Robe Iniesta (62 años), un icono de la música española, visitó de nuevo Salamanca con su magnífica banda para poner patas arriba el Multiusos, donde no cabía un alfiler. El plasentino llenó el espacio de público, sus metáforas, su personalidad y un rock apabullante.
Puede que no seas un fan de su música, pero si lo ves en directo entenderás por qué tiene una legión de seguidores fieles que le rinden culto y le siguen allá donde vaya. Como este sábado en Salamanca, última oportunidad para verlo en cientos de kilómetros a la redonda en lo que le resta de gira, porque los dos últimos conciertos de Madrid ya cuelgan el cartel de no hay billetes.
Lo veneran y cantan sus canciones entregados y contentos, como si reconocieran que sus letras forman parte de su biografía y esa es su forma de agradecérselo. Así, como el que no quiere la cosa.
Y cuando se pone cañero, como en la segunda parte del concierto, la banda te pasa por encima y nadie sabe si tiene que bailar, botar o perder la cabeza.
Es distinto, aunque todo suena a Extremoduro, que fue un acierto hasta en el nombre del grupo. Y hace que sus súbditos se sientan tan a gusto que cuando se quieren dar cuenta han pasado las tres horas de concierto que consiguen aumentar la devoción por el artista extremeño.
Él hace todo lo que puede para cuidar ese tesoro. También está pendiente de si a la hora del inicio del concierto aún hay mucha gente haciendo cola para entrar, en cuyo caso demora su salida al escenario, como ocurrió este sábado en Salamanca, a pesar de la incomprensión y la impaciencia de una parte de la afición.
Y los que van a la barra para tomar algo comprobarán que los precios están más bajos de lo que suele ser habitual en estas ocasiones. No es por la bajada de la inflación, es otra de las condiciones que pone para actuar, para que las clavadas a las que estamos acostumbrados no rompan el encanto que se genera en sus conciertos.
Mucho Robe.
