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Casillas y el paseo de las ideas

José Luis Blanco conoció y trató a Agustín Casilllas. Es la excusa perfecta para pasear junto a Blanco, el hombre que siempre tiene propuestas para mejorar Salamanca (sin mucho coste económico)
José Luis Blanco, en la estatua de El Ciego y el Lazarillo, obra de Agustín Casillas.

Quedada debajo del reloj. Aquí comienzan los paseos domingueros que realizará La Crónica de Salamanca este verano tomando como excusa las obras de los escultores, de los graffiteros o los poetas, para conocer mejor nuestra ciudad y poner en valor lugares o establecimientos singulares.

Tocan las nueve campanadas en el reloj de la Plaza Mayor cuando echamos a andar para iniciar el paseo. José Luis Blanco camina deprisa. De hecho, en más de una ocasión diremos aquello de esto es un paseo. A lo largo de la caminata, el que fuera director de una sucursal de La Caixa recordará anécdotas con Agustín Casillas y aportará ideas para mejorar Salamanca.

En este paseo, el ‘callejero’ lo marcarán las esculturas de Agustín Casilllas. Dieciséis obras suyas adornan rincones, plazas y calles salmantinas, Casillas es, junto a Fernando Mayoral, el artista con más escultura urbana en la capital del Tormes. Sacamos de este ranking de escultores locales a Venancio Blanco, al tener la sala de exposiciones de Santo Domingo dedicada por entero a sus creaciones.

Echamos a andar y sin salir de la Plaza Mayor ya detenemos el caminar para mirar el medallón realizado por Casillas dedicado a Cervantes. Atravesamos el arco de San Martín y nos mira de frente el poeta ‘Adares’ -Remigio González Martín- , la última obra que salió del taller del maestro.

En este momento, José Luis recuerda cuál fue la primera escultura que se colocó de Casillas en Salamanca, El niño jugando con el avión, al principio de los jardines de Carmelitas. “Un canto a la infancia, que fue vandalizada. El Ayuntamiento debería rehabilitarla y devolverla a su estado”.

José Luis Blanco, en La Alamedilla con el Rapto de Europa al fondo.

Quizá por aquello del ir y venir en el tiempo o que en un paseo siempre surgen otros temas de conversación, José Luis Blanco recuerda cuándo y cuánto se trabajó para que Salamanca tuviera el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad. “Tuve el honor de que cuando Jesús Málaga preparaba Salamanca para cambiarla, vivir ese instante. Fui de la mano del señor Lluís Reverter –secretario de la Fundación de la Caixa en ese momento- apoyó mucho a Málaga, ambos eran socialistas. Compartimos muchas ideas en esas comidas”, recuerda Blanco.

Entre esas ideas surgió la de vivir las Ciudades Patrimonio de la Humanidad. Se involucraron todas las escuelas y colegios. Profesores y alumnos trabajando para que dijeran cómo querían que fueran sus ciudades, porque eran ciudades -Cáceres, Gerona, Ávila… «Aquí no había industria, estaba alicaídas y destrozadas. En cada ciudad Patrimonio de la Humanidad hicieron una final, pero la gran final se vivió en Salamanca. La Universidad nos dejó el Edificio Histórico, los Irlandeses… tuvimos llenos los hoteles una semana. Recuerdo que llovía. En este momento, ya no estaba Málaga, era Lanzarote. Muchas de mis ideas vienen de ahí. Estaría bien que lo contara Jesús Málaga”, invita Blanco.

Como el ex alcalde socialista convidaba a visitar Salamanca a todos los mandatarios que venían a España en aquellos momentos. Blanco hace memoria y señala que por aquí pasaron Mitterrand o los Príncipes de Gales. “Como anécdota recordaré que cuando se hizo la Capitalidad Cultural Europea, Salamanca fue la única que se inició con un motivo de otro país, con las esculturas del museo Rodin. Aquí también estaba la Fundación La Caixa. Pilló el cambió de Málaga a Lanzarote y la cosa estaba en ‘pañales’, pero se supo vincular con la Universidad, cosa que no hizo la Universidad en el 2018 con el VIII Centenario con la ciudad, pero eso es otra historia. Por el Ayuntamiento pusieron a Fernando Rodríguez y por la Universidad a Alberto Martín Expósito y Cabero. ¡Menudo equipazo hicieron! Fue cuando todo explotó, en el buen sentido”, conmemora Blanco.

José Luis Blanco, con La Celestina.

Al principio iban a venir solo tres estatuas de Rodin, las que traía itinerantes la Caixa, pero al final se hicieron exposiciones, conferencias… “Tuvimos esas suerte, porque Salamanca quería ser algo más que una ciudad de provincias y abrirnos al mundo. ¡No sabes lo que fue aparecer en toda la prensa francesa! No había plazas de hotel en aquella época”, matiza.

Blanco recuerda que la primera vez que tuvo ocasión de tratar más de cerca de a Casillas fue con motivo de un concurso de pintura que organizaba la sucursal de la Caixa, de la que él era director en el parque Picasso, donde Casillas inmortalizó al genio malagueño. “Se presentaron unos 600 escolares que tenían que reproducir una obra de Casillas. El presidente del jurado era el propio Agustín y antes de decir el nombre de los ganadores, Casillas se dirigió a todos y dijo: “El arte es muy subjetivo. Nosotros hemos elegido estos dibujos, pero si hubiera sido otro jugado, tengan por seguro que habrían elegido otros”. Así se quedaron todos contentos. Era formidable”, recuerda José Luis Blanco.  

De camino al encuentro de El ciego y el Lazarillo, paramos a ver el cabezón de Torres Villarroel, ubicado en la Cueva de Salamanca. “Ves esta escultura y te invita a leer más sobre el profesor de Matemáticas”.

José Luis Blanco, con el cabezón de Torres Villarroel.

En el andar por el Casco Histórico, saludamos a la Celestina, tan quieta, tan inalterable y llena de misterio. Así la concibió Casillas y así custodia el amor eterno de Calisto y Melibea en su Huerto.

Hacemos alto en el camino para tomar un café. José Luis lo acompaña con churros y explica que es una pena que la Gran Vía no esté más valorada y no se le saque el partido que merece. Más personas opinan lo mismo, como los responsables de establecimientos hosteleros.

Explica que lo primero que se debería de hacer es “terminarla. Hacer todos los soportales y allí donde no hubiera edificio, crear un trampantojo y cuando se construyera ya estaba hecho el soportal”, aporta Blanco.

Con ironía señala que la esquina de Sancti Spíritus es un peligro para todos. “Se han caído desde personas mayores a niños. El Ayuntamiento debería de hacer algo ahí”.

No deja de aportar ideas para mejorar la Gran Vía, como unificar el suelo, “cada tramo tiene una baldosa diferente” o que se debería pintar el techo de los soportales.

José Luis Blanco señalando la rana que adorna la Venus de la plaza de la Constitución.

Pero también aporta reflexiones sobre cómo devolverle la vida y que no quede en una simple estación de autobuses urbana. “Pondría el mercado del arte. Los soportales nos resguardan del frío y del calor, para no hacerle la puñeta al rastro, lo instalaría el sábado. Invitaría a estudiantes de Bellas Artes y a todos los artesanos y artistas –entre ellos a mi hermano Pedro– a que mostraran sus obras y aquí las podían vender. Es solo cuestión de querer, porque la Gran Vía ya está”, sugiere José Luis Blanco.

Sin salir de la Gran Vía nos fijamos en la Venus tumbada de la plaza de la Constitución. “Agustín siempre tenía detalles y guiños al espectador. Si observas, la Venus no mira al agua, mira a la rana que tiene cerca del muslo. ¡Quién sabe si se convertirá en príncipe!”, bromea Blanco.

Ya en La Alamedilla recuerda cuando era niño ver El rapto de Europa y la otra Venus… “¡Qué tiempo!”, concluye José Luis Blanco.

Fotografías Pablo de la Peña.

Para ver la galería de imágenes, sigue la flecha.

torres villarroel (2)

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2 comentarios en «Casillas y el paseo de las ideas»

  1. Siempre se aprende algo de las personas que aman a esta salamanca, a la deriva y sin un rumbo marcado para mejorarla.

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