Cada 7 de octubre se celebra el Día Mundial por el Trabajo Decente y desde la Plataforma Salmantina de Entidades por el Empleo (en la que represento a la Unión General de Trabajadores) este año se ha puesto el foco en las condiciones laborales y vitales de los jóvenes.
Si ya las condiciones de trabajo para cualquier trabajador/a de nuestra provincia no son todo lo buenas que se debería exigir, ser joven y trabajador/a en Salamanca es toda una odisea.
Algo que tendría que ser una evolución totalmente natural al superar la etapa formativa y entrar en la edad adulta, conseguir un trabajo, emanciparse… para nuestros jóvenes no es nada sencillo.
Para tratar de dar alguna explicación a esto, tenemos que tener en cuenta la composición de nuestro tejido productivo. En Salamanca el 80% de las y los afiliadas-os a la seguridad social lo son al sector servicios y este se caracteriza por una alta tasa de parcialidad, temporalidad y una baja exigencia de formación de sus trabajadores -La formación de nuestros jóvenes es muy superior a la media nacional-. Lo anterior nos lleva a encontrarnos con una tasa de desempleo juvenil cercana al 35% -la media nacional es del 30% y la media de la UE del 14%-.
Si a estos ingredientes, puramente laborales, le añadimos que el acceso a una vivienda digna, tanto en alquiler como en propiedad, es una utopía para la inmensa mayoría de nuestros jóvenes, las posibilidades de que se planteen un desarrollo vital ‘normal’ son escasas. Pueden asombrar, pero los datos están ahí: el 65% de los jóvenes hasta los 29 años siguen viviendo con sus padres, la edad medía de emancipación es de 29,5 años y solo alrededor del 15% logran emanciparse con menos de 30 años.
Y si en alguna ocasión ya he hablado de la figura del ‘trabajador pobre’, aquel que a pesar de contar con un trabajo estable no es capaz de cubrir sus necesidades vitales con un mínimo de dignidad, en el caso de los jóvenes -alta tasa de desempleo, ofertas por debajo de su cualificación, alta inestabilidad laboral, alta rotación…- es una realidad y les deja un escenario verdaderamente dramático por delante.
Solamente les quedan dos caminos: resignarse al escenario que se abre ante ellos en su tierra natal o coger la maleta y probar suerte en otras latitudes. Mirando a nuestro alrededor y, a los datos de pérdida de población, vemos que la mayor parte de ellos se decantan por la segunda opción.
¿Soluciones posibles a esto? Las mismas que en cualquier caso de disfunción grave en algún aspecto de nuestra vida en sociedad: una mayor intervención de las administraciones públicas en la corrección de estos fallos del sistema.
Sin profundizar ni ser exhaustivo: políticas serias de orientación, formación e inserción laboral -y no un Ecyl convertido en un mero censo de demandantes de empleo-, control férreo de las ‘practicas formativas’ -que acaban tratando a los estudiantes como mano de obra barata y en algunos casos gratuita-, políticas potentes en materia de vivienda que reflejen que el acceso a la misma es un derecho y no un mecanismo de especulación -en Salamanca sabemos bastante de ello-…
Debemos de ser conscientes de que los jóvenes son el motor de la sociedad e inevitablemente nuestro relevo a los mandos de la misma y dotarles de medios y oportunidades para una vida digna no solo es de justicia, sino de sentido común.
1 comentario en «Trabajo Decente»
Certero, pero ¿aparte de quejarse, que hacen los afectados? En otros tiempos aquí o en países como Francia ante un problema de la magnitud, por ejemplo de la vivienda, ya estarían ardiendo las calles. Aquí sin embargo el tiempo transcurre haciendo cola durante dos días para ver a un cantante, esperando el próximo partido de fútbol, o discurriendo como hacerse con el último modelo de teléfono. Nadie va a sacarles las castañas del fuego. Así nos vá.