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Opinión

La patrona de la Vega

Ofrenda floral a la Virgen de la Vega. Fotografía. Pablo de la Peña.

La ciudad palpita. Son las fiestas y los problemas quedan aparcados hasta el día 16. Esta es una constante antropológica. Las sociedades necesitan válvulas de escape y en los ciclos estacionales la fiesta desempeña un papel fundamental. Todas las estaciones tienen sus celebraciones y las de final de verano abundan en las zonas agrícolas, cuando termina la recolección. En Salamanca sucede con la Virgen de la Vega, que se lleva al 8 de septiembre en memoria de natividad de María. Otras Vírgenes de idéntica advocación se celebran otro día, como en Benavente, que antecede a las faenas agrícolas. Pero la más conocida, junto a la nuestra, es la de Haro y también se celebra hoy. Jesús Gorbea, compañero y jarrero de pro, como Luis de la Fuente, me lo recuerda constantemente. Allí la fiesta se asocia a la vendimia, aunque el dispendio del vino sea por san Pedro.

Las fiestas patronales de Salamanca se celebran desde el siglo XVII y, sin embargo, la protagonista ha contado poco. Históricamente, más que a la Virgen se asociaron al toro. Durante mucho tiempo las ferias y fiestas duraban dos semanas, del 7 al 21, con las corridas como eje de las mismas. Hasta el comercio cerraba por las tardes los días de toros. Entre el desenjaule y los rejones no había pausa. Incluso alguno escribió que eran las ferias de san Mateo.

Hace unos años, con Lanzarote de alcalde, se metió la tijera y se oficializó la semana de fiestas entre el 7 y el 15. Y se intentó dar más visibilidad a la Virgen, potenciando la ofrenda floral y organizando un desfile con la copia de la imagen encargada a Orejudo. En los carteles, cada año de un artista salmantino, también se hace constar. Hogaño Paloma Pájaro nos ha regalado un pulcro y llamativo cartel, exquisito, equilibrado y muy bien ejecutado. Una pena que, con lo buena pintora que es, se prodigue tan poco en los últimos tiempos.

A pesar de todo, la patrona sigue sin tener tirón. Tomás González, mi pariente galeno, al que no se le escapa ni una, observa con perspicacia que en el programa oficial el saludo del alcalde termina con una doble exclamación: «¡Viva Salamanca! ¡Viva la feria!». Esto no va de creencias, pero no imagino un discurso, pregón o exordio en mi pueblo, Macotera, que no termine con el «¡Viva san Roque!» de rigor.

También es cierto que la diócesis no ha hecho mucho por la labor. Y eso que el recordado Rafael Sánchez Pascual, un buen cura que ejerció de archivero diocesano, quiso potenciar su devoción. Para ello escribió un libro en 1991 e instó a los padres a llamar Vega a las niñas. Entonces apenas había Vegas, a pesar de ser un nombre precioso. Años después el nombre se puso de moda, aunque por otras razones. También, durante mucho tiempo, había que pagar para rezar, en la Catedral Vieja, ante la patrona. ¡Vaya forma de fomentar la devoción! Ahora los diocesanos entran gratis, pero la barrera que exige justificar la pertenencia corta mucho. Enseñar el DNI para ir a rezar no termina de convencer.

En fin, que de una manera u otra, la fiesta lo inunda todo. Son días para disfrutar de la amistad y el buen ambiente. Así que felices fiestas y «¡Viva la Virgen de la Vega!».

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