Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, quien fue jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.
Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (45º Post)
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(…) Y lo mismo pasa con el dinero que empleamos para comprar tabaco diariamente. Tres euros, cuatro euros al día son dinero, no lo vamos a negar. Es más, supone la compra de pan, leche y fruta de una familia al día, pero si tienes vicio te lo quitas de otra cosa, aunque estas sean prioritarias.
Al ver la hucha con esa cantidad de dinero fui consciente inmediatamente de dos cosas: una, que había estado quemando dinero y en este caso no es metafórico. Y dos, el porqué de la insistencia de Miguel y Amparo cuando nos hacían prometer que compráramos una hucha para introducir en ella el presupuesto diario que destinamos al tabaco.
Un mes después de mi última consulta con Miguel me llamaron de nuevo del hospital. Era para someterme a la prueba de espirometría. La cita era el dos de noviembre.
Me encontraba muy bien, por lo que fui muy relajada. Miguel ya se había quedado con el cuaderno verde, ya no apuntaba la valoración de mis estados de ansiedad, en todas sus variantes, como solía decir yo, pero estoy convencida de que solo apuntaría ceros. No me acordaba del tabaco. Eso sí, no podía bajar la guardia. Ya sabemos: Hoy no he fumado, mañana quién sabe…
Me hicieron la prueba y resultó sorprendente. Estaba más que bien, mis datos resultaron excelentes, por encima de la media. En mi juventud había practicado mucho deporte y quizá tuviera una capacidad pulmonar más desarrollada de lo habitual respecto a los parámetros estándar. No sé, lo cierto es que estaba bien y en mis pulmones cabía una gran cantidad de aire, y ¡además era aire limpio! No me he parado a reflexionar hasta ahora sobre la sensación de frescor que produce una bocanada de aire limpio cuando entra en tu boca y continúa descendiendo hasta tus pulmones. Solo eres capaz de apreciarlo cuando has dejado de fumar, mientras inhalas humo la sensación que tienes es la misma siempre, cuando chupas el humo del cigarrillo y cuando no, siempre es la misma sensación de aire espeso que se puede cortar y que parece que se atraviesa en la garganta y nunca llega a los pulmones.
Llamé a Miguel, porque la última consulta la tenía en enero, para contarle los resultados. Me felicitó. Agradecí sus parabienes.
Ya casi en Navidad, lo recuerdo bien porque estaban encendidos los adornos navideños, me encontré con un amigo que también era paciente de Miguel. Lo vi con un cigarrillo en la mano.
– ¿Pero bueno, qué haces con eso?
– Nada, he recaído.
– ¿Cuándo?
– En las vacaciones de verano.
– ¿Y eso?
– Nada, que una cosa llevó a la otra y volví.
– ¿Qué te ha dicho Miguel?
– Ese fue el problema. Me coincidía que tenía que ir a consulta justo en las vacaciones. No fui y ahora me da vergüenza.
– ¡Deja de decir bobadas! ¿Qué tiene que ver la vergüenza con esto? La recaída forma parte del proceso de abandono del tabaco. Lo importante es lo que has estado sin fumar, lo menos importante es lo que llevas fumado de nuevo. Además, ahora ya sabes dos cosas importantes: la primera que puedes dejarlo, puesto que ya lo has dejado una vez. Me encontré a mí misma recitando a mi amigo las mismas frases que había escuchado de Miguel.
– ¿Y la segunda?
– Que no puedes bajar la guardia, que una calada o un cigarrillo son la antesala del paquete, así que ya estás vacunado contra la calada o el cigarrillo de la reincidencia. Llama a Miguel, haz el favor.
– Sí, tengo que hacerlo.
– No te van a decir nada. Ellos insisten que fumar es una enfermedad crónica y que evoluciona por brotes. Lo importante es que el brote, o mejor rebrote, dure poco.
– Lo sé.
– Y te van a ayudar, ¿o no quieres dejarlo?
– Ahora mismo. Esto es una mierda. ¿Y, tú?
– Yo lo dejé y no he vuelto.
– ¡Qué suerte!
– Vete a ver a Miguel. Sabemos que no hacen milagros, pero te ayudan.
– Iré. Lo prometo.
– Además, en el periodo que estamos hazte un buen regalo envuelto en papel de colores a modo de abandono del tabaco.
– No me hagas reír, que no es coña. Estoy mal por haber vuelto.
– No es broma. Ni soy pedante si te digo que es el mejor regalo que puedes hacerte, por dos cosas.
– Joer con los paquetes que vienen por partida doble.
– No me vaciles. Por dos cosas es bueno el regalo, como te decía. Una la salud, que no tiene precio, por otro lado…
– ¿Y la segunda?
– Mira, yo me he comprado una cámara de fotos semiprofesional con dos objetivos y en el mes de enero, con las rebajas, me compraré un flash. Hablamos de casi dos mil euros, que yo no he quemado encendiendo cigarrillos.
– ¡No fastidies! Ese dinero en unos meses.
– Sí, majo. Lo he ido metiendo en una hucha.
– La famosa hucha.
– Sí, esa. Y ahora al abrirla, me he encontrado con ese dinero. Vete a ver a Miguel.
– Vale, lo haré.
– Por ti, eh…
– Sí por mí.
Al despedirme de mi amigo me sentía muy bien. En mi rostro se dibujó una sonrisa. Estaba teniendo mucha suerte. Hasta ahora, salvo en esa ocasión a comienzos de verano cuando llevaba seis meses sin fumar, no me había doblegado ante Endriago o lo había controlado o lo tenía bajo vigilancia. Lo cierto es que raro era el día que me entraban ganas de fumar y si era así duraban escasos segundos, uno o dos como mucho.
Y como dije antes, cuando salía por la noche y bebía unas copas, no me emborrachaban tanto como antes, como hace casi un año. El tabaco embriaga tanto como el alcohol. Además, aunque con cierta tirantez en mi voz, no me levantaba con una ronquera brutal y no estaba tan cansada. La resaca era más suave y la recuperación mucho más rápida.
Por lo que todo en estos once meses han sido premios, regalos que en anteriores ocasiones, cuando dejé de fumar, no me percaté que me estaba haciendo.
En estos meses y gracias a pedir ayuda médica, he sido más consciente del daño que hace el tabaco y de los beneficios físicos, psíquicos y materiales, por qué no decirlo, que he experimentado al dejarlo. En anteriores ocasiones y repito, lo he dejado seis veces, no me paré a pensar el dinero que ahorraba, lo bien que me encontraba y el tiempo que tenía para mí por el simple hecho de no ser esclava de la nicotina y el alquitrán, entre otros miles de sustancias.
Continuará…
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