Agradecida a sus profesores de los conservatorios de Salamanca y a los que conoció en la Guildhall School of Music and Drama de Londres y en la Escuela Reina Sofía de Madrid. Por supuesto, Laura de la Hoz menciona con cariño a sus compañeros de la Joven Orquesta Nacional de España, de la Sinfónica de Castilla y León, de la Filarmonía de Galicia, de la Sinfónica de Burgos o de la Sinfónica de Madrid. La contrabajista ha llevado el nombre de Salamanca a la gran mayoría de las salas de concierto de España y del mundo, porque ha realizado giras por Polonia, China, Holanda, Alemania o Francia. La última vez que la oímos tocar en Salamanca fue el 20 de mayo con sus compañeros de la orquesta Liceo, en el teatro que da nombre a la formación.
Laura lleva casi una década al frente del Conservatorio de Valladolid. ¿Cómo ha cambiado usted en estos años?
(Silencio) Cogí el cargo para poder conciliar con mi vida familiar. Ni más ni menos.
Curioso.
Las clases en un Conservatorio se imparten en horario de tarde. Tengo hijos. Si doy clases de lunes a viernes de 16.00 a 20.00 horas, no los veía. Las cuatro mujeres que estamos en el equipo directivo lo cogimos por conciliar.
¿Solo tuvo ese motivo?
No, también teníamos ilusión de cambiar algunas cuestiones.
¿Conserva la ilusión?
Estos cargos te la van quitando. También la energía. Este año es mi último curso, porque considero que tiene que venir otra persona con energía renovada. Estos puestos, donde tienes que estar en medio de la Administración y el profesorado, alumnado y padres, al final todos tiran de su lado, como es lógico, y acaba desgastando.
¿Cree que es sencillo cambiar la gestión?
Parece sencillo, pero al final no se sabe muy bien porqué no se cambian.
¿Para usted qué sería lo más inmediato?
Ahora urge un cambio en las enseñanzas.
¿En general o en las suyas en particular?
En la nuestra. En 1992 se cambio el plan de estudios y se ha visto que no funciona. Rogamos que lo cambien y seguimos 30 años después y no hay manera. Las enseñanzas artísticas tienen un régimen especial y en los diferentes cambios de legislación educativa no se han acordado de nosotros, para lo bueno y para lo malo.
¿A qué se refiere?
Que no estamos sometidos a tantos cambios, que a veces es un engorro a nivel de funcionamiento del centro.
¿Qué cambiaría?
Nuestros estudiantes no pueden compaginar la enseñanza obligatoria con la del Conservatorio. En el plan de 1966 teníamos flexibilidad para coger el número de asignatura que quisiéramos. Nos podíamos organizar. Los de ahora, no pueden hacerlo. Es más, el número de asignaturas va creciendo a medida que pasan cursos. Por lo que es del todo imposible. O tienen muy claro que se van a dedicar a la música o en 2º de Bachillerato, que tienen un nivel de estrés máximo, porque tienen que sacar un 16 para poder estudiar Enfermería…
¡Qué dilema!
Sí. En el Conservatorio de Valladolid, pero ocurre parecido en el de Salamanca, cada año hay una promoción de 80 o 90 estudiantes en 1º y la acaban 35. Perdemos a más de la mitad por el camino.
¡Vaya dilapidación de activos!
No es que no acaben, es cómo acaban. Lo dejan hartos, tanto es así que abandonan el instrumento y no lo vuelven a coger. Esa es la pena. Un Conservatorio Profesional de Música no hace honor a su nombre.
Explíquese.
Si todos los estudiantes de músicas se convirtieran en músicos profesionales, mandaríamos al paro a muchos. No hay cabida. Nuestra función fundamental es transmitir el amor por la música y que estas personas tengan la música en sus vidas. Sean consumidoras de música; vayan a conciertos; tengan sus grupos, no hay que ser profesional para ello… Es una forma de ocio muy bonita, cultiva la amistad… Es mucho más que crear músicos profesionales. Por lo que, con este sistema tan rígido y que les cuesta tantísimo sacrificio, lo que estamos consiguiendo es que acaben casi frustrados y rechazándola. Esto sí que me parece una pena.
Totalmente.
Me gustaría qué al acabar de aquí. se apuntaran a la banda de un pueblo o de la asociación de vecinos o al coro de su barrio, que fueran a los conciertos…
Nos aprovecharíamos todos de ese conocimiento.
Claro. Esa formación tiene muchísimas salidas. No solo es formar músicos profesionales, eso es el 5% de los que empiezan. El otro 95% reciben unos estudios para sus vidas, porque desarrollan unas capacidades de disciplina, de exigencia, de organización de tiempo… Son personas que salen del Conservatorio con una capacidad de trabajo brutal, con una sensibilidad diferente. Nunca hemos tenido problemas de convivencia. Son niños que muestran un respeto a lo diferente. Hay alumnos que pueden ser más retraídos o introvertidos, que en el colegio se pueden sentir más aislados y aquí encuentran afines.
¿Por qué cree que es?
No sé si es por la música o porque les une una pasión y entonces al tener una predilección común se encuentran integrados.
¿Qué tiene la música?
Un lenguaje distinto, por lo que es ideal para todos aquellos que no tienen lenguaje. Por ejemplo, las personas con autismo, con dificultades de expresión, al ser otra forma de lenguaje que no necesita de las palabras, es universal. No es preciso tener el mismo idioma para sentir una pieza musical. Por eso funciona también con personas mayores que están perdiendo algunas áreas del cerebro, pero la de la música permanece hasta el final. Las canciones que aprendieron de niños las recuerdan. Es una forma de contactar con ellos.
Es psicóloga de formación…
Tengo un título que lo pone. (Risas)
¿Qué le sugiere el dicho de que la música amansa a las fieras?
En el sentido de que la música te ayuda a canalizar lo que sientes. Si la emoción es de furia, tristeza, alegría… Te ayuda a liberar lo que puedas tener.
Ha tocado en catedrales, castillos, teatros, museos… ¿Cuál es el lugar más emblemático o especial donde ha interpretado música?
¡Qué difícil! A veces más que el lugar es con qué grupo humano estás. Tengo un recuerdo muy especial de los conciertos de cámara que hice con cinco amigas.
Por curiosidad. ¿Las mujeres entienden la música de una manera diferente a los hombres?
No.
¿La música es democrática?
La música sí, las formaciones y demás, no. Sigue habiendo machismo. La música como arte, no. Pero, a nivel humano te entiendes de manera diferente con un hombre que con una mujer, como en cualquier otro ámbito de la vida. No me he sentido mejor tocando con un hombre o una mujer, es por la relación humana que pueda tener con ellos.
Volviendo a los espacios…
Ahora, me viene a la mente un concierto en la Catedral de Palma de Mallorca. No solo por el lugar, también por lo que tocamos, el Réquiem de Brahms; el director, Gianandrea Noseda, y por el grupo humano que formamos. Fue un todo, el sitio y la acústica, que influyen mucho para que estés a gusto en un concierto, pero con quién estés tocando, tu momento vital y lo que supone para ti ese concierto…
Entre esos espacios especiales, ¿qué lugar ocupa el Liceo?
Es una ilusión, es una necesidad, porque por desgracia en España, la música está dicotomizada o das clases o tocas en una orquesta. No existe la flexibilidad que hay en otros países de coger medias jornadas porque quieras hacer otras cosas. Es o todo o nada. Por eso, los que nos dedicamos a la docencia y amamos la música, tenemos unas ganas desesperadas de tocar.
¿Tanto?
Sí, porque dar clases, si no estás en contacto con la música, al final se hace muy cuesta arriba, al menos para mí. El poder tocar en proyectos, estar con otros músicos… me proporciona la motivación para transmitírsela a mis alumnos. Como profesional necesito tocar y trabajar en conservatorios te da pocas oportunidades. Entonces, para nosotros, la orquesta del Liceo es una formación, es una motivación, una necesitad para poder estar en contacto con lo que hacemos y poder transmitirlo.
Además, les dan a sus alumnos la oportunidad de escucharlos.
Claro. Sin olvidar lo que supone como oferta de ocio. Voy a contar una anécdota. Tengo recuerdos de mi madre cuando me llevaba a escuchar conciertos al Palacio de Congresos, porque había un ciclo de conciertos. Hace 30 años y todos los alumnos del Conservatorio nos encontrábamos allí. Eso para mí fue muy importante en mi formación y aprendizaje. Tuve la oferta hace 30 años.
Laura, ¿en Salamanca somos conscientes de la cantidad de músicos salmantinos o formados en Salamanca que se exportan a orquestas de España y el mundo?
Los que nos dedicamos a la música sí somos conscientes. A nivel de la ciudadanía salmantina, no lo sé. Es una ciudad que tienen un Conservatorio Profesional, escuelas de música, el Conservatorio Superior de Castilla y León, es una ciudad universitaria, tiene muchos coros, bandas y orquestas amateur y semiprofesionales y había un proyecto, una ilusión por tener una orquesta.
¿Cree que la orquesta del Liceo cuajará?
Por lo que parece, no hay mucha ayuda a nivel institucional. Salamanca pierde una oportunidad de ocio. Quizá ellos lo ven como minoritario, pero es que todo lleva su tiempo. Además, creo que piensan que una orquesta es deficitaria.
Una institución no es una empresa.
Pero sí quiere que le cuadren los números. La orquesta del Liceo es deficitaria y les puede parecer que en la proporción de ingresos económicos salen perdiendo, porque una orquesta solo con la venta de entradas difícilmente cubre gastos. Tienen que mirarlo para ver la valía en otro tipo de beneficios.
¿Como cuáles?
Beneficios culturales, formación en música a la ciudadanía, la de transmitir una sensibilidad y un respeto por la música, una capacidad de escuchas… Cuando vas a conciertos se desarrollan muchas capacidades.
Habla de intangibles que hacen que la sociedad tenga una salud mental mejor.
Por eso. Deberían mirarlos, porque son unos beneficios maravillosos para la sociedad. Si en la continuidad del proyecto de la Orquesta del Liceo solo se valoran los términos económicos no es rentable. Pero, si se miran todos los beneficios que puede aportar a la sociedad de Salamanca, salen a ganar claramente.
Está de acuerdo en que el que ama la música, ama la vida.
(Silencio) Sí, porque la música es vida. Es una forma de expresión desde siempre.