Manuel Rodríguez Barba decidió hacerse escritor con la vida saboreada y, según confiesa, por placer, para entretenerse y decir lo que piensa sobre sobre el mundo y la gente. Defiende a capa y espada a los jóvenes como depositarios de cualquier expectativa de cambio, aunque los de ahora se extrañen porque haya que pagar el alquiler y, además, esté caro. Este martes presenta su cuarta novela, Sombras en el jardín (Casino, 19.30 horas)
¿Qué se va a encontrar el lector en su nuevo libro?
El propósito de escribir una novela es hacer que una ficción parezca realidad. Atraer al lector, atraer al lector mediante descripciones que despierten su interés y hacerlo con el mayor atractivo posible, sea sencillo de entender y convincente. En el caso de esta novela, Sombras en el jardín, hablo de las ganas que todos ponemos en ir donde ser felices hasta que nos percatamos que tenemos alrededor de todo y bueno.
Dice que es un viaje emocional a través de una ciudad confusa y arbitraria.
Mis personajes son de los que se pueden encontrar en el trabajo, en el café, en la parada del autobús o son vecinos. Es gente corriente, gente que está a buscar encontrar un sitio donde esté a gusto. Gente que, como la mayoría, si no le das la razón se la dan ellos.
Y habla de los rebeldes y de los amansados. ¿Estamos más rebeldes que amansados ??o más amansados ??que rebeldes?
Yo creo que amansados ??estamos a la fuerza y ??rebeldes somos por convicción. Yo entiendo al rebelde como la persona que busca ser feliz en esta vida, no estar en contra de todo ni autoengañarse. El rebelde no es ser violento ni estar contra todo. Para mí, el rebelde es el que busca ser feliz en esta vida. Una cosa sencilla y simple procurando no romper nada.
¿Y cuál es la receta para la felicidad?
La felicidad para mí es la autoestima primero. Después, ser optimista, y la tercera cosa, para que no se caiga la mesa, una actitud positiva. Las personas que son optimistas y son positivas, normalmente realizan cosas. Con llantos y con quejas, lo único que se hace es retrasar lo que uno busca hacer y, además, molestar al vecino.
¿Te gustan los personajes atormentados? ¿Por qué?
No, bueno, atormentados no. Que buscan dejar de estar atormentados. Lo que sí entiendo es que se vive una vida que no es la que uno quisiera. Todo el mundo quiere encontrar un sitio en la vida donde estar a gusto y que esté hecho a su medida y le echa la culpa al mundo. El mundo parece que no le deja vivir con gusto y él trata de empujar en un sentido y en otro para encontrar ese sitio, sentarse y disfrutar de la vida. O sea, que no son personajes atormentados, sino que son personajes que quieren encontrar la felicidad, estar a gusto, empujando algunas veces a los demás. Pero atormentados, atormentados, no creo que estén. Lo que están es con ganas de ser felices.
¿Y sabemos hacia dónde vamos?
Yo creo que sí. Somos más listos de lo que parecemos. Yo he entendido siempre que la gente no hace lo que no puede. Es decir, que normalmente todos en general vivimos en el mundo guardando el equilibrio entre lo que se quiere y lo que se puede. Lo que se quiere, pues ya sabemos lo que es, lo que decía antes, ser felices, estar a gusto, tener la razón aunque no la tengas y de lo que te equivocas no dar cuenta. Ahora, en general, yo entiendo que la gente no se preocupa tanto por cómo están los demás, sino por hacer para estar bien ellos. Lo normal.
¿Ahora ve cierta confusión entre la gente o lo que hay es más ignorancia que confusión o confusión generada por la ignorancia?
Bueno, vivimos en un momento que no es original. Quiero decir que, aunque siempre que llueve se dice que como hoy no había llovido nunca, si miras las hemerotecas ha llovido siempre de la misma manera. Es decir, que los problemas que existen ahora, políticos, sociales, personales, económicos, han existido siempre. Que haya otros personajes con otros nombres, sí, pero la historia se repite siempre y las soluciones también. Yo entiendo que actualmente la situación no es catastrófica. Es que a algunos les interesa que aparezca siendo catastrófica. Es decir, que parece que hacen la herida para luego venderles la venda. Yo creo más en los políticos, en la gente razonable que cree que esto no va bien y tiene que ir mejor, pero no porque vaya mal, sino porque siempre la tendencia del humano, de las personas, de la historia, de la sociedad es ir a mejor.
Se le ve muy comprensivo con los jóvenes. A mí no me dan ninguna pena.
Yo de los jóvenes siempre hablaré bien, porque los que han hecho siempre los cambios son los jóvenes. Quienes han aparecido con la bandera en la vanguardia siempre han sido los jóvenes. Puede que otros hayan escrito para que aparezcan en grandes titulares en la prensa, en la televisión o en un reclamo puesto en un barco, pero quienes han hecho avanzar la historia siempre han sido los jóvenes. Y la generación que marca los adelantos que haya en tecnología, en educación, en sanidad, siempre son los jóvenes. Hablar mal de los jóvenes es querer ocultar las propias carencias. Es decir, que estamos mirando, queriendo mirar el presente con los ojos del pasado. Yo siempre creo que hay que mirarlo con los ojos del presente. Y el presente son los jóvenes, no somos nosotros. Nosotros estamos mirando el mundo como si estuviéramos con 30 años. No, no, tenemos 70, 60 o 50 y ellos tienen 20 y 30. Son los que hacen funcionar el mundo y lo hacen funcionar cada vez mejor.
Sí, pero les sorprende que con el sueldo haya que pagar el alquiler y que sea caro, como si a los demás no nos clavaran en su día con el alquiler. Y a ellos les parece que está carísimo y hay que pagárselo.
Bueno, los políticos tienen un cartel y un discurso que da pena. A los jóvenes no les sorprende que haya que pagar el alquiler, ni les sorprende que el jefe no quiera aumentarles el sueldo. Lo que les sorprende es que haya políticos que se aprovechen de ese discurso para vivir ellos a costa precisamente de ellos. O sea, que los alquileres siempre han costado dinero y nunca se ha vivido mejor que ahora, no porque haya subvenciones, sino porque se ha incorporado la mujer al trabajo, porque la tecnología hace producir más barato, etcétera, etcétera. Los jóvenes no se sorprenden de que se tropiecen, lo que les sorprende es que los que se tenían que tropezar y se tenían que caer están sentados en un sillón. Y encima hablan mal de ellos.
¿Y cómo ve un optimista recalcitrante como usted el auge de la extrema derecha?
El auge de la extrema derecha se puede ver desde dos perspectivas. Una, política, que está avanzando por temas puntuales como la inmigración. La otra no es ninguna sorpresa. Hay países en los años 30 que eran gobernados por lo que hoy podríamos llamar extrema derecha, el partido nazi o el partido fascista, y otros partidos menos conocidos que hubo en otros países menos conocidos. Y tantos, entiendo yo, como de extrema derecha que actualmente lo que hacen es recoger una derecha que no ha encontrado los votos suficientes para gobernar y ha centrifugado hacia el extremo a personas que, en realidad, son de derechas. Y la prueba es que la derecha y la extrema derecha cuando es de necesidad para poder gobernar pactan. Yo no encuentro demasiada diferencia entre la derecha y la extrema derecha en el uso y costumbres. Lo que sí los encuentro es en la radicalidad de decir las cosas, no de hacerlas.
¿Y cree que hay riesgo de involución social?
No. No. Es que es imposible por cómo está distribuido el trabajo y cuáles son las relaciones sociales, la clase media y la imposibilidad de una de una involución que fuera violenta. Hoy la violencia no se admite en ningún aspecto de la vida, entre otras cosas, porque los que pudieron forzar esa involución que en otros tiempos han sido siempre militares, gente terrateniente, tienen cada vez menos influencia y los que tienen influencia no es que sean pacifistas, pero no son violentos, porque saben que con la violencia pierden ganar dinero y seguridad.
Volviendo a su libro, ¿qué efectos busca en sus lectores?
Pues que lo lean como ficción y lo entiendan como realidad. Es decir, que lo estén leyendo como ficción y piensen o crean que eso puede estar sucediendo de verdad en otro sitio cualquiera.
¿Cuando escribe lo hace pensando en los lectores o en la historia, en los personajes?
Mira, yo escribo por placer y para no aburrirme. Si sirve de algo, me alegro. No escribo para agradar o desagradar, solo para decir lo que pienso sobre el mundo y la gente. No trato de influir en nadie, es más, creo que no es que no quiera, es que no podría. Lo que sí hace el escritor es descubrir un poco el mundo en el que vivimos, nuevas emociones, sentimientos que pasan desapercibidos, porque siempre he entendido que el escritor lo que debe hacer es no querer dar lecciones, no querer ponerse como ejemplo ni dirigir al lector hacia una posición u otra. Lo que tiene que hacer el escritor es lo que decía un escritor muy famoso: «El escritor, lo único que tiene que hacer es no escribir mal». Por lo demás, dejar al lector que entienda lo que quiera.
¿Es disciplinado cuando escribe o lo hace por oleadas, por ráfagas según te viene la inspiración?
Soy disciplinado. Yo sigo a Baudelaire, que decía que escribir es menos aburrido que divertirse. Es decir, que yo escribo por entretenerme, lo he dicho antes. No escribo por presunción, ni por altruismo, ni por figurar en ningún sitio. Escribo simplemente por vivir de la manera que me gusta vivir. Viendo lo que está sucediendo, diciendo lo que está sucediendo, y si alguien lo aprovecha, me alegro y, si no, al día siguiente vuelvo a escribir de eso o de cosas parecidas.
¿Ya se ha escrito de todo y sobre todo o quedan muchas historias por crear o por imaginar?
Bueno, en lo que se refiere a la novela, trato a todo tipo de personajes, todo tipo de situaciones y en cualquier aspecto de la vida social, política, económica. Lo que no hago es hacer juicios. No hago nunca un juicio, ni predispongo a nadie a favor o en contra de algo. Lo que hago es reflejar lo que yo creo que es la realidad.
Ahora los domingos, desde septiembre del 2023 escribo en La Crónica de Salamanca un artículo de opinión en el que opino sobre lo que sucede puntualmente. Es decir, que yo soy de los que escribe viniendo a cuento. Y escribo además llano y con sinceridad. Entonces, esos domingos que, como tú dices, sí escribo, escribo sobre todo. No rechazo ningún tema, ni trato de ni ponderar ni ocultar ningún tema. Los pongo de alivio siempre, siempre, siempre con una proyección de optimismo y en positivo. De quejar y llorar no se obtiene éxito ninguno.