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Concordancias del Lazarillo y las cartas de fray Juan de Ortega

Antonio García Jiménez, de la Biblioteca Nacional de España analiza El Lazarillo de Tormes
Una pluma y la estatua de Lázaro y el ciego.

La manera moderna de buscar al autor del Lazarillo de Tormes es buscando similitudes entre el texto de la novela y el de las obras de los autores del siglo XVI. Varios investigadores han recurrido para ello al Corpus Diacrónico del Español (Corde), un banco de datos de la Academia de la Lengua con millones de registros. Con esta herramienta se pueden cotejar paralelismos verbales y fraseológicos, estilos y temas.

Este método sirve para descartar a candidatos que se alejan muchos de los usos idiomáticos del Lazarillo, pero no es nada seguro para dar con el autor porque en cada época el espíritu de imitación es muy fuerte y la gente tiende a expresarse de manera parecida. De hecho, con este método han salido unos cuantos padres de la novela, lo que parece indicar que cuenta mucho la subjetividad del investigador o sus prejuicios.

¿Y que ocurre si el autor del Lazarillo solo escribió esta obra y por tanto no hay otras con las que comparar? De hecho, en la novela hay expresiones que o no se encuentran en los escritores contemporáneos o son muy raras en las obras recogidas en el Corde; son palabras o expresiones como donos, ratonar, papar aire, golosinar, paraíso panal, la caridad se subió al cielo, transportado en la divina esencia y así unas cuantas más, lo que da idea de la excepcional creatividad del autor.

El más que probable padre del Lazarillo, el fraile jerónimo Juan de Ortega, no escribió ninguna otra obra literaria que se sepa pero sí escribió cartas. Son una veintena de cartas que se conservan en el Archivo de Simancas dirigidas a Carlos V, su secretario Vázquez de Molina o el príncipe Felipe. Tienen que ver con la construcción de la casa del emperador junto al monasterio de Yuste cuando este abdicó, aunque hay alguna relacionada con el castigo que sufrió fray Juan al terminar su mandato como general de los Jerónimos por haber querido hacer innovaciones en contra de la tradición de la Orden.

Las cartas, como es lógico, están escritas en un estilo oficial con un lenguaje formal. Nada que ver con el chispeante estilo coloquial del Lazarillo. Y sin embargo los paralelismos existen y se unen al otro buen número de indicios que hemos ido desgranando en las anteriores entregas. Por ejemplo, la expresión Espero en Dios solo se encuentra en muy pocos documentos del siglo XVI y es utilizada mucho por Santa Teresa de Jesús. La dice fray Juan de Ortega: Espero en Dios que Su Majestad se ha de hallar muy bien aquí, y también Lazarillo hablando de su padre: Espero en Dios que está en la gloria.

Es notorio el hecho de que en la novela solo se hable de Dios y no de Jesucristo, que no es citado nunca. Y es curioso que tampoco se emplee el nombre del hijo de Dios en las cartas de fray Juan de Ortega, ni siquiera cuando pudiera parecer lógico, pues al hablar de la pasión se entiende que se trata de la pasión de Cristo. Pero no, fray Juan dice la pasión de Dios, expresión que aunque existe es muy rara en el Corde. Suplico a vuestra merced, por la pasión de Dios, que a mí no me mande entender en ello, dice el religioso al secretario del emperador cuando, terminada la obra de Yuste, pide que no se le encarguen más trabajos.

En cuanto a locuciones adverbiales, algunas corrientes en el Lazarillo y en obras del siglo XVI, como por ventura, en tanto que, después acá, también se encuentran en las cartas de fray Juan de Ortega. Incluso una que es algo más rara de ver en el Corde: Con todo eso. Lo dice Lazarillo: «Con todo eso, yo le satisfice de mi persona lo mejor que mentir pude. Y también lo dice fray Juan: Con todo eso, es bien que no se dé a entender a Su Majestad.

Todo el que lee la novela no puede por menos de advertir la querencia del autor por el número quince: fue molinero más de quince años […] a los quince días me levanté y estuve sin peligro […] con la merced de Dios, dende a quince días se me cerró la herida […]. También fray Juan emplea el número quince al menos una vez, cuando dice: Habrá quince días que vine aquí a Yuste.

Hay más ejemplos de concordancias léxicas pero con esa muestra creo que es suficiente. Sí es útil extractar algunos párrafos de las cartas en las que se trasluce una vivacidad que puede recordar el estilo de algunos pasajes del Lazarillo, como en este párrafo (modernizado) de una carta enviada al secretario imperial Vázquez de Molina:

A Su Majestad escribo cómo he recibido estos tres mil ducados y que mande librar más dineros, porque con estos se han de pagar otros tres mil que yo había buscado prestados. Entendido tengo que Su Majestad quiere que haya en esto gran secreto pero, cuando yo salí de aquí para ir a San Jerónimo de Yuste, lo hallé tan público por esos caminos como si se hubiera pregonado en la plaza de Valladolid.

Que un sospechoso de haber escrito el Lazarillo, que es la historia de un pregonero, aparezca hablando de pregones el mismo año en que la novela se publica es una coincidencia para hacer reflexionar. Esta otra carta fray Juan se la dirige al emperador, que está en Bruselas:

Tengo enviada a Vuestra Majestad la traza, planta y montea de todo. Holgaría de saber si le ha parecido bien. También tengo enviada a Vuestra Majestad otra tracilla de una imaginación mía para que se pueda recoger Vuestra Majestad dentro en el monasterio en tanto que se seca el aposento.

Esa tracilla de su imaginación, que suelta el fraile en un momento que parece desprenderse de su habitual gravedad, nos sumerge de pronto en la atmosfera vibrante y coloquial del Lazarillo en el que abundan tanto los diminutivos. Esta otra carta al secretario Vázquez de Molina es de cuando ya era notoria la abdicación y venida de Carlos V a España:

Sea Dios loado que, allende del bien que al reino se seguirá de la venida de Su Majestad, me he holgado mucho porque se confundan muchos incrédulos, que siempre han tenido por cosa de burla esta venida.

Fray Juan decía lo de la burla sobre todo por una gran parte de sus hermanos jerónimos que estaban en su contra y parece que le creían capaz de esas bromas.

Entre las cartas de fray Juan de Ortega hay una que ya el académico Claudio Guillén vio como un indicio de su autoría del Lazarillo. Se trata de la que envió al secretario del emperador quejándose del trato recibido al acabar su trienio como general de los Jerónimos por parte de sus hermanos de Orden. En esa reveladora carta comenta que le habían acusado de deshonestidad aludiendo a un pecado mortal en relación con la limpieza de su persona (relaciones sexuales), pero no durante su mandato sino cuando era joven:

Mucho me ha pesado que aquellos padres que fueron a esa corte a publicar mis virtudes me tocasen en cosa tan delicada como es la honestidad, que todo lo otro pasara. Dios los perdone y a mí me dé paciencia…Bueno es que en todo el tiempo de mi mocedad nunca me hayan hallado deshonesto y que me noten de ello ahora que estoy a par de los sesenta años y siendo general. A buen recaudo ha tenido la duquesa de Alba [doña María Enríquez] su casa, que ha treinta años, o poco menos, que nunca hubo en ella puerta cerrada para mí.

Fray Juan de Ortega se queja de que nunca se le haya hecho esa acusación y se la hagan ahora ¿Por qué? ¿Quizá porque sospechaban que era él quién antes de tomar el hábito jerónimo había escrito el Lazarillo y le atribuían algunas cosas frívolas que se cuentan en la novela?

De hecho, el padre Sigüenza, al informar que se había encontrado el borrador en la celda de fray Juan, apunta que se decía que lo había escrito siendo joven estudiante en Salamanca, aunque como hemos ido viendo lo escribió siendo ya General cuando tenía que ir desde su monasterio de Alba de Tormes a Toledo a visitar a las monjas jerónimas de esta ciudad, la misma ruta que el Lazarillo.

Por: Antonio García Jiménez, de la Biblioteca Nacional de España

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