incómodo”.

Pero la Raya no es solo una marca, es también un territorio, un espacio geográfico que se extiende a ambos lados de la frontera, donde sus habitantes han sido capaces de establecer vínculos entre los pueblos y territorios fronterizos, vínculos basados en la necesidad de subsistir frente al abandono y la pobreza a la que les han condenado sus respectivos gobiernos, que han considerado a estos territorios tierra de sacrificio carente de recursos, abandono que obligaba a sus habitantes hasta fechas recientes a estrechar vínculos comerciales incluso en forma de contrabando de subsistencia (café, aceite, harina,…).

En conjunto estos territorios, predominantemente rurales, conforman las mayores bolsas de pobreza y envejecimiento de la Unión Europea. Por ello desde Bruselas han puesto en marcha fondos y planes transfronterizos “con el objetivo de estrechar lazos entre territorios y habitantes, favorecer su desarrollo y mejorar su calidad de vida”. En 2022 la Comisión aprobó el programa de cooperación transfronteriza para el periodo 2021-2027, denominado «programa Interreg» para la cooperación entre las regiones transfronterizas de España y Portugal. Este programa recibirá entre 2021 y 2027 una contribución de la UE de más de 320 millones de euros. Sin embargo, este programa es claramente insuficiente, es apenas el chocolate del loro y su aplicación por los respectivos gobiernos regionales deja mucho que desear.

En Castilla y León es obvio que, al margen de las ayudas comprometidas por el programa para iniciativas de pequeñas y medianas empresas y ayuntamientos, el desarrollo de la Raya pasa por la mejora de las comunicaciones ferroviarias que, en el caso de Salamanca, supone finalizar la electrificación y adaptación del tramo entre Salamanca y Villar Formoso, que acumula años de desidia y paralización de las obras, sin ninguna razón que lo justifique, así como la posibilidad de un tren que conecte a través de Salamanca a Madrid con Oporto y facilite también la conexión del norte de Portugal con Europa sin necesidad de pasar por Madrid. Portugal quiere mejorar sus conexiones de tren con España, pero al contrario de España su prioridad no es Madrid.

Los gobiernos españoles de cualquier signo político, PP y PSOE, no han considerado prioritario acceder a esta reivindicación de Portugal que tanto beneficiaría a Salamanca. Mientras tanto, los salmantinos miramos a Portugal como si el desarrollo ferroviario de esta zona dependiera de que Portugal tuerza el brazo al gobierno español y nos beneficiemos del cambio de planes. Ay, Portugal, ¿por qué te quiero tanto?  la canción de la estudiantina portuguesa podría fácilmente ser un himno de esperanza en Salamanca.

El oeste de España, La Raya, no solo necesita las conexiones ferroviarias con Portugal, necesita también la recuperación del tren Ruta de la Plata que correría paralelo a la frontera y vertebraría también territorios a ambos lados de la misma. El corredor ferroviario atlántico que beneficiaría a todo el oeste español, pero especialmente a León, Zamora y Salamanca ha sido relegado al año 2050, ¡cuan largo me lo fiáis!

Es evidente que sin trenes no hay desarrollo y los salmantinos hace mucho que tenemos el sentimiento de haber perdido el tren, el ferroviario y el del desarrollo. Somos “gente de orden” propensa a la melancolía, el conformismo y la sumisión. Se necesita mucho más que una movilización puntual para que seamos tenidos en cuenta. El tren somos todos más allá de intereses políticos, filias y fobias partidarias y solo una respuesta civil podrá cambiar el curso de la historia al que parecemos condenados.

Miguel Barrueco

Médico y profesor de medicina

4 comentarios en «La Raya del tren ausente»

  1. Buenos días bueno no solamente existe la raya entre España y Portugal hay muchas rayas entre muchos pueblos de España entre ellos el que voy yo que es de mi mujer y siempre que vamos de paseo me dice vamos hasta la raya pero de ahí no se pasa porque es otro pueblo también me acuerdo cuando se hacían la fiesta patrona del pueblo solamente el domingo entonces siempre estamos compitiendo con el pueblo de al lado se hacía solamente el domingo la misa y la procesión por la mañana y la verbena por la tarde noche pero claro si el pueblo de al lado y empezó a hacer la fiesta y el sábado también pues para ganarlos había que hacer la fiesta viernes sábado y domingo y tirar más pólvora que el pueblo de alau y siempre ha sido una competencia con los pueblos que estaban en la raya y siempre seguirá siendo así

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  2. A Portugal lo que le interesa y quiere es conectarse con Galicia, sus conexiones con Madrid ya las tiene desde Lisboa. Salamanca queda fuera en este sentido. Pero bueno, ¡siempre nos quedará Madrid!

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  3. ¿Aumentarían exponencialmente las comunicaciones entre Salamanca y norte de Oporto en caso de que hubiera un ferrocarril entre ambas ciudades?
    No nos engañemos. Los movimientos de personas, de mercancías, de servicios y de capitales pueden hacerse ya por carretera (incluso por internet). Si ese movimiento, esa integración económica y social nos parece insuficiente, un tren no va a ser la panacea. ¿Qué tal si introducimos el estudio del portugués en la ESO en Castilla y León? ¿Y si fusionamos las universidades de Salamanca y de Coimbra? O, al menos, los grados…

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