Se buscaba la intervención y participación de los padres en el proceso educativo, y para ello el IME se apoyaba en la psicología evolutiva. El desarrollo cognitivo y de la personalidad del pequeño se fragua en los primeros años de vida. Un buen preescolar garantiza el éxito escolar y compensa las diferencias sociales y económicas del alumnado.
Así se confirmó en la escuela infantil de Pizarrales. En el colegio Maestro Serrano las cosas pintaron de igual forma. No pretendían que el niño aprendiera a leer, lo que intentaban era crear una situación favorable para el aprendizaje y que el niño se socializase. Se daba importancia al desarrollo individualizado del niño, su personalidad, creatividad y, por supuesto, a su desarrollo cognitivo.
El Ayuntamiento aportó un millón de pesetas para cursos de formación del profesorado, formación que se realizó en colaboración con la Universidad de Salamanca. Los auxiliares de guardería que habían tenido trabajo desde 1983 pudieron acceder directamente a los estudios de magisterio, 35 personas se encontraban en estas circunstancias en Salamanca y, muchas de ellas, aprovecharon la ocasión que se les brindaba.
La Operación Piloto contemplaba prácticas para los alumnos de magisterio en la especialidad de preescolar. Se creó una Comisión de Seguimiento con representantes de cada una de las instituciones firmantes, y el MEC envió una asesora para la Comisión. La educación en niños menores de seis años se contemplaba con carácter asistencial, no educativo.
En Salamanca empezamos a trabajar con niños de cuatro a seis años. Hasta entonces no existían criterios de actuación unificada para esas edades y se dejaba al criterio de los educadores, produciéndose a veces improvisaciones, especialmente en el caso de las guarderías. La coordinadora de las Escuelas Infantiles de Salamanca fue Francisca Berrocal, a la que debemos gran parte de lo conseguido en esta materia.
La apertura de las Escuelas Infantiles favoreció la vida de las mujeres trabajadoras, que, a partir de entonces, podían dejar a su hijos a buen recaudo sin tener que pedir auxilio a abuelos o amigos.
También vino muy bien a aquellas familias en las que alguno de los conyugues o los dos se encontraban en paro. Los niños vivían la escuela en libertad. Los pequeños, una vez superada la novedad, iban al colegio con alegría, como si se tratara de una fiesta.
