La vida es un revuelto con hilos magníficos de los que tirar seguros y esperanzados, aunque haya historias de amor tristes, sabios incapaces de clavar una punta y enfermedades que tardan en curar. Nos toca desenvolvernos entre situaciones complejas a favor de cosas tan sencillas como que se pueda andar sin que te metan prisa, la mano que se levante sea para pedir calma y nadie tema que amanezca.
Estamos hechos para vivir donde las espigas crezcan verdes y a nadie se le niegue lo que necesite, y no en medio de un temporal que arranque el fruto de la tierra, donde destaquen más las sombras que las luces o prevalezca la resignación sobre el contento. Existimos para la alegría y la esperanza, nos opongamos a la violencia y la miseria, se haga porque se derriben los muros y tras cada tormenta aparezca el arco iris.
De ninguna manera se ha de consentir la intimidación, el menosprecio y la soberbia, por más que se imponga silencio, nos amenacen con el infierno y haya reyes con corona.
Hay un espacio inmenso donde plantar lo que ha de brotar libre y confiado, sólida disposición a rescatarnos de los abusos e injusticias, y pujanza destinada a promover se honre la sensatez y la decencia.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
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