Cada día es noticia una catástrofe, se nos plantea un problema y una desgracia se nos echa encima. A poco que nos ataña nos ponen al borde de la ansiedad. Ya saben, ese sentimiento que produce inquietud, temor y aprensión. El remedio no está en buscar culpables sino en sumar esfuerzos para hallar soluciones y ayudar a los afectados. Las disputas debilitan y desbaratan tanto como la climatología adversa.
El espejo en que hemos de miramos es el mismo, porque a todos nos concierne la situación de calamidad e incertidumbre en que se desenvuelve el mundo. Desquicios que surgen por doquier acompañados del descarrilamiento a que llevan los enfrentamientos políticos, la dejadez de funciones de algunos y las controversias entre los gurús mediáticos. Desarreglos que provocan que nos sintamos inseguros y tengamos dudas sobre el porvenir que nos espera.
La verdad, la mente no alcanza a controlar tantas emociones, sean de tristeza, rabia o impotencia. Les digo que irán a más las inundaciones que arrasan con todo si no se aprende a afrontar unidos la complicada emergencia climática a que nos enfrentamos y se desbanca a los que viven echándose la culpa unos a otros del laberinto en que nos han metido. Mejor eso que aguantar el espectáculo de necios contra ineptos y nos hagan ir y venir sin conducirnos a ninguna parte.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
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