Que los haya que solo cargando contra el otro se sienten satisfechos, hagan bien la digestión insultando y solo duerman a gusto soñándose victoriosos, es consecuencia de su delirio de grandeza, la frustración por falta de éxitos y un algo de masoquismo. Son de andar tropezando y ser desagradables hasta consigo mismos. Mal resultado que promueve el desquicio político actual con el fomentar la división, la ausencia de respeto y la arenga radical del “ellos o nosotros”.
Se está ante una nociva polarización que desde los extremos conlleva el riesgo de hacer pensar que cualquier persona con ideas o tendencias diferentes a las propias es malvado, sectario o corrupto. Dañina consideración de la que una gran parte es secuela de quienes nos representan en parlamentos y similares que, en los debates y posicionamientos, en vez de emplear razones y argumentos, recurren a faltas de respeto y desquiciados apasionamientos. Malo. Que siendo manzano en vez de manzanas dé espinos.
No obstante, crisis hay menos de la que parece y caos ninguno. Donde se educa a los jóvenes se fomenta la convivencia, quienes hacen de motor de la economía van a buena marcha y el bienestar social no cesa. La ruptura es personal no social, así que se trata que con paciencia se haga porque las razones se impongan a las emociones, los medios de comunicación no sean altavoces de lo negativo, la tolerancia sustituya al enfrentamiento y la prioridad sea la sociedad, no los intereses de partido.
Sabido es que después de la tempestad llega la calma, por lo que es probable que el actual estado tormentoso pase y vuelva el aplacamiento. Suele suceder que personas juiciosas y responsables se enfrentan sin quererlo, se comportan distinto a lo que piensan y se dejan llevar por la vorágine de la “política”. De los que hablo, ahora tan desavenidos, seguro que acaban dándose la mano en provecho de ellos y nuestro.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor