Autoconfianza para dejar de fumar

Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, quien fue jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.

Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (41º Post)

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Autoconfianza, autoconfianza, autoconfianza. Me lo repetía a mí misma una y otra vez. Miguel me había dicho que la autoconfianza era la llave que abría la puerta del éxito. La confianza en mí misma me tenía que dar acceso al interior.

Hoy no he fumado, mañana ya veremos. Ir paso a paso, sin agobiarme. Sin pausa, pero sin prisa. Todavía no estaba preparada para una maratón. Mis pulmones se limpiaban por momentos, pero no se encontraban entrenados para correr. Mi mente tampoco. Todo se andaría.

Solo eran tres meses, pero la comida sabía mejor. No era una leyenda urbana. Por esta época y gracias a unos consejos de Amparo, había desaparecido el estreñimiento. Amparo me aconsejó que tomara semillas de lino. Así lo hice y mi tránsito intestinal se reguló.

No me fatigaba al subir las escaleras, ni siquiera llevando peso.

Respiraba y advertía más olores y fragancias agradables que casi había olvidado.

Mi ropa también estaba más fresca y olía mejor.

Estaba segura que yo misma olía mejor.

Sensaciones nuevas que en otras ocasiones en las que había dejado de fumar, o no me había parado a pensarlo o bien no le había dado importancia, pero como ahora me imponían seguir un diario donde quedaba reflejado todo, me obligaba a pensar en ello. Cosa que me hacía reflexionar cada vez que cogía el bolígrafo y escribía en el cuaderno verde.

Gracias a esta rutina descubrí cuándo Endriago me machacaba más y cuáles eran mis puntos débiles. La tabla donde debía dejar los marcadores –del cero al cuatro- tenía referencias que iban desde dormir mal, aumento de apetito, mal humor, irritabilidad y así una serie de parámetros. A mí Endriago me producía, sobre todo, mal humor, que como os podéis imaginar lo pagaban los más cercanos, con los que discutía con más facilidad.

Una vez que vas superando poco a poco estas luchas, tu humor y lo demás mejora. Con esto me refiero a matices positivos, como los olores que percibes mucho más intensos y por separado; como ya dije la piel es mucho más receptiva a todo y los prontos irascibles cada vez son menores o más sencillos de manejar.

Si no hubiera tenido la cartilla de los deberes no me habría parado a pensar en ello ni un instante y viendo los resultados, no solo es necesario el cuaderno, sino que resulta imprescindible, y mira que hay pocas cosas imprescindibles en esta vida.

Curioso que a mis años el libro, el cuaderno, el diario, o la cartilla, o como queramos denominarlo, me resultase tan necesario y fuera un apoyo esencial, como cuando era una escolar, y a pesar de que el inicio del proceso había aceptado con muchas dudas y reservas mentales.

Continuará…

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