Opinión

Ciudad, turismo y sostenibilidad

La Galatea. Fotografía. Miguel Barrueco.

Columna dedicada a un símbolo roto: La Galatea, ultima librería que fue de la calle Libreros.

La actividad económica, el comercio y el transporte son los ejes que dan lugar al surgimiento y desarrollo de las ciudades, que actúan como una fuerza centrípeta sobre el territorio en el que asientan, absorbiendo población y recursos y ofreciendo ventajas productivas y de consumo que contribuyen al bienestar de sus habitantes y del área que ocupan.

Esta actividad cambia a lo largo del tiempo y cuanto más diversa sea más posibilidades tienen sus habitantes de sobreponerse a crisis puntuales que puedan afectar a la ciudad y su entorno. Existen abundantes ejemplos de ciudades como Bilbao, p. e. que han sabido sobreponerse a la crisis industrial y rehacerse como ciudad comercial y de servicios, como contenedor cultural y como destino turístico de primer orden, todo ello sin perder su personalidad.

Salamanca tiene su origen en un asentamiento de vacceos y vettones en el cerro de San Vicente, sobre el río Tormes, hace unos 2.700 años.  Su historia ha sido un crisol de influencias y culturas de quienes han pasado o se han asentado en ella. La creación de la Universidad de Salamanca en 1218 por Alfonso IX de León fue un hito fundamental que ha atraído numerosos visitantes a lo largo de los siglos. En tiempos más modernos su declaración por la Unesco en 1988 como Patrimonio de la Humanidad y en 2002 como Capital Europea de la Cultura han sido dos hitos importantes que han atraído a numerosos viajeros y turistas a la ciudad.

El turismo es el nuevo maná y numerosas ciudades lo tienen como monocultivo económico, que debería servir para que sus habitantes se ganen la vida a través de las actividades que genera, desde la hostelería hasta los servicios culturales que conlleva. En tanto en cuanto el número de turistas es razonable y convive armónicamente con los vecinos esta actividad contribuye a la riqueza de la ciudad y al mantenimiento y bienestar de sus habitantes.

El problema surge cuando el turismo de masas se convierte en ‘“’el asesino de la gallina de los huevos de oro’ porque es tal la afluencia y aglomeración de turistas que impide que puedan realizar una visita pausada, ordenada y agradable, y los convierte en mesnadas que deambulan de un lugar a otro con escasas posibilidades de realizar un turismo más agradable, humano y enriquecedor que les permita disfrutar de la ciudad sin prisas ni aglomeraciones. Ejemplos extremos son grandes ciudades como Venecia o Barcelona que mueren de éxito, pero también ciudades mucho más pequeñas como Sevilla, Santiago de Compostela o Salamanca lo sufren en gran medida. Si nuestros visitantes no se encuentran cómodos y su visita no es una experiencia agradable se convierte en visitantes frustrados que transmitirán a otros su desencanto y, más pronto que tarde, este tipo de turismo abandonará la ciudad.

Otro aspecto muy importante es la influencia que este turismo de masas provoca en la vida de sus vecinos, fundamentalmente la gentrificación del centro de las ciudades y la expulsión de sus habitantes habituales para convertir las casas en pisos y apartamentos turísticos y los locales comerciales en tiendas de recuerdos todas iguales, desplazando sus vecindarios y convirtiendo la ciudad en un decorado de cartón piedra, por muy monumental que sea la tramoya. Este tipo de turismo no es sostenible y produce tales cambios en la estructura de la ciudad y en la calidad de vida de sus habitantes que en muchos casos serán irreversibles.

En las décadas pasadas, y con la excepción del paréntesis que supuso la pandemia, el crecimiento ordenado del turismo ha contribuido a la riqueza de la ciudad: permitía abrir pequeños y medianos hoteles que, además de acoger turistas, generaban puestos de trabajo. En los últimos años esto ya no sucede, o sucede en menor medida, porque se ha producido una transformación de esta actividad con la multiplicación de apartamentos y pisos turísticos que apenas generan puestos de trabajo, se extienden por toda la ciudad y disparan el precio del alquiler para los residentes (y estudiantes de las universidades) expulsándoles de las calles donde han vivido siempre.

La exclusión de los ciudadanos y del pequeño comercio, sustituido por grandes cadenas comerciales generalmente situadas en centros comerciales periféricos, y la ocupación abusiva del espacio público con terrazas, resta encanto y ‘homogeniza’ la ciudad hasta hacer irreconocible su esencia tradicional y su factor diferencial, convertida en un ‘calco’ de cualquier otro lugar con los mismos sistemas constructivos, las mismas tiendas y los mismos carteles, rótulos, escaparates o luminosos.

El Ayuntamiento, más allá de regular la actividad habitual y cortar los excesos que se vienen produciendo, debería tener también un proyecto de futuro, un modelo de ciudad basado en el bienestar sostenible de sus ciudadanos y de la propia ciudad, consensuado dentro de la corporación municipal con otras fuerzas políticas y con el apoyo de otras instituciones y fuerzas sociales y económicas, un modelo de equilibrio compartido que garantice una ciudad para todos donde convivan armónicamente turistas y vecinos.

Miguel Barrueco Ferrero

Médico y profesor universitario

3 comentarios en «Ciudad, turismo y sostenibilidad»

  1. Bueno como bien has dicho en un párrafo por ahí ahí está el problema la gran masificación que sube los precios para los vecinos de toda la vida no solamente en de alquileres también en comida y otros servicios incluso hay algunos que prefieren alquilar tres cuatro meses de verano solo y tener todo el apartamento el año libre porque sacan más en los cuatro meses de verano que en todo el año teniendo un alquiler normal entre comillas nos estamos quedando en algunos sitios sin aceras para pasear porque están llenas de terrazas que cogen los bares en las zonas turísticas

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  2. Sería importante que los aborígenes nos pudiéramos las pilas,es una vergüenza que donde había una patada de taxis en la callegina del gran hotel nos pongan un comedor ,es una vergüenza

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  3. Muy acertada su reflexión. Demuestra usted que aparte de su profesión de médico es un buen humanista preocupado por los problemas sociales de nuestro tiempo. Yo recomendaría el libro de Jorge Dioni: El Malestar de las Ciudades, que encaja perfectamente en episodios como el de la Galatea y además el autor, de Benavente es buen conocedor de nuestra ciudad.

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