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Opinión

Puertas cerradas

Iglesia de San Martín.

Hay cosas que uno no termina de entender. O sí, pero que cada uno extraiga sus conclusiones. Resulta que, a mediados de julio, y ya van unos quince años, ha comenzado el programa de apertura de monumentos que impulsa la Junta de Castilla y León. Surgió mediante la firma de un convenio de la Consejería de Turismo con las Diócesis de Castilla y León para que, al menos durante el verano, pudieran estar abiertas al público las iglesias con interés artístico, histórico o cultural que ordinariamente no lo están. La propuesta fue muy bien acogida, pues con esta iniciativa se podrían visitar espacios a los que no se accede con facilidad, pues excluyendo los momentos de culto suelen estar cerrados.

Cada año se elabora un programa en el que se establecen varias rutas o programas temáticos para agrupar los monumentos. Este año hay diecinueve. Cada programa incluye unas cuantas iglesias y, para que puedan visitarse en horarios adecuados, la Junta de Castilla y León aporta un dinero a las Diócesis con la finalidad de que no resulte oneroso la apertura del templo, pues la luz o la limpieza hay que pagarlas. Lo mismo que la gratificación para la persona que está al cuidado de la iglesia.

Todo bien, ¿no? Pues sí, pero resulta que este año, por lo que se refiere a Salamanca, nos hemos quedado casi a dos velas. En general, los números no son buenos, pues de los 438 monumentos que se abren en la comunidad, solo treinta y uno corresponden a la provincia. Muy por debajo de la media. Más hiriente aún es lo que toca a la capital, donde solo se están abriendo dos iglesias, Sancti Spiritus y la Vera Cruz. Vamos en caída libre, pues en 2021 se abrieron ocho (estos dos más la Purísima, San Marcos, San Julián, San Martín, San Sebastián y Santo Tomás Cantuariense), en 2022 hubo seis y el año pasado cinco. Salamanca va incluida en el programa de ciudades Patrimonio de la Humanidad, junto a Ávila, que hogaño tiene seis, y Segovia, que abre ocho. ¿Todo bien?

La Junta no es la única responsable, pues a veces puede intentarlo pero las parroquias no se comprometen a abrir al no disponer de gente. Las cuatro perras de la gratificación solo las aceptan algunos jubilados o desocupados a los que no les importa prestarse para este servicio. Realmente no es un trabajo remunerado. Hay también otra cuestión, me comenta alguno de los párrocos afectados. Están hasta el gorro de la burocracia. Entrar en este programa exige rellenar un montón de papeles, con registros y justificantes, que muchos han acabado hartos de ello. La Administración, como siempre, facilitando las cosas.

Algunas de estas iglesias, como San Juan en Alba de Tormes o San Martín en Salamanca, intentan abrir un poco más en este tiempo estival. Lo hacen con sus propios recursos, sin entrar en el programa por lo mencionado anteriormente. El caso es que una ciudad cultural, que vive del turismo, se permite dejar pasar el verano sin que un buen número de sus iglesias más interesantes puedan visitarse en unos horarios lógicos. Si Junta y Diócesis no han podido llegar a un acuerdo, quizás el Ayuntamiento debiera intentarlo, mediando o poniendo algo de su parte. Porque, está claro, vamos hacia atrás.

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