La conversación con el fagotista salmantino Álvaro Prieto tiene como testigo de fondo las Torres de la Catedral y edificios que son Patrimonio de la Humanidad. Prieto repasa el último cuarto de siglo de la música clásica en Salamanca. ¡Cómo hemos cambiado! Hay tiempo para revertir la situación. El primer paso, es acudir el 20 de mayo a las 20.00 horas al Liceo a escuchar a Mozart y a los grandes músicos profesionales que viven o son de Salamanca.
Eligió un instrumento grande y pesado.
No lo elegí.
Entonces el instrumento lo eligió a usted.
Empecé con ocho años. Antes había hecho tres años de solfeo, canto… En tercero de ese Plan-66, tenía que escoger un instrumento y ponerlos por orden.
¿Puso el fagot?
No sabía lo que era, porque es uno de los instrumentos más desconocidos. Aún hoy en día. Primero puse piano, luego el oboe, pero tampoco había plaza y me dijeron que probara el fagot.
Y le gustó.
Quería estudiar música. Tenía ocho años cuando lo vi.
Pues pesaba más que usted.
(Risa) No pesaba más que yo, pero tenía más envergadura. Hoy en día, hay un instrumento que se llama fagotino, que es un fagot pequeño, porque aparte de la altura, el fagot peso ocho kilos. Con ocho años, por mucho arnés que tengas, te tienen que ayudar. Además, no soy muy alto.
¿Qué hizo cuando se lo pusieron en sus manos?
El primer año, solo soplé y practiqué con la mitad del instrumento. Además, muchas veces cuando estudiaba, mi madre me tenía que ayudar a sujetarlo.
Fue entrenando el cuerpo a la vez que iba creciendo.
Sí. En aquella época el conservatorio de Salamanca funcionaba muy bien. Tenían varios instrumentos para dejárnoslos cuando empezábamos.
¿Por qué?
Porque aparte de ser muy grande, eran muy caros en comparación con otros instrumentos. Te lo dejaban tres años y, en esos años, veías tú, tus padres y el profesor quién podía tirar para adelante y quién no. Eso fue una gran ayuda.
¿Fue complicado?
Al principio, sí. No llegaba a los agujeros con los dedos, el profesor me tenía que ayudar. Recuerdo que me gustaba cómo sonaba, pero no me cogerlo. Físicamente era desagradable.
¿Qué fue lo más importante que aprendió en esos momentos?
Como soplar. No se trata de soplar mucho, es soplar bien.
¿Qué quiere decir?
En el fagot significa echar aire con mucha velocidad, no mucha cantidad. En la tuba o la flauta, la técnica es la misma es echar mucha cantidad de aire. En el oboe moderno requiere echar el aire con mucha presión y velocidad. Cada instrumento tiene sus características.
¿Tiene que hacer muchos ejercicios de respiración?
Sí. De hecho, el primer año lo repetí, porque era muy pequeño y no llegaba, pero también porque me pasé el año aprendiendo a soplar bien y soplando con la caña y una pieza del instrumento.
¿Sigue haciéndolos?
Sí y cómo soy profesor me dedico a enseñándolo. A la vez que lo enseño, lo práctico. Es verdad que ahora lo tengo interiorizado. Es una clave muy importante, porque si tienes una buena técnica de respiración, muchos problemas de afinación del instrumento o del sonido se arreglan.
¿Sigue llevando arnés para tocarlo?
Sí. Tienes que llevar un buen arnés que se cruza atrás y tiene un enganche en la cintura y así lo sostienes mejor. Aun así, es mucho peso, sobre todo cuando estás tocándolo muchas horas, como es mi caso.
Su mejor amigo es un fisioterapeuta.
(Sonrisa) ¡Hombre, no! Al fisioterapeuta voy de vez en cuando.
¿Hace algún ejercicio específico para fortalecer los músculos de la espalda?
Nado mucho. Es lo mejor. Creo que para cualquier instrumentista, porque lo que haces es estirar. Cuando estás ensayando, pasas muchas horas en la misma posición, muy anti ergonómica. Todo lo que sea ejercicio de estiramiento, nos viene muy bien. La natación tiene la ventaja de que aumenta la capacidad torácica y con ello la respiración. El yoga o pilates los incluiría en los planes de estudio.
¿Sí?
Sí. Ya hay más conciencia.
¿Qué otra asignatura queda pendiente?
La salud mental, porque a lo largo de nuestra carrera es muy importante tener una buena preparación mental.
Explíquese.
Por lo general, cuando estudias música tienes dos salidas, la de dar clases o tocar en una orquesta. Las pruebas de orquesta son un proceso muy duro. Sale una plaza cada X tiempo, si encima quieres trabajar cerca de tu tierra, que no es así en el 95% de los casos, vas a ir, se presentan 100 personas. La primera ronda es tocar un concierto, normalmente de Mozart, porque en el Clasicismo es donde se ve todo más. Tocas durante tres minutos en la primera fase.
¡Tres minutos!
Sí. Y si no la pasas, estás fuera. Tienes que demostrar todo en tres minutos. No solo tienes que tener una buena preparación instrumental, pedagógica y formativa, la parte mental es muy importante y eso no nos lo entrenan.
¿La experiencia es un grado?
Sí, pero los nervios están ahí. Ahora están saliendo personas que se dedican a preparar esa parte mental, porque te lo juegas todo en tres minutos. Pero también puedes tener una crisis de ansiedad, un bajón o un problema personal.
No solo en su profesión, en todas.
Sí. He estado muchos años trabajando y estudiando fuera y en Europa todo esto está un poco más adelantado.
Usted que ha estado en muchas orquestas de Europa, ¿qué tiene Salamanca que está dando tan buenos músicos clásicos, sobre todo de su generación?
Salamanca tiene la Universidad y su tradición cultural. Esto crea un entorno donde conoces a muchas personas que tienen un cierto nivel de formación, independientemente del poder adquisitivo. Cuando yo empecé, la enseñanza pública era buenísima, desde escuela, instituto, universidad…
¿También en música?
Cuando era pequeño, la enseñanza musical estaba muy desperdigada. Era un jaleo. Tenías que ir los jueves a dar lenguaje musical y canto al Juan Jaén. El instrumento lo dabas en el Martínez Uribarri. Lo bueno es que había grandes profesores.
¿Cuándo se unificó todo?
Al crearse el Conservatorio Profesional. Por cierto, ese edificio estuvo muy bien pensado arquitectónicamente y sigue siendo una referencia.
Especifique un poco más.
Al salir del aula, ves lo que ocurre en el edificio. Eso ayuda a que tengas contacto con otros músicos y haces grupos de cámaras con otros amigos. Además, la orquesta que se hacía en el conservatorio con Antonio Palau, también tenía muy buenos profesionales.
¿Se reflejaba en la ciudad?
Sí. Había conciertos. Estaba la Sociedad de Conciertos, que tenía el abono A y el abono B, y había 2.000 socios.
¿¡En serio!?
¡Es una pasada! Venían orquestas muy buenas. Todo esto influía mucho. Había buenos profesores, orquestas e infraestructura.
¿Qué paso para que se haya perdido?
Algunos profesores se fueron, porque consiguieron el destino definitivo en Madrid o Valencia.
¿Se quedó sin profesor?
Sí, se fue a Madrid. A los 11 años tenía claro que quería dedicarme al fagot y el último curso de Grado Medio lo hice en Madrid con 14 años. También entré en la Joven Orquesta de Madrid. Compaginaba estudiar en el instituto en Salamanca con el Grado Medio en Madrid.
¡Vaya estrés!
Dos días entre semana iba a Madrid y los fines de semana a tocar con la orquesta. Mis padres me ayudaron mucho. Me tenían que haber hecho socio vitalicio del Auto Res (Risas) Por cierto, no había ayudas para el autobús y ahora tampoco. Seguimos aislados, porque están quitando autobuses y lo de los trenes es de risa. La parte institucional con el transporte siempre ha puesto pegas y seguimos igual. Es inconcebible.
Volvamos a la música. ¿Se quedó en Madrid?
No. El Superior no lo quería hacer allí, porque a nivel formativo no me convencía.
Optó por Salamanca.
Sí, porque empezó a crearse el Conservatorio Superior de Castilla y León. Se juntaron varios elementos que lograron que saliera esta generación. Hubo un claustro con muchas ganas de hacer las cosas bien, encabezado por Javier San Miguel. Además, era la época de la ‘vacas gordas’ y aquí se invirtió en el centro.
¿Es tan importante el dinero?
Es relativo, porque si se quiere, hay dinero. Aquí se invirtió bien. Así, el Conservatorio Superior de Castilla y León fue el centro de referencia de toda España y de parte de Europa durante un lustro. Mi profesor fue David Tomás, un fagotista de renombre internacional, venía de una orquesta top de Alemania.
¿Cuánta importancia le da al talento?
Es importante, pero llega un momento que no das más de ti. Aquí entra la constancia, la tenacidad y la mentalidad y todo esto es lo que marca la diferencia. Esa generación de músicos, los que nos formamos hace unas dos décadas en Salamanca, prácticamente todos estamos viviendo de la música.
Usted se fue.
Sí, me fui a Suiza, Alemania, volví a España, a Sevilla, y por circunstancias familiares regresé a Salamanca, y ahora doy clases en el Musikane.
¿Noto el cambio?
Al ser de aquí, había oído muchas cosas. Ha habido diferentes fases y en cada una de ellas, iba a peor.
¿Por qué?
Porque cada vez se cuidó menos institucionalmente el centro. No solo la parte económica, se contaba menos con los profesores, se daba menos flexibilidad, por lo que los profesores que son buenos tocando, se fueron a otros centros. Se crearon otros centros que evolucionaron mejor, por lo que los buenos que estaban aquí, se fueron allí. Se dispersaron y esa parte económica se fue relegando.
¡Qué decadencia!
A todo nivel. El ciclo del Palacio de Congresos, que era magnífico, se lo cargaron. Desde mediados de los noventa hasta el 2011, se hizo mucho daño a la cultura en Salamanca.
Han pasado 13 años, se podía haber retomado todo.
No voy a decir nada político. Me limito a los hechos, en esa época se cargaron los ciclos de cámaras, se perdieron muchas ayudas. Una cosa que se hacía entonces era ‘Los jóvenes en ruta de Castilla y León’. Tenía un grupo y tocábamos por toda la comunidad. Sigue habiendo algún ciclo, pero no es constante. Y… ¡Pum! Llegó el 2002.
Salamanca Capitalidad Cultural.
Sí, pero en vez de pensar un poco a medio y largo plazo, no se hizo. Se gastó mucho dinero, pero no hubo continuidad. Parecido a lo que ocurrió con la Expo de Sevilla y Barcelona. Ambas en 1992, Barcelona aprovechó el momento y Sevilla, no. Luego está que pensamos que lo de fuera es mejor y no se ha valorado a los de aquí.
Confiemos en lo de aquí. ¿Qué nos perdemos por no apostar por una programación constante en la Orquesta del Teatro Liceo?
Esa generación de músicos salmantinos que seguimos en activo, por circunstancias de la vida, hemos vuelto. En mi caso, no pensaba volver después de haber estado en Suiza, Alemania o Sevilla. Pero, nació la idea de crear una orquesta, una iniciativa lleva décadas rodando por Salamanca.
¿Décadas?
Sí. No me entra en la cabeza que una ciudad con tanto apoyo cultural por parte del público, no tenga una orquesta profesional. Siempre recuerdo los ciclos de cámara de la Universidad llenos. Siempre ha habido público. Eso es muy importante. Hay muchas ciudades en España que no tienen tanta hambre de cultura y tienen una orquesta estable.
¡Qué buen titular!
Sí. Salamanca tiene hambre de cultura, de siempre. Tiene infraestructura para crear una orquesta estable. ¡Es increíble que no la haya! San Sebastián tiene una orquesta; Bilbao, también, al igual que Pamplona o Granada y todas ella ofrecen 20 conciertos al año.
¿Y aquí no podemos tener dos conciertos al año de la Orquesta del Liceo?
Nada, nada. Imposible. Pero, es que dentro de Castilla y León hay ciudades como Burgos, León o Soria que tienen orquesta con su ciclo y demás. Lo gracioso es que muchos músicos que tocan en esas orquestas somos de Salamanca o nos hemos formado aquí.
¿En Salamanca la cultura provoca urticaria?
No. Lo que ocurre es que, por un lado, las personas que están en los cargos, que podrían aprobar los ciclos y los conciertos, no saben distinguir la calidad de unos y otros. Mezclan las churras con las merinas. No distinguen entre una orquesta amateur, que tiene que haberlas; una orquesta de músicos que están terminando el grado medio, y una orquesta con un nivel profesional que no tiene que envidiar a otras orquestas de España.
¿Esto sería ‘Marca Salamanca’?
Totalmente. A nivel de promoción de la ciudad es ridículo que no se apoye bien un proyecto como la Orquesta del Teatro Liceo. No lo entiendo.
Entonces, ¿por qué?
Porque las personas que pueden controlarlo no distinguen la excelencia y porque no se ha evolucionado a nivel institucional, especialmente en el apartado de la música. Evolucionar significa trabajar, abrir la mente, escuchar propuestas y, en un momento, hacerte a un lado y ver si otros tienen más capacidad.
¿Qué se encontró al volver en 2017?
Aquí ya no hay ciclos de orquesta. Los únicos que funciona son el ciclo de la Universidad, que depende de Madrid, y el ciclo de música de Cámara, porque lo lleva Juanjo Diego, que ha estado ahí machacando y peleándose. Se ha cansado y va a dejar el ciclo. ¿Por qué tiene que ser así? Porque no veo ningún inconveniente.
Solo son ventajas.
Eso es. ¿No hay dinero? Bueno, eso es relativo, porque luego las instituciones programan un ciclo de cuatro zarzuelas, viene gente que no tiene la implicación emocional, ni el nivel musical es el mismo. Van a lo barato, a lo cutre… y con eso se conforman.
¿Y el público?
El público, que lo hay, creo que tendría que meter más presión a nivel institucional. Es tan triste que en Salamanca no se mueva nada hasta que no protesten. Y no se aprovecha el potencial que hay.
Con todo esto, díganos por qué tenemos que ir el 20 de mayo al Liceo.
Hay que ir al Liceo, porque se juega la continuidad del proyecto y el mejor aval que puede tener para que se vea que es de larga duración, es que hay un público que lo respalda, como ocurrió en el Caem con el concierto de diciembre. La segunda razón porque se va a interpretar un repertorio precioso, a parte de la sinfonía 40, que se interpreta sin director, que es otro aliciente; un concierto de oboe, que no es tan conocido, y una serenata. Además, se ve el trabajo de los ensayos.
¿Van a estar sin director?
Sí, porque este repertorio funciona mejor sin director. Así, estamos más abiertos. Estamos escuchando. La experiencia de ver cómo se hace música más viva, con todos los sentidos más abiertos, desde el público también se percibe. Y porque es Marca Salamanca. Son todo ventajas.
2 comentarios en «“Salamanca tiene hambre de cultura”»
Cuánta razón en ese repaso a tiempos no tan lejanos… Ahora, los salmantinos tenemos la oportunidad de disfrutar de esta gran orquesta.
Los anteriores conciertos han sido magníficos y no pienso perderme el siguiente.
Cuánta razón. Grandísimo músico, excepcional orquesta. Allí estaremos.