No creo que porque los haya se ahogan en el mar se tenga que hablar mal del agua, ni de los aviones porque algunos vayan cargados de bombas. Respecto a las redes sociales, denigrarlas no procede, lo que sí conviene es hacer por el autocontrol para no abusar del tiempo conectado a ellas, la conveniencia de utilizarlas cuidadosos y siempre tener en cuenta que las tecnologías están al servicio de las personas y no al revés. Ya saben, para alguien bien preparado el peligro disminuye.
Las redes son ya parte de nuestra vida, pocos se resisten a su uso, manera de avivar, mostrar y remover nuestros pensamientos, emociones y sentimientos. Gran herramienta que ha transformado la vida de millones de personas, en general, para bien. El mundo intercomunicado, las personas cercanas, un gran medio para relacionarse y ampliar conocimientos. Que los haya que prefieran internet a los amigos, una tecla a una rosa y necesiten conectarse constantemente es otra historia.
Historia de no tantos obsesivos como los voceros del catastrofismo pintan de negro y ponen en la picota para escarmiento de todos, menos de ellos. Se señala a los jóvenes como adictos a los móviles, que asemejan a las drogas, con dependencia convulsiva a lo virtual aislándose de la realidad, de haberse instalado a vivir en las redes. Exageraciones y falsedades de aquellos a los que el nuevo presente y buenas expectativas para el futuro los pillan escribiendo sobre lo limitado de la inteligencia y pronosticando mal tiempo.
Por lo demás, critíquese a las tecnológicas que manejan los algoritmos adictivos y hacen grandes negocios con su empleo, y déjese de demonizar lo que es de uso corriente y a quienes por sí mismo eligen utilizarlo, y tener en cuenta que, de siempre, cada uno se satisface según su gusto, condición e interés. El progreso es dinámico e imparable desde hace miles de años. Frenos muchos, pero quienes lo hacen avanzar, más.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor