Pepón Nieto responde a las preguntas desde el otro lado del teléfono. Reconoces su voz de los personajes a los que ha dado vida, por lo que es como sí lo conocieras a él también. Durante la charla habla de Salamanca, de las muchas veces que ha venido, de lo bien que se come y de lo que le impresiona, cada vez que la ve, la Casa de las Conchas. “Casi con todas las obras que he hecho, he estado en el Liceo, con las últimas ¡Ay Carmela! o El anfitrión -volverá a estarlo con La comedia de los errores, el viernes, 12, y sábado, 13-. Es un gustazo de ciudad monumental. Tengo amigos ahí y disfruto yendo”, confiesa.
Con el título de La Comedia de errores ya le están diciendo al público que se van a reír, por comedia y por errores….
Se llama así. Es el título que le dio Shakespeare. Además, es una comedia muy clásica. Está basada en los gemelos de Plauto y elige la confusión, un clásico en muchas comedias. Hay cuatro gemelos, dos amos y dos criados. Y, cómo se confunden, cómo llegan a una ciudad sin saber que sus gemelos están allí y son confundidos por ciudadanos, mercaderes, incluso por sus propias esposas.
Planteamiento clásico, ¿cómo es la puesta en escena?
Mucho más cercana a nosotros. Más divertida, utiliza el argumento para hacer un fiestón, que es lo que queremos. Cuando me reuní con Jesús Cimarro, director del Festival de Teatro de Mérida, porque es una coproducción de mi productora con el Festival de Mérida, y con Andrés Lima, el director de la función, el planteamiento era utilizar el texto para celebrar el teatro, la vida o los errores, como en este caso. Darnos cuenta que nos exigimos mucho en la vida. Pretendemos ser siempre el marido ideal, el novio perfecto, el hijo estupendo, el padre que todo lo sabe,… y la vida no viene con un manual de instrucciones. Tenemos que darnos el placer o el permiso de equivocarnos y rectificarnos, porque de los errores uno aprende.
O sea que a los hombres también les ocurre, que tiene la presión de ser el marido, novio, padre, hijo,… perfecto. Algo que se asocia mucho a las mujeres.
Creo que sí. Vivimos en una sociedad en la que cualquier error es considerado un fracaso. Parece que uno tiene que triunfar en la vida y que tiene que ir al trabajo y hacer una presentación estupenda y que el jefe le tiene que dar palmaditas en la espalda. Creo que la vida hay que disfrutarla y no hay que planificarla tanto.
Por ejemplo.
Me ocurre en los viajes. Siempre que hago un viaje con todo planificado, al final es frustrante, porque nada es tan estupendo como tú te lo pensabas. Sin embargo, si te lanzas a la calle, te equivocas de camino, quizá conoces gente que no esperaba conocer. El viaje se convierte en algo inolvidable. Creo que de los errores se aprende mucho más. Nos debemos dar el permiso de equivocarnos a cualquier edad. La vida no viene con un manual de instrucciones.
Quizá debíamos aprender un poco de los americanos, que dicen qué para triunfar, antes has tenido que fracasar al menos cuatro veces.
Creo que de los americanos hay que aprender bastante poco.
(Carcajada)
Quizá en este caso…
Bueno sí, te lo compro.
Siguiendo con La comedia de los errores, ¿cuánta actualidad tiene un texto clásico?
Shakespeare es un ‘bisturí’ del ser humano. Shakespeare disecciona lo que nos pasa. En realidad, no hemos cambiado tanto. Tenemos móviles, pantallas, de todo, pero lo que nos mueve, lo que nos quita el sueño, lo que nos activa en la vida, lo que nos hace felices o desgraciados es lo mismo. Shakespeare lo escribe muy bien. Shakespeare siempre está de actualidad, cuando habla de los celos, de la traición, de la política,… Lo describe tan bien, que parece que lo hizo ayer.
¿Hay que versionar los clásicos?
Creo que sí, que está bien hacerlo. También está bien hacerlo como lo escribieron ellos, hasta la última coma. Pero, a mí me gusta ver el punto de vista que se tiene de esto con el paso del tiempo. Por eso, se representa Hamlet todos los años, porque el punto de vista del director o de los actores que lo interpreten o la versión que se esté representando, hace que la función tenga una mirada diferente. Eso me parece importantísimo.
¿Qué opinión tiene de Shakespeare?
A mí me da la sensación que en su momento era un autor muy contestatario. Escribía muy pegado a la actualidad. Era muy crítico con el poder, los nobles o la iglesia, que prohibía ir a las mujeres al teatro. Los personajes femeninos tenían que ser representados por hombres. Shakespeare tenía un discurso muy femenino, cuando disfraza a las mujeres de hombres e intenta que sean dueñas de sus propias vidas y tomen sus decisiones.
¿Cómo cree que sería el Shakespeare de hoy en día?
Sería un autor muy pegado a la realidad. Sería un poco subversivo. Lo que pasa es que el tiempo y lo sabio que era escribiendo, como nos representaba a nosotros mismos, como nos sentimos tan identificados, con lo que dice cualquier personaje de Shakespeare a lo largo de cualquier tema, que nos interpele en ese momento, es maravilloso.
Como dicen en teatro, me ha dado pie para la siguiente pregunta. Está de rabiosa actualidad el tema que tratan, extranjeros sin papeles llegados a puerto…
Habla de eso la función. De hecho, la función arranca con un juicio de un extranjero que ha venido a un lugar, no tiene papeles y solo puede entrar y salvarse de la pena de muerte pagando un dinero. Es algo actual. La migración es algo muy molesto en este país, cuando no vienes con dinero, porque cuando lo haces, no pasa nada.
Medio millón de euros para comprar una casa y daban la nacionalidad.
Eso ya ocurría antes. En la función, hay unas leyes que prohíben a los siracusanos ir a Éfeso y viceversa. Egeón, padre de los gemelos, llega de Siracusa, sin conocer esta Ley, lo han detenido y lo van a juzgar a muerte a no ser que pague una cantidad. Esto ocurre todos los días en Melilla.
¿Cuánto necesitamos a la inmigración?
No hablaría en esos términos. No creo que sea una cuestión de necesitar, es de convivir. Es una cuestión de que las personas no deben de ser ilegales. Son legales donde estén. Hay maneras de legalizarlo. No hablo de una utopía. Las leyes son como son. Hay que ponerse más en el lugar del otro. También habla de eso la función. La vida iría mucho mejor si fuéramos empáticos. La crueldad que se ejerce contra el inmigrante… Incluso cuando dices cuánto necesitamos, hay crueldad.
¿A qué se refiere?
No hay nacimientos, por lo que está bien que vengan inmigrantes, para que tengan hijos, y así cuando nos toque cobrar la jubilación, haya cotizantes en la Seguridad Social. ¡Hasta eso me parece cruel! Es un tema muy complejo, pero sí que hacen falta políticas mucho más empáticas.
En La comedia de los errores se preguntan qué es la verdad. Pepón, ¿qué es la verdad?
De lo que habla, es que la verdad no sería verdad si no existiera el error. Si no existiera su contrario. Es la otra cara. ¿Realmente esa es la verdad o es tu punto de vista? Quizá la equivocación es lo que me hace a mí más feliz.
Con qué está más de acuerdo, con la frase de Serrat que dice que la verdad es lo único que no tiene remedio o con los versos de Campoamor que aseguran que todo es según el color del cristal con que se mira. O las dos cosas.
Estoy más de acuerdo con Campoamor que con Serrat. Creo que la verdad sí tiene remedio. (Risas) Me identifico más con que la verdad es con el cristal con que la mires, con la situación en la que te encuentres. La verdad de hoy no es la misma que la de mañana, aunque sea para ti mismo. Somos distintos en el momento en el que estamos. Eso de que la verdad no tiene remedio, habrá que entenderlo dentro del contesto de la canción de Serrat. Siempre hay tiempo para salir de lo que uno no quiere, aunque sea verdad.
Al salir de El Liceo, ¿los espectadores sabrán que es ‘lo verdadero?
No. Tampoco lo pretendemos. La función es una suerte de enredo, casi de vodevil. Los personajes se cruzan y no se reconocen. Se reconocen en el otro. Nosotros lejos de aclararles el lío al espectador, hemos preferido enredarlo más.
¡Está bien saberlo!
Además, somos seis actores, muy parecidos a las compañías Isabelinas, donde las mujeres no estaban en el escenario. Somos seis hombres haciendo todos los personajes, masculinos, femeninos, jóvenes, viejos,… de una forma, de otra. Nosotros no le facilitamos nada al espectador. No se lo masticamos. Creemos en la inteligencia del espectador y que sea el que lo disfrute y lo desentrañe. Lo que sí nos hemos plateado desde el principio es que tenía que ser una fiesta.
¿Les ha salido?
Sí. Nos ha salido un fiestón, con música. Un DJ pinchando en escena, con baile,… sobre todo con fiesta. Celebramos la vida, el error, el amor y un montón de cosas. Hemos querido celebrar el teatro. Es teatro dentro del teatro. Lo que queremos es que el público, de esa fiesta, salga con ganas de seguir la fiesta, tomándose una cerveza, charlando con los amigos y disfrutando.
¿Ustedes se lo pasan bien?
Sí. En algunos momentos, la función parece una suerte de improvisación, porque todo es un poco caótico, pero está todo muy medido. Es un mecanismo de relojería. Nosotros la disfrutamos mucho. Desde que se estrenó, tenemos la sensación de que el goce que hay sobre el escenario, se trasmite al patio de butacas. El público nos ve disfrutándolo y pasándolo bien. Además, es que es verdad.
Desde que el ser humano existe ha representado papeles. ¿Por qué es tan importante el teatro hoy, ayer y en la prehistoria?
Porque necesitamos aprender de nosotros mismos; porque necesitamos que nos cuenten historias y necesitamos contarlas. Los actores somos transmisores de eso, tanto de nuestra vida, como seres humanos, de nuestra cultura, de la de otros países. La historia hay que contarla, bien para no repetirla, para entenderla o simplemente para disfrutarla o por el hecho de oírla. No sé, creo que el teatro está antes que la música, porque antes de ponerse a tocar un instrumento, contaban historias. El teatro cómo esa experiencia de que alguien cuanta una historia a los demás.
Eso es muy entretenido.
Creo que necesitamos seguir escuchando historias toda la vida. Hubo una época que pensábamos que con lo audiovisual, el cine,… el teatro se iba a acabar. Pero, ha cobrado más importancia. Hay más llenos.
¿A qué se refiere?
Tenemos la necesidad de ver un espectáculo en directo; de sentirse único. Ir al teatro es una manera de sentirte único. Vas a ver una función que solo vas a verlo tú y los que estén ahí en ese momento, pero lo que tú vas a recibir, lo recibes tú solo. Es como litúrgico. Vas al teatro, te sientas en la butaca, se levanta el telón, empieza la función… lo recibes. Además, el teatro tiene un componente transformador.
¿Sí?
Sí. Tú no puedes entrar el teatro y salir de la misma manera que entraste. Algo tiene que cambiar en ti; algo te tiene que haber removido; algo te tiene que haber hecho pensar o, aunque solo sea, que te ha hecho desconectar de un problema que tenías, ya te está cambiando. El teatro es un derecho que nos cambie y nos enseñe que hay otros puntos de vista.
Para finalizar tengo varias curiosidades.
Vamos allá.
¿Ha estado en alguna situación de enredo que se pueda contar?
No sé. La gente piensa que los actores tenemos una vida,… y no, la mía es muy normalita. Quizá tengas tú más situaciones de enredo que nosotros.
(Risas)
Lo que sí te puedo decir es que meto mucho la pata. Me equivoco mucho. Soy muy torpe en las relaciones. Hay veces que digo: ‘Pero, ¿por qué has dicho esto?’ Pero, eso no me genera ningún enredo.
¿Sabe sacar la pata cuando la mete?
Tengo mucha facilidad para pedir perdón y de saber que he cometido un error. Pido perdón inmediatamente. El orgullo y el ego es lo peor que hay en el ser humano. En la función se dice mucho lo de que somos humanos y vamos a equivocarnos. Hay que asumir que eso es así. Todos tenemos derecho a rectificar. Pido perdón con facilidad y perdono con la misma.
La segunda, por edad, le tengo que preguntar por la serie Periodistas, donde usted era becario. Póngalos en valor.
¡Hombre! Los becarios han hecho el trabajo ‘sucio’ toda la vida. El que diga que el becario estaba ahí viendo como se hacían las cosas, miente. Fue un avance importante lo que hizo el Ministerio de Trabajo al hacer que los becarios coticen, tengan un sueldo mínimo y estén protegidos. El tema de los becarios era algo así: ‘Cómo ahorrar el sueldo de año y medio de un trabajador’. El becario se ha dejado la vida, porque era el que mejor lo quería hacer; el que se dejaba la piel, porque al acabar las prácticas quería que lo contrataran. El mejor trabajador era el becario.