Obrar con sencillez ayuda a disfrutar de la vida, conlleva sinceridad, ninguna presunción y sereno bienestar. Las personas sencillas actúan sin pretensiones, doblez o vanidad, se muestran naturales y son confiadas. Buena gente, asequible y comprensiva, que vive sin prisas, saborea el presente y disfruta de la amistad. Extraordinaria claridad que ellos y ellas dan, en un mundo que se muestra soberbio, busca deslumbrar y pretende avasallar.
Lo sencillo no es lo simple que no ofrece dificultades, ni las personas sencillas a quienes se les puede engañar por ingenuas o crédulas. Son hombres y mujeres capaces de disfrutar de las pequeñas cosas, no alardean de lo que poseen y no obran por aparentar. Personas que viven a gusto consigo mismo y fiadas de los demás, que no necesitan ser admiradas ni aplaudidas, les basta con su autoestima, alegría y paz.
Que los haya que disfrutan del amanecer de cada día, de la sonrisa de un niño, de un simple trago de agua y sientan una enorme gratitud por la vida, es admirable. No vale estar por poseer de todo, gastar lo que no se tiene, hacer porque haga daño a los otros lo que nos duele a nosotros y no tengamos en más a quienes les brota una sonrisa, tienden la mano y dan sin que les pidan.
Porque díganme, si no es deseable llevar una existencia tranquila, afable y sencilla, se haga porque donde hay conflictos cesen los enfrentamientos, no se pase de largo donde hay sufrimiento y ser capaces de en donde hay guerras plantar una flor que recoja una paloma.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
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