Seis meses sin fumar

Este no es un blog de autoayuda al uso. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones de una fumadora y de un médico
Un paquete de tabaco, un mechero y un cigarro. Imagen de tel15202 en Pixabay

Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, quien fue jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.

Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (42º Post)

A medida que pasaban los días, las semanas y los meses, porque ya comenzaban a pesar los meses en mi cuenta de ex fumadora, porque podía hablar de que llevaba sin encender un cigarrillo, no uno, ni dos, ni tres, si no seis meses e íbamos camino del séptimo.

Como os podéis imaginar ya hacía calor. Cuando entré la primera vez en la clínica era enero. ¿Qué podría haber en la calle? Uno o dos grados a lo sumo; pero ahora ya estábamos en pleno verano y en la calle los termómetros marcaban más de treinta.  

Aclaro este dato porque cuando fumas, el agobio de los meses veraniegos es todavía más asfixiante si cabe. Al bochorno que se siente en el ambiente hay que sumarle los 50 grados, grado arriba, grado a bajo, que introduces en tu organismo cada vez que das una calada a un cigarrillo.

Me sentía muy feliz. Estaba libre de esta quemazón. No obstante mi rutina de ir escribiendo en el libro cada día no la había abandonado. Bien es cierto que cada vez quedaban menos hojas libres, por lo que deducí que pronto dejaría el cuaderno en la consulta, aunque no estaba segura de que no me dieran otro.

Lo dicho. Dejaba constancia de mis sensaciones en las cuadriculas, pero afortunadamente cada vez eran más los ceros los reyes de mis días y de mis noches, aunque asomaba todavía algún uno. Estaba contenta. Lo llevaba estupendamente bien.

Esto no quiere decir que Endriago no saliera a desperezarse de su madriguera. De vez en cuando asomaba por una esquina, pero con un chiiii, huía cual cobarde, que al fin y al cabo es lo que es. Él se alimenta básicamente de nuestros miedos. Si nosotros le hacemos frente, lo miramos a los ojos y levantamos levemente los brazos, vuelve despavorido a su guarida.

Cuando Miguel me dio el cuaderno no sabía donde colocarlo. A veces lo tenía en la mesa del salón, otras cerca del ordenador, pero no le encontraba un sitio fijo, por lo que tenía que andar pensando donde hacerle un hueco a mi nuevo amigo. Pensé y pensé y busqué un lugar al que iba todos los días. Lo habéis acertado, el baño. Coloqué el libro en el revistero que tengo junto al retrete. Para mí era el mejor sitio posible. Sabía que allí tenía que acudir cada día, por lo que no se me olvidaría anotar las sensaciones que experimentaba.

Pasé una semana en la que solo escribí ceros. Estaba feliz. No me acordaba del tabaco. Trabajaba en mi nuevo proyecto con celeridad y claridad de ideas, sin pensar en encenderme un cigarrillo, sin perder tiempo en fumar.

Solo existía un reproche en este nuevo trayecto de mi vida, que había abandonado casi por completo el proceso de documentación de mi libro y ello me intranquilizaba.

El suplemento, el volver a los campos de golf a hacer reportajes y fotografías, algo que me apasiona, era tan estimulante y atractivo que me ponía mil y una excusas para no sentirme mal por desatender mi libro.

Me justificaba a mí misma por no acudir a diario a la hemeroteca. Con el tiempo he visto que solo hubiera sido una cuestión de organización. Sé y sabemos todos que los comienzos en cualquier trabajo requieren mucho más esfuerzo y dedicación, luego va todo más rodado. Mi suplemento de golf requería que yo volviera a engrasar mi maquinaria, que volviera a tomar contacto con el terreno que de nuevo pisaba y quería hacerlo bien. Para todo ello se necesita un tiempo y yo se lo estaba entregando.

Por las tardes continuaba escribiendo para la agencia. Todo en orden. Nada se salía de lo normal o mejor dicho, de mi cotidianidad.

Tengo una amiga, y estoy de acuerdo con ella, que dice que le aburren las personas que dicen que son normales. Ella asegura:

  • Si alguien se define como: ‘Soy una persona normal, me deja de interesar al instante. Yo busco personas que sobresalgan, en un sentido u otro’.

Me sumo a su pensamiento. Es una solemne tontería decir cuando nos referimos a una persona que es normal, porque por el simple hecho de ser persona ya es única, por lo tanto diferente.

Escrito lo cual, voy a contar lo que me sucedió una tarde de verano, de esas en que el sol derrite hasta el asfalto y buscas con inquietud la sombra que proyectan los edificios.

Quedé con un amigo. Él había estado sin fumar unos años, pero recayó y ahora fumaba a escondidas, para que no lo viera su pareja, por ese miedo infantil que tenemos los ex fumadores a que nos descubran. Por esa vergüenza que nos da confesar que hemos sucumbido de nuevo, lo mismo que decíamos hace unos capítulos.

Por todo ello, como he dicho, mi amigo fumaba cuando no lo veía nadie o cuando intuía que no lo iban a pillar, o delante de personas que sabía que no lo iban a cuestionar, porque habían sido, como era mi caso, fumadoras y además reincidentes en varias ocasiones.

Voy a tomar prestado de Neruda un verso de su Oda al Amor.

(…) como el pan en la mesa, así, con sencillez, debe estar lo que amamos.

Así, precisamente, estaba siempre el paquete de tabaco sobre la mesa. Era un accesorio más del bodegón que teníamos frente a nosotros. Vasos con hielo, refrescos, los aperitivos, el cenicero, el paquete de tabaco y el mechero.

Continuará…

Este blog está protegido por los derechos de autor. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este texto. (SA-79-12)

2 comentarios en «Seis meses sin fumar»

  1. Bo dia,yo tambien he llegado a los seis meses,estoy orgullosa de haberlo conseguido,pero al mismo tiempo inquieta,no paro de engordar ,lo cual era mi gran miedo , mas que las arrugas,(tengo 62años), mi animo esta por los suelos,tengo pesadillas en las que puedo fumar y oler el tabaco,asi que a veces me pregunto si ha valido la pena llegar hasta aqui¿

    Responder
    • Sí. Yo también acabo de cumplir los seis meses. Ahora, dicen los entendidos, que es momento ya de volver al peso normal. Lo cierto es que yo hago deporte y como lo más sano que puedo pero hasta ahora no he hecho más que echar barriga. Saludos y ánimo a los que intentan dejar de fumar.

      Responder

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