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Opinión

Coliving, bienvenidos a la comiseria…

Detrás de anglicismos como coliving, nos encontramos con una romantización de la miseria que esta sociedad capitalista nos está inculcando. Aspecto romántico que va calando hasta los huesos sobre todo en los más jóvenes y que se aleja bastante de lo del disfrute de una vivienda digna y adecuada del artículo 47 de nuestra Carta Magna.

Para los que ya tienen una edad, como un servidor, trataré de ser lo más didáctico posible. Cuando hablamos de coliving nos estamos refiriendo a lo que toda la vida fue “compartir piso”. Sí, lo que hacen los estudiantes venidos de fuera mientras completan su formación universitaria, pero llevado a otro nivel.

Hablamos de trabajadores y trabajadoras que tienen que recurrir, en la inmensa mayoría de los casos por obligación, a esta solución habitacional moderna que yo definiría como distópica. Cuando uno comparte piso porque quiere la cosa es perfecta, otro asunto es cuando ha de hacerlo por obligación, pues el sueldo que gana no le permite afrontar la vida con un mínimo de dignidad, como teniendo un espacio propio, y mucho más si ya no es un jovenzuelo (o jovenzuela) o simplemente no le apetece.

Esta aberración es algo que en las grandes ciudades está completamente institucionalizado, pero viendo la evolución de los precios del alquiler en ciudades como la nuestra y la cuantía media de los salarios, es seguro que no estaremos libres de ello por mucho tiempo.

Y la cosa no sería tan grave si nos lo dijeran claramente: “tienes un sueldo de mierda y no te llega para vivir tú solo/a en un piso, se siente”. Encima nos lo venden como la cosa más maravillosa del mundo, lo más cool del momento (esto no puede ser malo si es cool – modo irónico). Igual que tratan de convencernos de las maravillas de ser un profesional y no tener un lugar propio de trabajo, tener que compartir coche…

Ya se encargan algunas series y películas de mostrarnos las bondades de este modo de vida. Incluso alguna página lo define así (literal): “El coliving pone el acento en la vida comunitaria mediante la creación de espacios comunes en los que los inquilinos pueden conocerse, compartir aficiones o intercambiar experiencias”.

Y claro, uno que es de imaginación viva tiene una leve impresión de lo que es “intercambiar experiencias” con cuatro desconocidos, a los que tampoco les llega el sueldo para vivir en solitario, y lo apetecible, moderno y cool que resulta hacer turnos en el baño a las siete de la mañana o pelear por el mando a distancia de la televisión al caer la noche.

Vivir para ver…

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