El corazón lo tenemos para entendernos con los afines, la razón para acordar con los diferentes y para cuando fallan, un remedio llamado resignación, que va a más sea de uso corriente, dada la inoperancia de la mayoría de quienes nos gobiernan, las intrigas de la oposición y los desbarajustes que causan sus enfrentamientos. La verdad, no me extraña que aumenten quienes han concluido que la mejor opción es ocuparse de sí mismos y vivir de espalda a los que están por sacarse los ojos.
Proliferan las soflamas y diatribas de los instalados en el diálogo de sordos, adversarios que se tachan de advenedizos y se retroalimentan insultando. Gente descabellada, que hacen del tremendismo su argumento y de la crispación su caldo de cultivo. Lo menos que se merecen son reproches. No obstante, nos ahorraremos problemas si colaboramos a desacelerar las refriegas y los animamos a que se sienten a dialogar.
Les digo que no hay como comprender a los demás para sentirse relajado y hacer por crear un ambiente amable donde estemos para convertirlo en agradable. Enfadarse conduce, las más de las veces, a decir cosas que luego se lamentan, a promover enfrentamientos y a la descalificación propia. El enfado es una elección que si persiste se convierte en hábito. No lo elijan, porque el enojo aumenta la presión sanguínea, el riesgo de cardiopatías y hace tortuoso el camino por el que se va. Ya saben que irritados solemos comportarnos como preferiríamos no hacerlo.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
Aliseda, una puta coja (2018)
Lluvia de cenizas (2021)
Puesto a recobrar el aliento (2023)
2 comentarios en «Adiós al enfado»
Hay quienes cuando no están en el poder solo entienden la política como enfrentamiento y crispación, aplicando la máxima de cuanto peor, mejor. y al enemigo ni agua. Amedrentarnos, hacer ruido y generando un clima irrespirable para que no caigamos en la cuenta de que no tienen nada que ofrecernos (en realidad, sí, pero si nos lo dicen nos asustan de verdad)
Hace falta más rspeto