Con el paso de los días, el pan va perdiendo agua, lo que da lugar a que se ponga duro. Sin embargo, existe una sencilla técnica para recuperar su estado inicial y dejarlo como si estuviera recién horneado. Para ello, únicamente se necesita agua y un horno.
Este truco consiste en aprovechar la humedad que aporta el agua y el calor del horneado para rehidratar el pan y que vuelva a su textura original, tierno por dentro y con una corteza crujiente. Antes de nada, hay que precalentar el horno a 200 grados y, en lo que se calienta, humedecer el pan duro.
Para ello se puede optar o bien por mojarse las manos e ir frotándolo para que absorba el agua, o bien pasarlo por debajo del grifo. No obstante, en caso de escoger el segundo método, hay que tener cuidado de que no se empape demasiado, por lo que hay que pasarlo por el agua rápidamente.
Una vez el horno haya alcanzado la temperatura, habrá que introducir la barra de pan en una rejilla o bandeja, y dejarlo unos 6-8 minutos. Si bien, hay que vigilarlo, puesto que, dependiendo del tipo y el tamaño del pan o la potencia del electrodoméstico, el tiempo podrá variar. Finalmente, solo hay que sacarlo y dejarlo enfriar antes de comerlo.