La escritora y periodista Julia Navarro ha presentado en Salamanca su última novela, ‘El niño que perdió la guerra’, una obra ambientada en la Guerra Civil española y en la Rusia de Stalin y con los totalitarismos del siglo XX como fondo. En la que es su novena obra, Navarro confiesa haberse dejado la piel, con una ardua labor de documentación y estudio, siendo además una recopilación de sus preocupaciones y lecturas.
Con motivo de su visita a la capital charra, la autora ha charlado con La Crónica de Salamanca en una entrevista donde ha reflexionado sobre los regímenes totalitarios, la polarización en la sociedad o la problemática de las noticias falsas, así como el desconocimiento de la historia por su pérdida de peso en las aulas.
¿Cómo surgió ‘El niño que perdió la guerra’?
Uf, yo digo que quizá he necesitado toda la vida para escribir esta novela. Es un compendio de mis preocupaciones y también de mis lecturas, porque seguramente si yo no hubiese leído a Anna Ajmátova cuando era jovencita, no habría intentado saber quién era esa poeta, ni me habría encontrado una biografía llena de dolor por la persecución implacable a la que le sometió Stalin.
No hay un momento determinado, yo creo que mis lecturas, mis preocupaciones por lo que han significado los totalitarismos en el siglo XX y lo que significa el problema de la identidad… todo eso está plasmado en esta novela.
¿Qué busca con esta novela?
Yo lo que busco cuando escribo es no dejar indiferentes a los lectores. Es decir, que en lo que cuento haya elementos que puedan invitar a la reflexión, que no sea una lectura banal.
¿Y qué ha supuesto para usted este proyecto?
Han sido años de trabajo, años de buscar, de documentación para ser precisa en todo lo que contaba… Han sido muchos años de trabajo y para mí ha sido un desafío como proyecto.
¿Qué diferencia a su último libro de los anteriores?
Cada libro es diferente, cada libro tiene vida propia, cada libro responde a un momento determinado, y este es un libro que se ha ido gestando a lo largo de muchos años, es un libro desgarrador, que interpela al lector sobre sus propias condiciones.
¿Por qué la Guerra Civil?
Porque hay dos momentos en el siglo XX que yo creo que son importantes. La Guerra Civil española marcó a toda una generación, no solamente en España, sino fuera de nuestro país, porque aquí vino gente de todas partes del mundo a luchar contra el fascismo. Por otra parte, está la Unión Soviética, que generó desilusiones también en muchísimas personas y que resultó ser un gran fracaso. Como resultado de ambas, el fascismo y el comunismo se consolidaron y han tenido efectos en todo el mundo a lo largo de los últimos dos siglos, marcando la vida de países y de personas. Por tanto, era una manera de reflexionar sobre estos dos fenómenos.
¿Los niños son los grandes perdedores en las guerras?
Siempre lo digo, los niños pierden las guerras de sus padres, los niños no han elegido las batallas, tienen que asumir las batallas de sus padres porque les afectan directamente, si sus padres pierden la guerra, ellos pierden la guerra, ellos son también los perdedores.
También reivindica en su obra el papel de las mujeres…
No es tanto una reivindicación del papel de las mujeres, sino que es recordar que siempre hemos estado ahí y que ha habido mujeres en todos los ámbitos dedicados a distintas cosas a lo largo de la historia. Aunque los historiadores no nos han hablado mucho de ese papel de las mujeres en la sociedad, yo he querido decir que las mujeres en esa época estaban allí, y que en el mundo de la cultura su voz ya se abría paso y que ellas fueron también víctimas de esas dos ideologías totalitarias tan devastadoras.
El libro versa sobre un niño en plena Guerra Civil. ¿Cree que hay mucho desconocimiento entre los jóvenes de hoy en día sobre esa etapa de nuestra historia?
Yo creo que entre los jóvenes de nuestro país hay desconocimiento sobre toda nuestra historia, también sobre esa etapa. Entre otras cosas, porque la historia se ha convertido en una asignatura menor, en la que estudian tramos de la historia, pero no estudian una historia que comienza en la Prehistoria y termine en nuestros días. Las humanidades han desaparecido prácticamente de los currículos escolares y, por tanto, nuestros escolares, en materias como la filosofía, la historia, geografía, arte, etc., realmente son muy exiguos porque las humanidades han sido desplazadas poco a poco de los planes curriculares y se han convertido en asignaturas menores.
¿El que olvida su pasado está condenado a repetirlo?
Aunque conozcas el pasado, desgraciadamente se repite. Lo que pasa es que el conocimiento del pasado es necesario para saber cómo es el presente, cómo hemos llegado hasta aquí y, sobre todo, qué futuro queremos construir. Pero, por desgracia, conocer el pasado no impide que a veces ese pasado, aunque con formas diferentes, se repita. O sea, hoy en día sigue habiendo dictaduras en todo el mundo. Pero el pasado hay que conocerlo para entender el presente. Para entendernos a nosotros mismos tenemos que saber de dónde venimos.
¿Cómo ve la polarización que hay actualmente?
La polarización que hay en el mundo… estamos cada vez dividiendo más a la sociedad y me parece absolutamente preocupante. Cuando no somos capaces de escuchar al de enfrente, a la persona que no piensa como nosotros, de alguna manera lo consideramos un enemigo. Cuando nos creemos en posesión de la verdad absoluta y no queremos escuchar las razones del contrario, estamos condenados a cometer errores.
¿Y en el caso de España?
España no es diferente al resto del mundo. Una sociedad polarizada es una sociedad que no se escucha, es una sociedad en la que los dos polos se atrincheran en sí mismos y son incapaces de escuchar al de enfrente. Y solo a través del diálogo y a través del debate podemos avanzar. Pero, sobre todo, hay que respetar a los de enfrente.
¿Los bulos son parte del problema?
Los bulos son parte de que han cambiado todos los paradigmas de nuestra sociedad a través de las nuevas tecnologías. Antes, los medios de comunicación eran la prensa, la radio, la televisión…, y digamos que había una responsabilidad en lo que decían los medios. Ahora, a través de las redes sociales, cualquiera de forma anónima puede decir lo que quiera, puede ofender, puede mentir, puede difamar… y eso no tiene control. Por tanto, los bulos son una consecuencia de cómo han cambiado todos los paradigmas de nuestra sociedad a través de las nuevas tecnologías.
Pero son parte del presente, es decir, no caben lamentos, las nuevas tecnologías son el presente y el futuro, por tanto, están ahí. Lo que tenemos que reflexionar es cómo podemos defendernos como sociedad de los bulos y de las mentiras. Y eso solamente puede hacerse desde la educación, porque solo los ciudadanos que tengan una formación, que tengan conocimientos, serán capaces de discernir, o por lo menos intentarlo, entre los bulos y la verdad.
Usted como periodista, ¿cuál cree que es la solución para combatirlos?
Ya no ejerzo. (Carcajada)
No la tengo. Si la tuviera la diría, pero no la tengo. Yo creo que eso tiene que ser fruto de una reflexión colectiva. No se trata de poner fronteras a la tecnología más allá de las que ya hay. Es decir, la tecnología está ahí y es muy difícil ponerle fronteras. Yo entiendo que la única manera de luchar contra los bulos es tener ciudadanos bien formados e informados.
La base de la novela son los totalitarismos, ¿esto se debe al contexto internacional que estamos viviendo?
Se debe a que, desgraciadamente, los totalitarismos que se vivieron de forma tan absolutamente brutal en el siglo XX siguen presentes en el siglo XXI. Ahora a lo mejor vestidos con otros ropajes, pero si cogemos un mapamundi y vemos cuántos países hay democráticos, nos daremos de bruces con una realidad aterradora, y es que la mayoría de los países que hay en el mundo no son democráticos.
Nosotros vivimos en un régimen de libertades y a veces pensamos que el resto del mundo es igual. Y no es cierto, en el resto del mundo, desgraciadamente, hay una mayoría de ciudadanos que no viven en libertad.
Usted ha estado en Salamanca anteriormente presentando sus obras o firmando libros, ¿tiene alguna anécdota curiosa?
La verdad es que yo soy una visitante asidua de Salamanca, no solo voy cada vez que presento un libro, sino que hay muchos fines de semana que mi marido y yo vamos a pasar el día a Salamanca, y nos encanta perdernos por sus paisajes. Salamanca para mí también es una ciudad que sigue siendo ese foco de cultura tan importante, no solamente una cultura que ha irradiado al resto de España, sino que yo creo que sería difícil explicarnos sin la historia de Salamanca, que ha impregnado en la historia de España, pero no tengo ninguna anécdota especial. (Risas)
¿Cuál es su rincón favorito?
A mí me encanta no solo la ciudad, me gusta mucho caminar sin rumbo. Pero el centro histórico de Salamanca… Es una ciudad en la que tienes la sensación de que todo te habla, es una ciudad viva, en la que las piedras hablan, una ciudad en la que siempre aprendo algo, en la que tengo esa sensación de que nunca me deja indiferente. La Plaza Mayor es de una belleza increíble, la Catedral, el Convento de San Esteban… es que son tantas cosas que te dejan sin habla. Además, siempre tengo la sensación de que no la termino de conocer, siempre hay algo nuevo que digo, ‘¿cómo no me había fijado en esto?’.