Hoy no he fumado, mañana… ¿Quién sabe?

Volvía a ser la reina del mundo. Había vencido a Endriago en sus propios dominios, los de la ansiedad y el desasosiego
Una persona ofrece un cigarro y otra lo rechaza. Imagen de Gundula Vogel en Pixabay

Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, quien fue jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.

Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (38º Post)

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El refranero popular, que es muy sabio, dice que siempre que ha llovido ha escampado y que después de la tormenta viene la calma. No obstante, conviene analizar los destrozos causados por las lluvias torrenciales.

A primera vista, mi casa estaba en pie. Los cimientos habían aguantado bien las embestidas del temporal. Había notado alguna que otra grieta en las paredes, pero poca cosa, nada que los consejos y ánimos de Amparo y Miguel no pudieran subsanar.

Llegó de nuevo la fecha en la que tenía que ver a mi enfermera y mi médico.  Amparo volvió a regalarme una sonrisa mientras me tomaba la tensión. Perfecta. Comprobó el contenido en monóxido de carbono en mis pulmones: Cero, cero, en el medidor. Estaba limpia. El aire que yo respiraba ya no contenía los productos de la combustión del tabaco y por eso lo recibía rico en oxígeno y lo devolvía al exterior sin monóxido de carbono.

Daban ganas de ponerse a respirar a pleno pulmón, incluso en la consulta, donde por cierto no es lo más recomendable por los miasmas que existen en el aire de esos lugares. Pero no estaba yo para pensar en miasmas. Mis pulmones estaban limpios de monóxido de carbono.

Ahora venía el potro de tortura en forma de báscula. Tocaba pesarse. Casi tres kilos menos. ¡Fenomenal! Grité, (literal). No solo lo dije en voz alta, subí el tono, pero el alarido era de entusiasmo.

Me calcé a toda prisa, estaba impaciente. Quería ver a Miguel lo antes posible y gritarle a él también que me sentía maravillosamente bien.

Volvía a ser la reina del mundo. Había vencido a Endriago en sus propios dominios, los de la ansiedad y el desasosiego.

Cuando entré en el despacho de Miguel me mostré exultante. No podía contener la risa eufórica y jubilosa. Me decía a mí misma que era una triunfadora por no haber sucumbido a lo fácil y haber apostado por lo difícil.

No creo confundirme, si digo que soy la mejor. Era mi momento. Había pasado un infierno y al salir estaba viva y repleta de fuerzas. No quiero parecer arrogante. Nada más lejos de mi pensamiento, ni chula, ni prepotente. Todo lo contrario, soy humilde al afirmar que soy estupenda, ya lo dijo Santa Teresa hace cinco siglos: ‘La humildad es la verdad’.

El humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como malo. En la medida en que un hombre es más humilde, crece una visión más correcta de la realidad. Yo había derrotado a mi Endriago particular y en el envite había sido superior, pero tengo que reconocer que no era la primera vez que me enfrentaba a él y tampoco la primera que lo había vencido, es más en seis ocasiones lo tuve arrinconado y sin saber por qué salió de la madriguera y acampó a sus anchas en mi voluntad y cuando creía que lo había vencido, volvía a sucumbir. Por lo que, hoy no he fumado, mañana… ¿Quién sabe?

Continuará…

Este blog está protegido por los derechos de autor. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este texto. (SA-79-12)

2 comentarios en «Hoy no he fumado, mañana… ¿Quién sabe?»

  1. Porfi ,porfi,puedes seguir publicando ,Lira,tus desventuras conta Endriago¿Lo tengo todavia en mi vida,como un amante fiel,y aun no se quiere marchar?

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