La interacción entre filantropía y elusión fiscal ha generado intensos debates en los ámbitos económicos, políticos, sociales y éticos. Si bien la filantropía, definida como “la contribución voluntaria de recursos privados para fines de interés público”, desempeña un papel crucial en áreas como la salud, la educación, el medio ambiente y la cultura, su conexión con los sistemas fiscales plantea importantes interrogantes sobre altruismo, justicia y equidad tributaria.
El incentivo fiscal como motor de la filantropía
En numerosos países, los sistemas tributarios ofrecen incentivos fiscales como deducciones en el IRPF, exenciones en el impuesto de sociedades o en el de sucesiones, para quienes realizan donaciones a organizaciones sin fines de lucro. En España, la Ley 49/2002 regula estos beneficios, permitiendo deducciones significativas en distintos tributos por las donaciones a entidades acogidas a este régimen.
Estos incentivos buscan promover la solidaridad y canalizar recursos hacia sectores que carecen de suficiente financiación pública. Sin embargo, su implementación puede derivar en prácticas de elusión fiscal. Algunas personas y empresas con altos ingresos aprovechan estas ventajas para reducir su carga tributaria, sin que ello implique una contribución proporcional al bien común. Así, se difumina la línea entre un gesto altruista y una estrategia fiscal destinada a optimizar impuestos.
Estructuras filantrópicas y elusión de impuestos
Una de las prácticas más controvertidas es el uso de fundaciones y fideicomisos benéficos, que no solo facilitan las donaciones, sino que también permiten a los donantes mantener el control sobre los recursos donados, obteniendo beneficios indirectos. Por ejemplo, una fundación puede financiar proyectos alineados con los intereses personales o empresariales de su fundador y reducir su contribución al sistema tributario común gracias a los incentivos fiscales.
En algunos casos estas estructuras se utilizan para evitar impuestos sobre ganancias de capital, herencias o patrimonios, trasladando activos a entornos fiscalmente más favorables. Casos emblemáticos como la Bill & Melinda Gates Foundation o la Chan Zuckerberg Initiative han sido objeto de críticas por mantener un control significativo sobre los recursos donados mientras disfrutan de considerables beneficios fiscales.
En España, ejemplos como la Fundación Amancio Ortega, que ha donado equipos oncológicos a hospitales públicos, o las fundaciones de Banco Santander, La Caixa e Iberdrola, evidencian cómo estas entidades combinan un impacto social positivo con intereses estratégicos y ventajas fiscales. Si bien sus iniciativas benefician a la sociedad, también suscitan debates sobre su rol en la optimización fiscal de grandes fortunas y corporaciones.
Estos ejemplos ilustran cómo la filantropía puede generar un impacto social positivo, pero también cómo pueden enmarcarse en un contexto fiscal que favorece a grandes fortunas, abriendo el debate sobre la necesidad de mayor regulación, transparencia y equilibrio entre incentivos fiscales y una contribución tributaria justa e, incluso, si no son directamente una forma de maximizar los beneficios fiscales de grandes contribuyentes.
Cuestiones éticas y sociales
La vinculación entre filantropía y elusión fiscal plantea dilemas éticos relevantes. Por un lado, el riesgo de que las prioridades sociales sean definidas por las élites económicas en lugar de por políticas públicas democráticamente legitimadas. Por otro, la disminución de ingresos fiscales puede limitar la capacidad del Estado para financiar servicios públicos esenciales, profundizando desigualdades estructurales.
Rutger Bregman, un historiador holandés, autor de «Utopía para realistas» y «Dignos de ser humanos», es una voz destacada en el debate sobre filantropía y elusión fiscal por las élites económicas y las grandes corporaciones. Durante el Foro Económico Mundial de Davos (2019) Bregman criticó abiertamente a los asistentes (muchos de ellos multimillonarios y líderes de grandes empresas) por hablar sobre filantropía y causas sociales, mientras evadían su responsabilidad de pagar impuestos justos. En su intervención, afirmó: Dejen de hablar sobre filantropía y comiencen a hablar sobre impuestos. Impuestos, impuestos, impuestos. Todo lo demás es una distracción; pagar impuestos no es solo una obligación legal, sino una muestra de solidaridad social: los impuestos son una herramienta para construir sociedades más cohesionadas, en lugar de depender de soluciones caritativas que perpetúan relaciones de poder desiguales.
Hacia un equilibrio sostenible
Para evitar que la filantropía se convierta en un mecanismo de privilegio fiscal, es esencial fortalecer la regulación y la transparencia en torno a las donaciones y sus beneficiarios. Entre las posibles medidas se incluyen: regulaciones más estrictas que garanticen la independencia de las fundaciones respecto a sus donantes; auditorías rigurosas para asegurar que los recursos filantrópicos se destinen a fines legítimos de interés público; limitaciones a las deducciones fiscales basadas en el impacto social de las donaciones y un sistema tributario más equilibrado que fomente la redistribución progresiva.
En última instancia, la filantropía puede ser complementaria a un sistema fiscal justo, siempre que no sustituya la responsabilidad fiscal con soluciones caritativas. Solo a través de una regulación adecuada y un equilibrio sostenible se logrará maximizar su potencial como herramienta para el desarrollo social y la equidad.
Por. Miguel Barrueco Ferrero, médico y profesor universitario
@BarruecoMiguel