Algunos, en vez de ayudar, están extendiendo aún más el fango en Valencia, propalando insultos y bulos sobre la actuación de Cruz Roja en el desastre de las riadas. Vienen diciendo que la organización atiende más a inmigrantes que a españoles; que no ha estado en las zonas más afectadas; que ha destinado el 92% del dinero asignado a gastos de personal o que destruye la ropa y los medicamentos allí enviados (lo que es verdad en parte, pues algunos no están en condiciones de ser distribuidos).
Por suerte, los medios de prensa atestiguan una realidad distinta de la que indica “esa banda de buitres y carroñeros que aprovechan cualquier desgracia para sembrar la desconfianza en las instituciones y el odio en la gente”, según les califica Óscar Puente. Desde el primer momento Cruz Roja desplegó 49 equipos de voluntarios, que han ido aumentando hasta hoy en toda la zona, dando asistencia a unas 140.000 personas, repartiendo 70.000 raciones de comida y ayudando en tareas de evacuación, alojamiento, atención personal y recuperación de viviendas. Y allí seguirá mientras sea necesario. Nada de esto debe sorprender, pues responde al estilo de trabajo habitual de Cruz Roja, que colabora con otras ONGs, voluntarios, bomberos, militares y Guardia civil para afrontar la dramática situación. Un trabajo que sin duda hubiera sido más rápido y eficaz si el gobierno de PP-Vox no hubiera suprimido la Unidad Valenciana de Emergencias hada más llegar al poder.
Al parecer a la ultraderecha (gente como Alvise, uno de los que han alentado esta campaña) no le cae bien Cruz Roja desde que se difundió por todo el mundo la imagen de la voluntaria Luna Reyes abrazando a Abdou, inmigrante senegalés que lloraba desolado en la playa del Tarajal tras cruzar la frontera de Ceuta en mayo de 2021. Eso les rompió unos esquemas racistas -antítesis de la humana actitud de Luna-, que les llevan a atacar y privar de ayuda institucional a entidades de solidaridad con inmigrantes, como ha ocurrido recientemente en Burgos. Alli, la masiva e indignada reacción ciudadana ha obligado a dar marcha atrás al ayuntamiento del PP, que había cedido a las presiones de Vox.
Este fango ideológico y moral llega hasta las universidades. Hace pocas semanas oí a un profesor en la facultad de Derecho (que venía de la U. Loyola) afirmar que las ambulancias de Cruz Roja desplegadas en Líbano llevan montadas ametralladoras en sus cabinas. (Lo que no dijo es que esa patraña la ha difundido el ejército judío como “justificación” para atacar a alguna, como ha hecho con hospitales). Item más: que era dudosa la cifra de 43.000 víctimas mortales palestinas, pues el dato proviene de los propios palestinos. (Tampoco dijo que la información está avalada por NN.UU. y las ONGs allí operantes). Y para rematar trató de hacer ver al auditorio que, aun dando por válida la citada cifra de víctimas, estas “solo” suponían el 2 % de la población palestina, lo que excluye conceptualizar lo que está pasando allí como genocidio. (No precisó cuántos palestinos más tendría que matar el ejército judío para llegar a ese escalón de la infamia: ¿60.000?, ¿100.000?, ¿el 50 %? …)
En el coloquio, respondí indignado al ponente. Y me sorprendió que nadie en el auditorio, ni en la mesa, replicara ante semejantes barbaridades, aparte de mi. Quiero pensar que esto solo es una anécdota, no un preocupante síntoma de atonía moral y política en la USAL.
(Para más inri, la ponencia versaba sobre la desinformación y los métodos para detectarla y combatirla).