Montadores, carpinteros, pintores, limpiadores o comisarios de arte son los privilegiados que van viendo las obras de arte antes que se expongan al gran público
[dropcap]V[/dropcap]emos el resultado de una exposición en paredes, vitrinas o mesas que parecen hechas a medida de las piezas que se exhiben. Y es que están confeccionadas, en la mayoría de los casos, para ese fin, por eso resultan tan atractivas y fáciles de mirar y admirar las obras de arte que se muestran.
No nos engañemos, nada se improvisa y nada es por azar. En una exposición la flauta, como en el cuento del Flautista de Hamelín, no suena por casualidad. Todo está pensado y repensado. «Reunir todas las piezas de una exposición de gran envergadura puede llevarnos entre dos y tres años. En el caso de Salamanca 1900 ha sido más sencillo, porque las piezas, en su mayoría, se encontraban en la ciudad. Aun así, hemos invertido unos seis meses de trabajo en estructurarla y seleccionar las obras, esculturas, joyas, fotografías y utensilios que mejor podían definir la Salamanca en la que se construyó esta casa», explica Pedro Pérez Castro, director del Museo Casa Lis.
Precisamente, en esta exposición que se puede disfrutar en la Casa Lis, una de las piezas claves es la propia vivienda de Don Miguel de Lis. También ‘han prestado’ de los fondos del museo lámparas de aceite y eléctricas, juguetes, como el Oso Steiff, abanicos o joyas Isabelinas.
Pero, volvamos a los días previos a la inauguración, donde se vive un aparente desorden, aunque no hay que llevarse a engaño, sólo es un efecto óptico. Todo está donde tiene que estar.
Las estanterías, los expositores y las mesas han sido milimétricamente realizadas por los carpinteros. Los pintores le han dado el color y parece que siempre han estado allí, pero no. Antes de esta exposición no existían. «Un mes antes de la inauguración les damos las indicaciones necesarias para confeccionar la arquitectura necesaria», matiza Pérez Castro.
Bien es cierto que después de 20 años inaugurando exposiciones, muchas de las estructuras que se realizan ya están hechas. «Es una cuestión económica. Aquí aprovechamos todo lo que podemos», explica el director del museo, que a la vez es comisario y gerente del mismo.
Justo antes de que lleguen las obras, entran en escena los operarios de limpieza, para que cuando entren en escena todo esté impoluto. En esta muestra de la Salamanca de hace más de un siglo, la obras proceden del Archivo de la familia Huebra, una colección privada, el museo Etnográfico de Zamora y la Filmoteca de Castilla y León, al margen del fondo del propio Museo Casa Lis.
Junto a las obras viaja ‘el correo’. Los museos, cuando ceden sus obras, exigen que haya una persona de su confianza para velar por el montaje y seguridad de sus piezas. «Antes, esa persona que se denominaba correo, venía junto a las obras, ahora está cuando las embalan en origen y luego al llegar aquí para estar presente y comprobar el proceso de manipulación y montaje de sus piezas», explica Pérez Castro.
La última fase son la colocación de gráficas o cartelas, como elementos informativos de la exposición.
Precisamente, en esta muestra de la Salamanca de los albores del S-XX, esta parte informativa tiene mucho de provocación. «Hemos querido establecer un estándar de comunicación, desde la sencillez y bajo una línea documental, contamos una historia para que nos hagamos preguntas del tipo: ¿Había clases sociales? o ¿Qué tipo de habitantes transitaban por sus calles?», concluye el director del Museo Casa Lis.