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Amelia García vuelve al paraíso de Valverdón

La escultura abre las puertas de su estudio y explica las obras que prepara para dos exposiciones una en León y otra en Ávila. Media vida la pasó en Mallorca, donde dio clases y se pulió como artista
Amelia García, en su estudio de Valverdón con obras que se podrán ver en León o Ávila.

Si pequeña es la Patria, uno grande la sueña.// Mis ilusiones, y mis deseos, y mis // esperanzas, me dicen que no hay patria pequeña.// Y (Valverdón) es hoy a mí como Roma o París (o Mallorca). Con premiso de Rubén Darío utilizó su poema Retorno para darle la bienvenida a Amelia García, una de nuestras escultoras más prolíferas y cuyas manos tiene la osadía de la juventud, al pueblo que la vio nacer.

Pudimos disfrutar de su obra en la exposición de La Salina Sororidad, palabra que utilizará en todas sus acepciones y en numerosas ocasiones a lo largo del paseo por Valverdón, el pueblo al que ha regresado después de años de docente y explorando su arte en Mallorca, y en su taller, el Sancta Sanctorum de los artistas, donde el vocablo mujer, sinónimo en ella, de ayuda, de compañerismo, de entrega, de apoyo, de lucha conjunta a la par de los hombres, se hace presente no solo en su charla, también en las obras que poco a poco se van descubriendo en estanterías, mesas, suelo…

Prepara dos exposiciones a la vez, tiene energía para rato en sus manos y en su cabeza, una irá a León y la otra a Ávila. Se siente bien. Vive y trabaja en la casa de sus tatarabuelos. Esa energía desde antaño la amparan como el cinturón arquitectónico que tuvo que instalar para sujetar las paredes de piedra de hace más de un siglo que ahora ven nacer sus obras.

“Me traje todo aquí -Valverdón-. Sí hubiera tenido 30 0 40 años habría mantenido los dos talleres, el de aquí y el Mallorca, pero lo cotidiano de la vida como es la luz, el banco o el horno que se estropea, lo hacen inviable”, ironiza Amelia García.

Las exposiciones que prepara para llevar a León y Ávila son únicas. No tienen nada que ver con Sororidad. Son lienzos esculpidos, donde de vez en cuando y no a todos, se le escapa una nota de color. Ella necesita tranquilidad para trabajar. “Desarrollo un trabajo muy digno, no tengo pudor en decirlo, muy serio. Soy capaz de reinventarme y llevar varios proyectos a la vez”, apunta la escultora.

Los personajes de los cuadros que devuelven la mirada al espectador, cautivan y sobrecogen. Quieres conocer la historia de todas esas personas. Sientes que sufren, porque como cuenta la propia Amelia García hablan de guerras, éxodos, luchas, migración, pérdidas… Y lo ves, porque también, esos personajes, mayoritariamente femeninos, cuentan con la solidaridad. “Nos gustan que nos cuenten historias”, matiza.

Las obras de Amelia García ‘conviven’ con las de su nieta Aurora.

Es muy mediterránea, muy primitiva… “No se les ve la cara, el griego no hizo nunca cara. Su vestimenta es femenina, se insinúan los pechos, pero no en todas. Me interesan dos cosas principalmente en mi manera de entender el arte. La prehistoria, porque creo que lo hicieron todo, quizá tenemos que incluir a la Grecia primitiva con sus figuritas delicadas o la Venus de Willendorf… ¡Qué mujer con aquellos volúmenes! Botero no lo ha mejorado. No lo hemos mejorado”, se sincera Amelia García.

Su conversación se acerca en el tiempo, para hablar de su otro interés. Menciona a Picasso que tenía el arte primitivo africano en su taller. “Creo que siempre tengo en mi cabeza ese primitivismo. También los minimalismos, porque lo que me interesa es ese momento de la historia, cuando el arte da aquella revolución con las Vanguardias de principio del siglo XX, que pasan del figurativismo a la abstracción más pura. Ese cambio me interesa mucho y como se llega a esa síntesis como lo que hace Malevich con su cuadrado blanco sobre fondo blanco”, explica.

Las obras en las que trabaja ahora la escultora de Valverdón son monocromáticas, con un poco de amarillo o azul. “No sé por dónde acabarán, porque estoy en proceso de creación. Algunos están firmados por pura casualidad. Necesito la opinión de otros ojos. Hago que venga mi hermana”, relata.

“Mallorca la viví muy intensamente. He dejado el paraíso y Valverdón también lo es. ¡Lo que estoy disfrutando! Se lo decía a mi hermana, hace mucho tiempo que no estaba así, con esta tranquilidad. Me dijo: ‘Te lo noto’. Me dan las horas y llegó a tener un proceso mental y relajado… Esto no se paga”, comparte.

¿Lo puedo tocar? Pregunto. Sí, responde Amelia García. “Es papel japones, muy delicado, con el que trabajo estas obras. Todo empezó por aquí. Cuando me traslado de Mallorca, sobre el 2017. Me había jubilado y decidí volver. Justo en ese momento, me instalo, tengo mi taller y llega la Covid y nos encierra. No puedo venir a Valverdón a nada, vivía en Salamanca. Me apetecía hacer algo de color y retomo proyectos que trabajaba con los alumnos. Va evolucionando, pero no iba a ningún sitio. Al menos para mí. Me faltaban volúmenes. En ese momento, empecé a tener contacto con personas muy solidarias, por otras razones que no tienen que ver con este mundo y no lo había vivido, y van surgiendo”, puntualiza.

Amelia García, en su estudio de Valverdón.

Empieza con cuadros con volúmenes cuyas figuras se salen del cuadro. Está pensando en hacerlo en 2X2 metros, porque las figuras se ‘ahogan’. “¡Qué curioso! Cuando vi imágenes de la guerra de Ucrania, yo llevaba trabajando con ese tipo de formas mucho tiempo”, explica.

(Hago un inciso en la conversación, decía Amparo Núñez, hija de Núñez Solé el otro día en su paseo, que los artistas y los científicos tienen una menta que se adelanta a su época. Le pasó a Amelia García)

Hay muchas mujeres, porque el tema que más le interesa es la igualdad de las mujeres y los hombres. “Es el tema básico en toda mi obra. Sigo trabajando… Cuando tenga todo esto resuelto, creo que voy a empezar… Nunca termino la obra. A veces, expongo la obra y pienso: ‘Aquí le habría puesto esto o lo otro’. Me atrevo a decir que no acabadas completamente ninguna obra, siempre se podría hacer algo más, pero hay dejarlas”, matiza.

Tiene unas manos preciosas, trabajadas y juveniles. Asegura que se ha cuidado más las manos que la cara. Hace ejercicios.

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