Opinión

Oración laica

Aumenta hoy en personas no religiosas ni confesionales un tipo de oración-interiorización entre meditación contemplativa y toma de consciencia íntima laicista y ateologica como ayuda terapéutica para encontrarse a sí mismos y hallar paz y serenidad en medio de esta sociedad tan convulsa y depresiva.

No se trata como en la creencia de un encuentro entre iguales: lo Absoluto y lo relativo, el Misterio y lo individual, lo eterno y lo transitorio, la confianza y la entrega. No hay dogmas ni ejercicios espirituales, ni esquemas ideados por santos y fundadores. No hay caminos establecidos y transitados por clásicas tradiciones y métodos.

Mas que un acto de escucha o de súplica por tantas inseguridades terrenales o padecimientos, esta práctica que comento es un respetar la esencia de lo desconocido asumiendo nuestras responsabilidades sin esperar ayudas o soluciones milagrosas y trascendentes. Es la esencia de la laicidad: aceptarse como seres humanos caducos e imperfectos.

Esta oración es como la apertura del fragmento a la totalidad, como un sentimiento de pertenencia al Todo, un movimiento de ascensión hacia lo desconocido y una expresa voluntad de ir más allá del espacio y el tiempo (F.Torralba)

El místico-orante laico no quiere manejar al medio divino, ni cansar insistiendo con sus ruegos y mantras, ni pacificarse con apoyos sobrenaturales que son casi siempre literatura y de la mala. Se sitúa en la intemperie, acepta los desiertos, se descubre perdido y sin sentido. Y no por todo ello se resiste a ser feliz y agotar con ternura la bondad y belleza de la existencia.

Es un movimiento de apertura y comunión con el Universo. Una atención plena a la realidad desde espacios de silencio e interiorización. Representa una salida del propio esquema personal para participar con todos los entes humanos en una especie de consciencia cósmica que nos agranda y plenifica. Es la aceptación humilde de pertenecer a algo más inmenso que nuestro yo, a una armonía humanitaria y solidaria que nos va llevando en paz y con la que colaboramos en actitud de servicio.

El laicista, el agnóstico, el ateo y hasta el indiferente poseen intervalos de espiritualidad profundas que comparten con la sensación de ausencia de los orantes creyentes. Para ambos las huellas de la divinidad no están en los ámbitos sagrados o bendecidos sino en los más seculares y terrenales. Nos envuelven continuamente, son más reales que nosotros mismos. Lo expresaba muy bien aquella viejecita que al salir de casa decía: “Ahí te quedas Señor, que voy un rato a la iglesia…”

Todos comulgamos con la misma experiencia: hablamos con nosotros mismos en una especie de autoexamen intimista, repasamos el ayer como motivación para el hoy, buscamos –casi siempre sin alcanzarlo- la apertura que nos trasciende, añoramos permanencias en un más allá difícil de abarcar y esperar. Para creyentes y laicos nuestros yos están contagiados de soledad.

Admiramos a tantos profetas orantes que en sus circunstancias se mejoraron haciendo mejor su mundo, pero su esfuerzo casi nunca nos sirve. El cambio de época que nos ocupa nos obliga a mirar hacia abajo con otras maneras y tendencias.

Pero seguimos –unos y otros- instalados en las fáciles rutinas que hemos heredado. Sabemos sacralizar y plantar ídolos pero no nos renovamos en lo esencial: en la edificación de una humanidad fraterna y feliz para todos.

Nos asusta la laicidad, por eso nos refugiamos en lo sacro. Hemos olvidado que aquél palestino de Nazaret vivió y actuó como laico renunciando a todos los privilegios divinos.

Que El nos rompa los esquemas y nos haga menos “religados”, más humanos y más libres-

6 comentarios en «Oración laica»

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