El Grupo de Interacciones Microbianas de la Unidad de Excelencia de Producción Agrícola y Medio Ambiente AGRIENVIRONMENT (Instituto de Investigación en Agrobiotecnología, CIALE, de la Universidad de Salamanca) ha publicado un artículo en la revista Scientific Reports, del grupo Nature, en el que analiza las bacterias presentes en el interior de las plantas de las moras. La investigación revela el enorme interés que presentan estos microorganismos, tanto por los beneficios que pueden aportar a la dieta como por su potencial biotecnológico.
El trabajo se basa en un muestreo realizado en moras silvestres de la provincia de Salamanca, concretamente en la comarca de Ciudad Rodrigo. Fruto de este proyecto, el grupo de investigación ya publicó el año pasado la descripción de un nuevo género de bacterias, denominado Ferranicluibacter. Ahora, el nuevo artículo describe el conjunto de microorganismos presente en estas plantas a través de un exhaustivo análisis genómico.
“Como en muchas otras plantas, las poblaciones de microorganismos del interior de las moras son desconocidos y pueden ser necesarios para su supervivencia, aportándole ventajas en condiciones de estrés, como la sequía, la salinidad o las altas temperaturas; pudiendo ser claves para mejorar su adaptación al cambio climático”, explica a DiCYT el investigador Raúl Rivas. Además, las bacterias encontradas también producen metabolitos que protegen a las plantas de otros microbios dañinos, es decir, compuestos microbianos antibióticos (frente a otras bacterias) o antifungicidas (frente a hongos) por ejemplo.
Asimismo, las bacterias de las moras son capaces de producir compuestos saludables. Es bien conocido que el consumo de frutos rojos, en general, aporta antioxidantes y beneficios cardiovasculares. Sin embargo, este trabajo muestra que los microorganismos del interior de las moras pueden influir en la síntesis y metabolismo de parte de esas sustancias, que después se acumularán, tanto en la planta como en sus frutos. En definitiva, “les brindan protección frente a factores abióticos y bióticos y les permiten acumular nutrientes”, resume Rivas.
La planta selecciona
No obstante, uno de los resultados más interesantes del trabajo es que “es la propia planta la que selecciona los microorganismos que mejor le vienen”. Los investigadores han llegado a esa conclusión porque el muestreo se realizó en ambientes muy diferentes (por ejemplo, zonas secas y zonas de ribera de río; ambientes naturales y antrópicos), pero apenas encontraron diferencias en su composición microbiana. Es decir, que el microbioma o conjunto de microorganismos de las moras está determinado por la propia planta y los factores ambientales tienen una influencia menor.
“Hemos comprobado que la mayoría de las bacterias llegan por el suelo y entran a través de la raíz, pero luego pueden viajar por el interior de la planta y alojarse en diferentes tejidos, como el tallo o las hojas; algunas, incluso en los frutos”, destaca el microbiólogo. Esa colonización microbiana contribuye a que las moras puedan establecerse incluso en terrenos pobres y crecer en condiciones adversas.
Aplicaciones biotecnológicas
Por eso, los investigadores consideran que muchos de los microorganismos encontrados tienen un gran potencial biotecnológico. En primer lugar, podrían ser útiles en la agricultura en acciones de biocontrol, es decir, la protección de las plantas frente a amenazas biológicas, tanto en el caso de plantaciones de moras como de otros cultivos. “Es posible que no tengan el mismo efecto en todos los casos, pero es muy probable que aumenten la fertilidad o el contenido nutricional de los frutos por la síntesis de sustancias activas”, comenta Rivas.
Además, “estamos ante un nicho inexplorado que nos puede permitir identificar más bacterias desconocidas”, comenta el experto. En ese sentido, el trabajo del Grupo de Interacciones Microbianas es una fuente de recursos. Una vez aisladas las bacterias, se puede indagar en su potencial biotecnológico en otros campos, más allá del agrícola. Por ejemplo, los investigadores pueden trabajar en la síntesis de moléculas de interés farmacéutico, desde antibióticos a agentes anticancerígenos, o en fitorremediación, es decir, la eliminación de compuestos contaminantes, como los metales pesados.