Sharon Stone perdió sus ahorros (18 millones) tras su derrame

La actriz estadounidense Sharon Stone ha hablado sobre el derrame cerebral que sufrió en octubre de 2001, así como las consecuencias que tuvo para ella la enfermedad. De esta manera, ha asegurado que perdió 18 millones de dólares por culpa de “gente que se aprovechó” de ella durante los años posteriores a su enfermedad.

Casi 23 años después de su derrame cerebral, Sharon Stone ha recordado uno de los momentos más duros de su vida, así como los años posteriores y los efectos que tuvo para ella. Fue en octubre de 2001 cuando debido a un fuerte dolor de cabeza, el entonces marido de la actriz, Phil Bronstein, la llevó al hospital. Allí le diagnosticaron un derrame cerebral, que duró nueve días.

La hemorragia cerebral tuvo consecuencias negativas para su salud, pero aún peores para su economía. Tal y como ha revelado Stone, “tenía ahorrados unos 18 millones de dólares gracias a todo el éxito que había conseguido, pero cuando miré de nuevo mi cuenta bancaria, no quedaba nada. Mi frigorífico, mi teléfono… Todo estaba a nombre de otras personas. No tenía dinero”.

Además, la intérprete estadounidense ha lamentado que quedó en bancarrota por culpa de “gente que se aprovechó” de ella durante los siete años posteriores a su enfermedad, en los que tuvo que permanecer alejada de la primera línea para recuperarse. Pese a su situación económica, reconoce que pudo salir adelante porque optó por “permanecer en el presente y dejarse llevar”.

Por otro lado, indica que la lesión cambió “al cien por cien” su forma de pensar, confesando que tuvo “una experiencia cercana a la muerte”. “En mi cerebro hubo un derrame de sangre durante nueve días, lo que me presionaba el cerebro contra la zona frontal de la cabeza”, proseguía, asegurando que, “al mismo tiempo que eso sucedía, todo cambiaba: mi sentido del olfato, mi vista, el tacto. No pude leer durante al menos un par de años, las cosas se deformaban y veía patrones de colores. Mucha gente pensó que me iba a morir”.

Sin embargo, “tomé la decisión de no aferrarme a lo que significaba la enfermedad. Ni a ninguna amargura o a la ira. Si muerdes la semilla de la amargura, esta ya nunca te abandona. Pero si tienes fe, incluso si esa fe es del tamaño de una semilla de mostaza, vas a salir adelante. Así que vivo con alegría, con un propósito”, concluía.