Está bien que los enamorados expresen lo que sienten el uno por la otra o la otra por el uno. ¡Qué bailen al amanecer! ¡Qué griten su amor a los cuatro vientos! ¡Qué le cuenten al mundo ‘virtual’ que su amor es eterno! Pero, por favor, dejemos que los monumentos, que embellece Salamanca y que han sido testigos mudos de los besos furtivos, apasionados, fogosos, calurosos, impetuosos o primerizos de los enamorados durante siglos conserven su hermosura primigenia.
Pero no. Hay vándalos que lo único que saben expresar es su descaro por el bien común, dejando un mal hecho corazón en una piedra que lleva siglos armonizando y dándole lustre a uno de los rincones más grandiosos arquitectónicamente hablando de nuestra ciudad, el Patio Chico.
Hay formas más elegantes de demostrar amor que trasgrediendo una ley y demostrando que no le importa atentar contra un bien Patrimonio de la Humanidad, que encararse a una de las ventanas de la Catedral Vieja para profanar una de las columnas que enmarcar las ventanas del ábside.