Gran tranquilidad da no ser esclavo de la riqueza de los demás ni tirano de lo propio, estar por poner satisfacción en la vida cotidiana, alegrarse al lado del que está contento, sentir júbilo porque a nadie se le pueda excluir de hacer suyos los azules del cielo y los frutos de la tierra. Les digo que andar por encima del agua no es posible, pero sonreír y saludar a todo el mundo es don que tenemos concedido.
Aquí, con montones de bancos, iglesias, palacios y juzgados, gente de bien, museos y tiendas de todo a cien, no se está mal. La verdad, es una ciudad de la que ha desaparecido la maleza, se limpian las calles todos los días y en cada casa de los grifos sale agua. Gusto da que en los jardines las plantas estén en flor, las fuentes no dejen de manar y al que llega se le dé la bienvenida. La música que suena es de clarines y los triunfos se premian con laureles.
Algo exagerado es, pero es bueno poner a veces la imaginación por delante del conocimiento; mejor que vernos desenfocados en un escenario a punto de malograrse, a pesar que haya planes de sesudos políticos, excelentes financieros e inteligentes promotores, para que antes que acabe el siglo cada tres años se cumpla uno, se estrenen zapatos cada poco y no haga falta recargar las baterías. Bueno es saberlo para dormir tranquilos en tiempos que acertar con la verdad es una lotería y quienes te piden hacen parezca que dan.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
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