«Las cosas que merecen la pena están llenas de dificultades»

No rehúye preguntas y sopesa las respuestas que argumenta. Está orgulloso de haber vivido y comenzado a ser escritor en Salamanca, hecho que deja muy claro durante la entrevista. Juan Manuel de Prada vuelve a su cuna literaria y lo hace este miércoles, 2 de octubre, a las 19.30 horas en el salón de la Casa de las Conchas con Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz, de la mano del Ateneo de Salamanca.

Se cumplen 30 años de Coños, libro de pequeños cuentos que escribió cuando estudiaba en Salamanca. ¿Cuándo cree que es necesario bajarle las prendas íntimas a la sociedad?
(Silencio) Creo que la labor del escritor es decir aquellas cosas que no resultan simpáticas o agradables. La misión del escritor es ser un Pepito Grillo. Hay que apartar los velos, bajar los pantalones, mostrar la desnudez y aunque eso a veces resulte… (Carcajada) tempestivo. Pero, el escritor, a mi modo de ver, tiene que ser intempestivo, si uno no quiere ser tempestivo, trabaja en otros oficios más acordes con los tiempos. El escritor tiene que ser una voz que grita en el desierto y es intempestiva.

Permítame que juegue con el título de su primera novela, Las máscaras del héroe, ambientada hace un siglo. Durante muchos años al rey emérito se le ha visto como un héroe en España. ¿Cree que él quiso ser héroe o se escondía detrás de las máscaras?
Digamos que el régimen del 78 es una gran mascarada en su inicio, desarrollo y situación presente. Lo que tenemos que hacer, siguiendo el título de mi última novela, Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz, es abrir los ojos y dejar de creernos relatos heredados, muy bonitos, pero que son bellas falsedades. Hay que empezar a abrir los ojos en esta noche en la que vivimos y estar más despiertos.

Vuelve al siglo XX con la novela que nos presenta en la Casa de las Conchas. Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz. ¿Aparte del hambre, qué nos mueve?
La nota distintiva de la sociedad contemporánea es el miedo. En mi novela, Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz, los personajes están paralizados, azuzados por el miedo.

¿A qué miedo?
A la situación política-militar que viven. La novela está ambientada en el París de los años 40, en la 2ª Guerra Mundial. Estaban atenazados por el miedo, unos llevaban tiempo viviendo en París, otros acaban de llegar huyendo de la Guerra Civil española y todos tienen miedo al nuevo dominador de la política europea que es Alemania. De alguna manera, en la sociedad todos tenemos miedo, lo que ocurre es que lo disimulamos. Hacemos como que nos encanta el mundo en el que vivimos. Estamos llenos de derechos, libertades… Todos sabemos que es mentira. Todos sabemos que vivimos con una espada de Damocles encima, porque en realidad hoy en día la política ha dejado de ser rectora de la economía y es la economía la que rige a la política.

Explíquese.
Los políticos están al servicio del orden económico y el orden económico es cruel, monstruoso y nos tiene cogidos por sálvase la parte y nos obliga a hacer lo que él quiere. Vivimos en regímenes políticos en donde la gente se piensa que un Gobierno no puede contener el precio del aceite o de la luz, en cambio puede contener el cambio climático ¿no? Hoy día tenemos políticos que nos dicen que viajemos en coche eléctrico o que pongamos la lavadora por la noche, porque así detenemos el cambio climático, mientras ellos no cambian el precio del aceite o la luz porque son esclavos, rehenes del poder económico. Esto no tendrá solución hasta que la gente no se dé cuenta o no entienda que lo de izquierdas o derechas es todo mentira, los políticos de derechas o izquierda son esclavos de la plutocracia. Hay que abrir lo ojos.

Ha afirmado que el liberalismo crea las condiciones sociales, económicas y morales óptimas para el triunfo de la izquierda socialista y el comunismo. Por favor, explíquenos cómo manejamos que la extrema derecha esté en alza y el contrapeso, que sería el comunismo, esté fuera de juego.

Lo que se llama extrema derecha no es más que las reacciones disfuncionales de un sistema donde la gente ya no encuentra asidero, donde la gente que se da cuenta que unos y otros conspiran contra ella, se apuntan a lo nuevo. Hace unos años, España se apuntó a Podemos y ahora a otras soluciones, que son falsas, porque están permitidas por le sistema. La cuestión es que esas soluciones simplemente nacen de la sensación de impotencia que la gente piensa que no hay nada que hacer, porque gobiernen unos y otros lo hacen para el mismo. Piensa que votando a estas soluciones va a conseguir algo.

¿Qué propone?
Creo que realmente lo que hay que dejarse es de soluciones y analizar la situación. Creo que tendrán que surgir formaciones políticas, que ya no serán ni de derechas o izquierdas, o serán de derechas y de izquierdas, pero que se atreverán a atacar al enemigo.

¿Quién es el enemigo?
No son los inmigrantes, es el que genera las avalanchas migratorias, es el que ha devastado grandes partes del planeta y que quiere utilizar a las gentes que están en los arrabales del planeta como mano de obra barata. Ese es el enemigo. Desgraciadamente, el juego político de derechas e izquierdas no pueda ver esto.

Juan Manuel, ¿por qué nos hemos vuelto puritanos como si fuéramos protestantes?
Porque se ha impuesto una forma de dominación que tiene que ver con el predominio de los Estados Unidos, con la exaltación del reinado plutocrático de la economía. Digamos que se han creado las condiciones para que la mentalidad protestante florezca incluso en los países de tradición católica. Y no nos engañemos, porque la propia Iglesia se ha protestantizado. Me atrevería a decir que la mentalidad católica se distingue por la comprensión de las debilidades humanas y por el deseo de compartir el dolor del prójimo. Por un lado, una sociedad católica es consciente de nuestra debilidad y, al mismo tiempo, tenemos que crear una verdadera comunidad en donde los ricos arrimen el hombro y los pobres encuentren razones para contribuir al progreso de todo.

¿Cómo son las sociedades protestantes?
Amuralladas, en donde los puros se consideran de otra casta superior y donde hay una chusma o una gente que tiene que quedar relegada. Sí, vamos a sociedades protestantizantes, por decirlo así.

Usted que como tertuliano…
Cada vez menos, porque opiniones como la mía cada vez tienen menos cabida.

Vamos a pensar que no, porque usted es un gran conocedor de los asuntos políticos y sociales. ¿Dónde hay más cainismo, en el ámbito editorial o político?
No creo que sean ámbitos aislados, creo que de alguna manera la situación de España se percibe en todos los órdenes, en el político, en el social, en el profesional, cultural, religioso… creo que el cainismo es una nota constante de la sociedad española. En este sentido, en el ámbito político se percibe de forma más dura, pero no creo que sea distinta a lo que ocurre en otros ámbitos de la vida española.

Quedémonos con la primera parte del título de su tesis doctoral, El derecho a soñar: vida y obra de Ana María Martínez Sagi. ¿Tenía que estar en la Constitución el derecho a soñar o mejor, que soñar no esté bajo el auspicio de una ley?
No, no… porque nos confiscarían los sueños y soñaríamos lo que ellos quieren que soñemos. (Risas) Creo que los sueños tienen que ser la levadura de la acción. El realismo es la mejor escuela filosófica, uno tiene que conocer la realidad y conociéndola bien, tiene que aspirar a reformarla. Creo en aquellos sueños que nos ayudan a transformar la realidad. Los otros sueños, los utópicos, los que se desligan de la realidad y que nos hacen crear una realidad totalmente distinta a la nuestra, sin tener en cuenta la realidad en la que estamos, son peligrosos, porque nos conducen a la frustración. Muchas veces las ideologías abogan por este tipo de sueños desmesurados, creo que son un grave error. Debemos soñar a partir de la realidad, para transformarla, teniéndola en cuenta. No podemos decir: ‘ahora nos cargamos esto o lo otro’. No. Tenemos que tener en cuenta lo que está mal hecho y arbitrar las maneras de poder cambiarlo.

Si la documentación no me engaña usted admira a Gómez de la Serna. ¿A quién le haría una greguería?
(Silencio) Se la podría hacer a mucha gente. La greguería tiene que ser la mezcla de poesía y humor y se puede dirigir a la realidad entera. Muchas veces escribo con greguerías. De hecho, en Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz hay muchas greguerías. La greguería no es un dardo o una flor que le diriges a alguien, es más bien un jardín. Es una forma de ver el mundo a través de la poesía y el humor.

Hablemos de su último libro con el que vuelve a visitarnos, ¿qué recuerdos tiene de Salamanca?
Me hace mucha ilusión presentar Lo que esconde la noche. La ciudad sin luz en Salamanca. Para mí es muy importante, porque Salamanca no la incluyen las editoriales dentro de su circuito de ciudades grandes. En Castilla y León solo te llevan a Valladolid, que está muy bien, pero es que yo he vivido en Salamanca 10 años de mi vida, me fui a estudiar en 1988 y me marché en 1998.

Escribió en Salamanca…
Sí. Mis cuatro primeras novelas publicadas: Coños, El silencio del patinador, Las máscaras del héroe y La tempestad, con la que gané el Premio Planeta, lo logré y me fui a vivir a Madrid. Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz es una continuación de Las máscaras del héroe. Para mí es muy importante presentarla en Salamanca, porque de alguna manera, su origen está en Salamanca, ciudad a la que voy a ese archivo maravilloso de la Guerra Civil para documentar esta novela y otros trabajos míos.

La presenta en un buen sitio…
Sí, la Casa de las Conchas, donde Torrente Ballester presentó Las máscaras del héroe, hace 28 años. La verdad es que me hace una enorme ilusión, porque es volver a mis orígenes, es volver al lugar donde me hice escritor y para mí es un orgullo y alegría poder volver a Salamanca con Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz, que enlaza con mis orígenes de mi carrera literaria.

Y para terminar, Juan Manuel, ¿qué le diría al adolescente que escribió El diablo de los destellos de nácar?
Que le esperaba una carrera muy difícil; que la vocación que veía desde su juventud como algo luminoso tiene curvas oscuras, pasadizos subterráneos, opresivos; que tiene muchas dificultades y malezas en el camino, muchas escabrosidades, pero que merece la pena o más bien que por eso merece la pena, porque las cosas que auténticamente merecen la pena están llenas de dificultades. En este sentido, uno aprende a amar más su vocación en los momentos difíciles.