Se conmemora el Día Internacional de la Prevención del Suicidio con el anuncio de un Plan Nacional, que no verá la luz hasta el 2025. Un plan demandado con insistencia una y otra vez y que tratará de evitar las cifras actuales.
El año pasado 3.952 personas se suicidaron en nuestro país. Entre estas personas, se encontraban, diez menores entre diez y catorce años y sesenta y tres adolescentes, entre quince y diecinueve años.
La primera causa de suicidio entre adolescentes sigue siendo el acoso escolar y consecuencias de este, sin que realmente sigamos siendo conscientes del enorme problema que supone y las consultas sobre ideación suicida en teléfonos oficiales se incrementó un 166% en la última década.
Dolores eternos.
Es triste que algunas personas se consideren juez y parte y se permitan el lujo de decidir si los gestos de sus alumnos son llamadas de atención o no. Aquí, les pediría que no les quiten importancia a alumnos que en algún momento les hagan participes de que no quieren vivir y que no duden en avisar a padres y madres o a servicios médicos.
Esa alerta significa que una persona cruce la línea o no. No se puede dejar para mañana decisiones así y enmarcarlas en “yo pensé que no lo iba a hacer“. No son profesionales de la salud mental y estimo que faltan medios, que no está en sus competencias porque como uno de ustedes me dijo, son profesores, no médicos. Y eso nadie se lo puede negar.
Y con ello, no solo centros educativos, seamos humanos y hagamos saber a quienes sufren que no están solos y sigamos pidiendo medios que rompan esas estadísticas.
Las prioridades existen y hay que dar la importancia que tiene a la celeridad de ese Plan Nacional y a otros planes como el Plan Nacional del Acoso Escolar, que se sigue pidiendo, sin que nos escuchen mucho.
Escuchen y escuchemos silencios, porque a veces son gritos que si no se escuchan pueden acabar con estadísticas que resultan incómodas a quienes quieren silenciar lo que a veces se tapa.
No es caridad, es justicia.