Alberto Palacios, con su relato Una vez más, convence al jurado del concurso organizado por la San Silvestre Salmantina.
El jurado reconoció la excelente participación, en la que el número de microrrelatos sigue en aumento hasta alcanzar los 369 en esta XII edición, tras las elevadas cifras de 2023 y 2022 en que se presentaron 329 y 280 respectivamente.
Tras el cómputo de los votos de los miembros del jurado, se produjo un doble empate en el primero y segundo puesto con dos relatos que obtuvieron el mismo número de puntos y recibieron voto de cuatro de los cinco jurados. El empate se resolvió por el voto de calidad del presidente que había otorgado más puntos al relato que resultó ganador.
Además de los relatos galardonados con un premio en metálico, se indican a continuación aquellos que han sido más valorados por el jurado. Su publicación en la revista de la carrera queda condicionada, como indican las bases, al espacio disponible.
Microrrelatos galardonados en el XII Concurso San Silvestre Salmantina
Primer premio. # 51 Alberto Palacios Santos
Una vez más
Nadie lo sabe, pero soy un atleta de élite.
Entre abril y junio logré cruzar el desierto recorriendo la distancia de doce maratones. En julio me hice especialista en salto de altura y traté de saltar la valla, pero fracasé. Fue entonces cuando me hice nadador en aguas abiertas para cruzar hasta Melilla.
En otoño conseguí llegar a la península donde me convertí en atleta de marcha para recorrer a buen ritmo la distancia entre Algeciras y Madrid. En la capital me hice velocista de 100, 200 y 400 metros, dependiendo de lo insistentes que fueran los agentes de policía.
Por fin, en diciembre he llegado a Salamanca y, como lo único que sé hacer es correr, me he apuntado a esta carrera, la llaman la San Silvestre y parece que hay premios importantes. No creo que gane, pero estoy seguro de que, una vez más, llegaré a la meta.
Segundo premio. # 137 Margarita del Brezo
Una historia contada a la carrera
Lo primero que hago es ponerme el dorsal. Luego me recoloco la hoja de parra y, con ayuda de una pequeña rama de alcornoque, sujeto mi melena en un moño, arranco una manzana del árbol prohibido y la mordisqueo mientras me dirijo con parsimonia a la línea de salida. Adán ya está allí, haciendo ejercicios de calentamiento que solo interrumpe para lanzarme una afilada sonrisa de superioridad en cuanto me sitúo a su lado. Al oír la señal divina, echamos a correr. Desde el puente romano, la serpiente, puesta en pie, sostiene una pancarta con frases motivadoras; parece una señal de tráfico vista de lejos. A medida que me acerco a su posición, la balancea. Es la señal acordada para que yo baje el ritmo y él pueda ganarme otra vez. Pero este año no pienso caer en la tentación. Ya es hora de cambiar el argumento de esta historia.
Tercer premio. # 124 Beatriz García Sánchez
San Silvestre plateresca
No sé ya cuántos años hace que viene ocurriendo el prodigio, siempre la misma noche. Se resquebrajan los cuartos traseros del lince, las plumas de la cigüeña y la escafandra del astronauta. Agita las pinzas el cangrejo y se relame el dragón fabuloso. Estiran, impacientes, sus miembros agarrotados y una nube de polvillo áspero se eleva en el aire. Se desprenden las garras de la hojarasca pétrea. Palpitan los corazones hasta que la liebre sacude una oreja y el resto asume la derrota. El gallo, en su torre, alza la quilla y ensancha el pecho para anunciar la salida.
Pero este año hay novedad. Se ha cansado la ranita de ser mera espectadora. Salta del cráneo pulido, de un brinco se planta en la Plaza y de otro en la línea de meta.
?Dichosos advenedizos ?croa altiva la batracia, mientras le llueven vítores de alabanza y laureles platerescos.