Vino a presentar su último libro La belleza del otro y asaltamos a Antonio Praena casi, casi cuando iba a coger un tren que lo llevaba de vuelta a Valencia. Durante la charla hablamos de Valencia, de la Dana, de la solidaridad de la base, de poesía, de fe, de su Granada natal, de su paso por Salamanca siendo estudiante. Lleva fuera de Granada desde los 19 años, pero su acento granaíno, aunque no lo escuchen, se desliza por toda la entrevista.
La pregunta es obligada al vivir en Valencia. ¿Cómo está todo por allí?
Valencia está por un lado muy solidaria. Ha sido sorprendente la movilización, especialmente de gente muy joven. Y, a la vez aguardando con una cierta indignación para ver lo que ocurre en los próximos meses.
¿Por qué?
Porque la confusión a nivel político e institucional se deja notar en la calle. No hay debate, no hay pelea, porque la gente está movida por la adrenalina, por salir adelante, por rehacer su vida… Valencia es una ciudad muy emprendedora, dinámica, arriesgada… Van a sobrevivir y sacar su vida…
Hay una especie de calma chicha…
Sí. Esperando a que todo se solucione de la mejor manera posible y veremos cómo deriva políticamente. A mí me ha sorprendido realmente porque la movilización ha sido inmediata. Ha nacido de la gente, no te voy a decir ni de la base, porque no era un factor ideológico, ni un tipo de joven o persona. Te encontrabas con pijos, niñas bien, monjas, rastas… He notado como que hay una generación de diecitantos o veintitantos que tienen otras sensibilidades. A mí, me cuesta menos entenderme con ellos que con otras generaciones.
¿A qué se refiere?
Hay una generación que tapa los afectos, incluso el aspecto psicológico de las relaciones humanas. No sé si será una tontería, pero yo lo noto. Quizá están menos formados en cosas de Literatura o que leen cosas malas o tienen menos criterios en cultura genera. Pero, en ese aspecto de sensibilidad humana los veo como más receptivos y serenos.
Hemos encontrado belleza en el otro…
Uff. Belleza moral.
Hay muchas bellezas, jugando con el título de su último libro.
Sí. Voy a compartir una historia. Acudí a ayudar a un amigo mío que es musulmán, que tiene un bajo en Benetússer. Fui varios días, en uno de ellos, coincidí con otro amigo suyo, también argelino y su hijo, desguazando mucho. A la hora de comer, pusimos bolsas de basura negra abiertas en el suelo que estaba más limpio. Yo convenciéndoles de que era pavo, no había cerdo. Es como la belleza no calculada, la de mostrar lo mejor sin que nadie te lo pida y sin mirar quién eres o qué crees.
Si no fuera así, sería feo.
Quizá como sociedad hemos madurado, al menos la base. La sociedad española es muy solidaria. Hay momentos en los que se muestra. Si no fuera así, tendríamos que plantearnos qué está pasando. Si no hubiéramos sabido reaccionar era para plantearse en qué lugar estamos. Me alegro que lo hayas dicho así, porque como cura a veces se dice que si se han perdido valores y a lo mejor no, quizá es que hemos aceptado que cada uno tiene los suyos y algunos son comunes.
Ha hablado de una faceta suya, la de religioso, pero tiene otra, es poeta y además de Granada ¿Qué tiene el agua de su tierra que da tantos poetas?
El agua de Sierra Nevada es buena y limpia. Sinceramente, lo que creo es que cuenta mucho la tradición. Granada tiene tradición cultura y se acaba recibiendo y aprendiendo. Hay gusto por la poesía, recitales, talleres… hay referentes y es donde nace la cultura. ¿Qué pasó con Sevilla en el siglo XVII? Pues que dio a Velázquez y Murillo, entre otros.
Y en su tierra…
Cierto pique. Granada en la década de los noventa tenía varias escuelas de poesía y estaban picadas.
Cuéntenos.
Estaba la Poesía de la Experiencia, del que era abanderado Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, granadino, vecino y amigo. Luego estaba una poética más culturalista, más formal… Esos pequeños piques acaban incentivando la poesía.
¿Cómo sería la vida si no hubiera actos de amor?
(Silencio) El amor está verbalmente sobrevalorado, utilizado y un poco prostituido. Es algo que todos necesitamos y la sociedad y el mercado se han dado cuenta. Para vendernos colonia, ropa, viajes… amor. Se ha creado una idea del amor demasiado romantizada, con un idealismo muy irreal y que espera resultados y algo agradable, incluso a veces, egoísta… El amor real no es ese. Se ha creado una imagen del amor muy comercializada, venial y perfumada. En algún poema digo que estamos seducidos por los dientes blancos, los trasplantes de pelos… para ser adorados y queridos.
El amor sostiene…
Los actos de amor, tal y como yo los entiendo, son de entrega, de heroicidad y no son tan brillantes. La cotidianidad de personajes pequeñitos, en el libro de ‘Actos de amor’ hay un poema que es una historia real, donde cuento que había una mujer que venía a Cáritas, más pobre que nada, y un año por Navidad llevó una pastilla de jabón de Heno de Pravia para cada uno de los frailes del convento. Es un acto de amor, alguien que tiene poco y da las gracias así. Este tipo de actos son los que sostienen el mundo. El amor más que un sentimiento, que lo es, es también una decisión y un compromiso concreto. ¡Qué hubiera sido de muchas familias si la mamá o el papá prescindieran de cosas que le encantaría para pagar el cole! o cuando la crisis que los abuelos compartieron las pensiones.
Antonio, ¿cómo se afronta la vida cuando hay fe?
(Silencio) Muchísimo mejor. La fe no es fácil. Es un don que dice la Teología, te viene cuando te viene y cuando menos lo esperas. La fe te lleva a un convencimiento. Responder a algo que te han enseñado, pero que no has hecho tuya y no te da respuestas, es mejor ser valiente y coherente y decir que no tienes fe.
¿Qué ocurre cuando la tienes?
A mí me salva de muchos momentos de melancolía muy absoluta o de tristeza. Momentos en los que no tocas fondo y pensar que realmente está ahí y creer en un Dios personal que me quiere, me conoce, me acepta, me mima… a mí me levanta de momentos muy tristes.
Me encanta el título de este libro. ‘Yo he querido ser grúa muchas veces’…
(Risas)
Pero, para cargar o para otear el horizonte desde lo alto.
Es más la de cargar con ladrillos, sacos de cemento… las grúas son constructivas. En el poema que da título al libro es que las grúas son amigas de los pájaros. Es una imagen que me fascina. Además, mantienen un equilibrio que no te lo crees, cómo pueden estar tan altas y manejar ese peso…
¿Es fácil perder el rumbo como su personaje de ‘Historias del alma’?
Muy fácil. El personaje está hecho a retazos de la vida real. Es un tipo de clase media alta y que a mí me surgió visitando a un tío mío que era portero en una finca del barrio de Salamanca en Madrid. Me fascinaba ver los viernes por la noche los coches de alta gama y en la calle se ponían chicas de alto standing. Detrás de ese tipo bien corre la droga, la prostitución… y luego se fueron sumando cosas.
¿En qué sentido?
Hay a personas que tienen fascinación por el arte, pero no tanto por la belleza, más bien por el consumo o la compra de arte, por la moda cada vez más cara o elitista. Se ha convertido en una especie de religión que llena un vacío de sentido, que es la postmodernidad. Hemos dejado de creer en la modernidad, en los grandes ideales de la Ilustración, que se concretaban en el Marxismo o Fascismos. Es la crisis de la Modernidad, en el Cristianismo ya habíamos dejado de creer…
¿Qué nos queda?
El vivir bien, el ahora, el instante más que el futuro….
El hedonismo era de los griegos…
Sí, pero el hedonismo era más el gozar de la vida. Soy defensor del placer, de una vida sexual sana… y lo digo desde el Cristianismo. Santo Tomás o Aristóteles lo dicen, la finalidad última de la vida es ser feliz. Hemos venido a ser felices. La cuestión es que no eres feliz porque te falta siempre algo y estás tratando de llenar con cositas, que te cansas de una y vas a otra, como ocurre con las relaciones. Siempre quieres más, cambiar de coche… esa insatisfacción a la que me refiero de fondo.
¿Nos alejan las redes sociales de la realidad cotidiana?
Absolutamente. Nos crean una imagen ficticia y nos vemos obligados a proyectar una imagen de éxito o felicidad que no siempre se corresponde con la realidad. Esto me parece que es un problema muy real, no teórico, que lo vemos en los jóvenes que a veces tienen dificultad para entablar relaciones reales y que se relacionan con su medio a través de las redes sociales, que a veces proyectan una imagen que no es la suya.
Luego está el acoso…
También y vemos los índices de suicidios. Falta consistencia en la relación, las familias pueden estar muy fragmentadas y los adolescentes quedan en una especie de limbo. La imagen se puede crear y destruir en un mismo instante, porque un ‘like’ no es la vida real, no va a sustituir nunca un abrazo. La presencia del otro que te da algo irrepetible, propio y que no te lo da una pantalla.
¿Qué es el homoerotismo masculino para un religioso?
(Risas) También para un laico. Lo que significa es la realidad, que creo que cada vez la asumimos más, aunque todavía queda, de que hay diferentes formas de querer. Tengo que tener cuidado porque me dedico a dar Teología. Ahora estamos en un momento bien, pero puede cambiar el momento y me puedo quedar sin trabajo. Aceptar la realidad y las diferentes opciones sexuales que hay. Así como en la naturaleza hay mil maneras bonitas de ser una flor, en la naturaleza humana existe y es una realidad.
Explíquese.
Cuando has sido negado y has hecho sufrir a mucha gente, todavía en muchos lugares del mundo ocurre, incluso en nuestras sociedades civilizadas y modernas genera violencia, no sé por qué. Creo que hay que reconocer esa realidad, que es tan antigua como el mundo, nos hace crecer, nos enriquece, porque al final lo que cuentan son las relaciones humanas y mirar a la corporalidad, no a la forma de sentir o de sentirte atraído, somos querer y somos cuerpo y pasión…
Antonio, la poesía toca todos los temas díganos: ¿lo dicho con un verso suena mejor?
Soy partidario de la poesía como un acto de comunicación, más que de idealización. La poesía es lenguaje y, por lo tanto, es el instrumento de comunicación por excelencia de lo humano. En este sentido, no idealizo demasiado. Aunque sea excelente la poesía no creo que se pueda decir todo o que estás por encima. Creo que el poeta siente lo mismo que los demás, incluso somos más malos que los demás. Solo tenemos un instrumento con el que hacerlo, igual que el que sabe tallar la madera o la piedra. El poeta trabaja con el lenguaje. La poesía no salva al mundo, el mundo lo salvan los médicos, los políticos, los que limpian… La poesía es un servicio más.
Ha hablado de la inteligencia de Dios. ¿Qué coeficiente intelectual tiene Dios?
Bueno. Es más bien el conocimiento que el hombre puede tener de Dios, más que de la inteligencia. Contestando a la pregunta, la inteligencia es diferente a todo lo que podamos decir de ella. Esto también es un clásico, de la inteligencia de Dios sale todo, lo que vemos y lo que no vemos y lo que pudiera ser. ¿Por qué no hay una flor que se repita a otra o una nube? Hay miles de galaxias, de mundos, de seres… Sentimientos y personas irrepetibles, para mí todo ha salido de la inteligencia de Dios. Para mí, es una fuente infinita de creatividad. Para mí eso es el creador.
¿Cuánto queda del niño que conservó un jersey tejido en las noches de su infancia?
Queda más de lo que estoy dispuesto a aceptar. (Risas) En el último libro escribo un poema dedicado a mi padre. Soy de un pueblo de Granada, que se fue a estudiar a Valencia, pasó por Salamanca y ahora voy de un lado para otro solo. Soy célibe y vivo como tal. Recuerdo mucho a la familia, al pueblo, a mi padre… Me he dado cuenta que hay una parte inocente dentro de mí, que no abandonas nunca y que a veces me hace la cabronada de aflorar fuera y de que me pone en una situación de emotividad, porque sigo anhelando eso. El poeta tiene que ser siempre un niño y en mí hay un niño. La poesía es como mirar el mundo por primera vez, con asombro… y hablo de cualquier cosa, de lo cercano a la realidad… y lo tiene que proponer así al lector. La poesía es poner delante del ojo lo que nos rodea, pero visto de otra forma.