Una recaída del tabaco

Este no es un blog de autoayuda al uso. Es, por encima de otras cosas, las reflexiones de una fumadora impenitente de cigarrillos y de su médico

Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, quien fue jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.

Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (43º Post)

En este ir y venir a lo largo de mi primer año sin fumar. Yo le contaba una de mis aventuras del trabajo. Él reía. Yo también. Él me relató varias anécdotas. Le recriminé algunas en plan de broma. Me cotilleó, yo también. ¡Vamos un rato maravilloso con un amigo con el que estás muy bien y compartes muchos puntos de vista, en todos los sentidos!

En un momento de la tarde él se encendió un cigarrillo. Al dejar el paquete sobre la mesa lo cogí yo, extraje uno, lo encendí y hasta que no le di la calada no supe lo que había hecho. Solo fui consciente cuando al inhalar el humo sentí que me raspaba la garganta.

-¿Qué estoy haciendo?- me pregunté gritando y tirando el cigarrillo sobre el cenicero.

Me llevé la mano a la boca como queriendo sacar el humo que acaba de aspirar. Vi el cigarrillo humear en el cenicero y lo apagué con saña y mientras lo aplastaba contra el vidrio le dije a mi amigo.

– No me puedo creer lo que acabo de hacer. Llevo más de seis meses sin fumar y ahora, sin darme cuenta, he encendido un cigarrillo. ¡Joer! ¿Qué me ha pasado? Todo el esfuerzo que he hecho se ha ido al traste en un instante.

– No te preocupes. No pasa nada. Si ni siquiera te has tragado el humo.

– Eso es lo de menos. Es que no me he dado cuenta. Estábamos aquí, tan tranquilos, tan relajados, tan bien…, que…, ¡joer! Soy una enferma. Es que no he visto las señales de peligro. No puedo explicar lo que me ha pasado. Mis mecanismos de alerta no han funcionado.

Volví a casa hecha polvo. Tenía sensaciones encontradas, pero una me atormentaba brutalmente. ¿Cómo no he podido ver a Endriago salir de la madriguera? ¿Cómo se había apoderado de mi subconsciente de tal forma que hasta que no lo he visto ante mí, a modo de bocanada de humo, no lo había sentido?

Estaba muy preocupada. Solo me animaba una cosa, que al día siguiente tenía consulta con Miguel. Era nuestra quinta visita, y seguro que él le daba una explicación médica a este comportamiento, porque sensatamente, yo no la encontraba.

No estaba Amparo. Se había ido de vacaciones de verano, por lo que al llegar, Miguel me hizo pasar directamente a su consulta.

– Miguel, ayer le di una calada a un cigarrillo.

– ¡Qué me dices!

– Sí, como lo oyes.

– ¿Qué paso?

– No lo sé.

– ¿No lo sabes o quizás no lo quieres saber? ¿Te has parado a pensar por qué cogiste el cigarrillo?

– No lo sé, Miguel, de verdad.

Le conté cómo había sucedido todo. Él me escuchó pacientemente. Dejó que vomitara uno tras otros todos mis miedos y temores. No me interrumpió ni una sola vez. Pero creo que no creyó que solo había sido una calada. Él sabe que los dependientes somos todos unos mentirosos.  

El motivo de mi duda fue que nada más concluir mi explicación él se levantó y tomó el medidor, que controlaba el estado de mis pulmones. Soplé e indicó 0,0. Respiré tranquila y creo que en el fondo Miguel también.

Después continuó con los pasos que siempre realizaba Amparo. Me pesó para ver si el grado de ansiedad que había tenido había terminado pasando factura en forma de mayor apetito y ganancia de peso, pero no fue así, estaba más delgada.

Desde el cinco de enero había perdido casi seis kilos.

Pero, en mi mente se asentó el sentimiento de que era muy fácil recaer si no estaba alerta.

– No te martirices con esa recaída, con haberle dado una calada a un cigarrillo. La recaída forma parte del proceso -recordó Miguel-. Piensa que si uno va caminando por la calle tropieza y se cae, no se queda a vivir donde se ha caído, se levanta, se sacude el polvo de la ropa y continúa caminando. Mira de reojo para ver si ha hecho el ridículo delante de mucha gente y si es posible se sonríe por haber sido tan torpe. No digo que te lo tomes a chirigota y que te haga gracia, solo digo que hay que tomarse las cosas con humor, porque así las afrontaras de manera más positiva.

– Entonces, ¿no es tan importante haber dado  una calada?

– A ver. Dejemos las cosas claras para evitar interpretaciones erróneas. Dar una calada, o fumar un cigarrillo no es importante si se evita volver a hacerlo, porque lo malo de esa primera calada es que pueda conducir al primer cigarrillo y el primer cigarrillo al siguiente y así a volver a fumar, casi sin darse cuenta. Por eso no podemos minimizar el hecho en sí. Lo que hay que hacer es asumir que ha sucedido, darse cuenta de su importancia y seguir adelante. Eso sí, extremando la vigilancia al máximo.

Este día, en la consulta, no hablamos de cine, ni de política, ni de nada. Yo no estaba para disertaciones. Me había resentido mucho por mi debilidad. No vi como Endriago salía de la madriguera. Fue sumamente sigiloso. No percibí ni una sola de las señales. No estaba en guardia. Descuidé la garita donde siempre tiene que haber un centinela en alerta, porque los soldados de Endriago o él mismo, si me apuras, se abalanzan sobre tus defensas sin ningún pudor.

Nosotros como ex fumadores podemos, ingenuos de nosotros, pensar que por llevar meses, incluso años sin fumar, que la guerra ha pasado, pero ellos están en lucha permanente. No debemos olvidar esta premisa.

Continuará…

Este blog está protegido por los derechos de autor. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este texto. (SA-79-12)

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