Opinión

¿Dónde está El Principito?

El Principito.

En septiembre, como todos los años, podemos ver en la puerta de los colegios a los pequeños que por primera vez entran en la escuela. Ellos son claramente identificables, y también quien les acompaña, que revela en su rostro que llevan consigo su tesoro más preciado.

Para los niños este es un paso muy significativo. Los príncipes y princesas salen de su reino a un lugar que según los mayores les permitirá hacer amigos y aprender muchas cosas. En poco tiempo numerosas personas desconocidas poblaran su mundo. Estará en un grupo de iguales con nuevas normas, tareas y juegos. Surgirán conflictos interpersonales que tendrán diferente resolución a la que encontraban en casa, y no podrán recurrir al abrazo protector de las personas queridas. Su confianza en sí mismo y en los otros, cultivada por el cariño de quienes le aman, se pondrá a prueba.

La búsqueda del placer en la actividad no siempre le será posible, y los adultos le hablarán de lo importante que es tener buenas notas, hablar idiomas, leer, practicar un deporte, tocar un instrumento musical… Difícil entender para un niño, que tenga que aprender algo que le servirá en el futuro. “Las personas grandes son decididamente muy extrañas” dirá El Principito.

Con el paso de los años, y la influencia socializadora de la familia, el colegio, los medios de comunicación y la sociedad en general, el niño encontrará su propia forma de adaptación al entorno. Aprenderá las reglas del juego social, asumirá un rol en su entramado y juzgará a los otros y a sí mismo según los valores internalizados de su mundo. Sus emociones, deseos, conflictos y frustraciones dejarán de expresarse libremente.

Surgirán en él nuevas necesidades sociales, algunas de ellas similares a las de los habitantes de los asteroides que visitaba El Principito: necesidad de bienes, poder, logros, aceptación, reconocimiento, control, rendimiento, sumisión, evasión, aislamiento, olvido…

Llegado este momento, El Principito, nostálgico de su reino, se irá a su pequeño planeta donde crecen semillas de baobabs, a cuidar a su querida rosa, que sólo tiene cuatro espinas para defenderse del mundo.

Antoine de Saint-Exupéry os pide al final de su magistral obra «…si un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se le interroga…¡Sed amables entonces!… Escribidme enseguida, decidme que el principito ha vuelto…”.

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