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Opinión

La playa

Puesta de sol. Fotografía. Miguel Barrueco.

Sentarse en la playa a oír el sonido del mar con la mirada fija en la orilla, observando el ir y venir de las olas, o perdida en la línea plana del horizonte, sin nada en que pensar, sin nada que hacer, dejarse llevar… y únicamente mirar y escuchar el rumor del agua rompiendo sobre la arena, es un ejercicio de paz que relaja y reconforta independientemente del momento y las circunstancias en las que tiene lugar.

Los sonidos del mar en cualquiera de sus formas son infinitos: desde las olas mansas que mueren dulcemente en la arena de la playa a las embravecidas marejadas que baten violentamente rocas y acantilados. Todos esos sonidos han sido y son una fuente inagotable de inspiración de poemas y sinfonías para escritores, músicos y pintores.

La playa no es solo un lugar físico sino también es un símbolo rico en significados poéticos y emocionales. Pablo Neruda escribe: Necesito el mar porque me enseña / no sé si aprendo música o conciencia.  Mario Benedetti se pregunta: ¿Que es en definitiva el mar? / ¿Por qué seduce? / ¿Por qué tienta? Lo cierto es que el mar nos seduce y envuelve más allá del momento concreto en el que lo contemplamos, incluso más allá de la misma vida. José Hierro escribe: Si muero, que me pongan desnudo, / desnudo junto al mar. / Serán las aguas grises mi escudo / y no habrá que luchar. / Si muero que me dejen a solas. / El mar es mi jardín.

Para la gente normal y corriente, para nosotros los simples mortales, la playa es un lugar de descanso, pero también un refugio de paz donde esconderse de la vorágine de la vida cotidiana, un espacio natural que invita a la contemplación y a la reflexión, especialmente al amanecer o al ponerse el sol, cuando desaparece la algarabía turística con su olor a crema bronceadora, sus hamacas y sus sombrillas,  y se escucha el sonido de las olas rompiendo contra la arena suavemente, sucesivamente, una tras otra, componiendo entre todas un rumor, apenas un susurro, una sinfonía natural que te envuelve y conecta con la naturaleza, a la vez que evoca recuerdos y anhelos pasados o lugares lejanos, entreabriendo la puerta a la melancolía y al murmullo de  emociones personales profundas. El propio Benedetti escribe El mar susurra / historias de un pasado / que el viento arrastra / en olas de suspiro.

Las olas rompiendo representan la belleza efímera, la fugacidad y la tristeza de la vida misma. La playa, en este contexto, no solo es un lugar, es también un espacio emocional donde se entrelazan recuerdos y anhelos. José Ángel Buesa, un poeta cubano escribe: Las olas vienen / Las olas van. / Como las olas, / tu recuerdo viene y se va.

Observar cómo se hunde lentamente el sol en el mar, en la calma de un atardecer dorado, mientras las olas nos susurran pensamientos es, más que un espectáculo escénico, un ejercicio de introspección. En la playa, donde el tiempo se adormece, las olas cuentan historias que el viento mece y la arena guarda huellas de lo que fue… o quizás de lo que pudo ser y no fue.

Miguel Barrueco, médico y profesor universitario

@BarruecoMiguel

5 comentarios en «La playa»

  1. Bueno Miguel no sé si te has dado cuenta que todos los ejemplos que has puesto son de hombres y yo no quisiera ser machista pero yo creo que solamente una mujer de cada 10 puede apreciar la belleza del mar para estar dos tres cuatro horas viéndolo sentado en la orilla en calma yo creo que las mujeres siempre tienen que hacer estar haciendo dos cosas y estar en calma viendo las olas del mar más de media hora yo creo que hay pocas que resistan yo he estado hasta ahora y media o dos horas viendo las olas y como suben y bajan y no ver ninguna igual a otra

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  2. Gracias Miguel por las fotos y las palabras, la playa para mí ,aterricé por tren desde salamanca con mis tíos a alicante fuimos al postiguet,la albufereta de alicante y al día siguiente a san Joan, era todo inmenso agua y arena volvimos,volvimos…
    Y en 1987 , decidí no volver a la playa mediterránea.

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