Opinión

Salamanca, ciudad inmaculista

La jura de los doctores de la Universidad, de Francisco Caccianiga.

La solemnidad de la Inmaculada Concepción, que este año se prolonga un día por lo civil, pasa socialmente bastante desapercibida. Y eso que es la patrona de España, aunque sean muchos quienes, sin fundamento, afirman que tal honor recae en la Virgen del Pilar. Tampoco fue fácil conseguirlo y hasta en tres momentos, efímeros, Teresa de Cepeda, la santa andariega, compartió patronazgo con el apóstol Santiago. El caso es que, aunque el dogma fue tardío –se proclamó en 1854–, en España se veneraba así a la Virgen desde tiempo atrás. Una victoria durante las guerras de Flandes de los tercios españoles, exhibiendo una tabla con la iconografía tuvo algo que ver. Primero fue patrona de los tercios –ahora es de infantería– y desde 1644 de España.

Desde el siglo XIV ya existía la devoción a la Inmaculada y en torno a ella surgieron discusiones teológicas del más hondo calado. Durante el siglo XVII las controversias fueron tan agrias que se trasladaron a la calle y en algunas ciudades llegaron al enfrentamiento físico y la iconoclasia, destruyendo imágenes que la representaban. En Salamanca también se vivieron con pasión estas disputas. Hay documentadas dos agresiones, en la Catedral Nueva, hacia imágenes de esta advocación. De todas formas, la ciudad fue siempre muy inmaculista y tuvo tempranamente una cofradía dedicada a la Purísima Concepción, que en 1525 se fusionó con la Vera Cruz. Gracias a ello, y a la solvencia económica de la Cruz, disponemos en Salamanca de una valiosa imagen de Gregorio Fernández, la única que tenemos. Puede contemplarse en el camarín del retablo de su capilla. Desde hace unos años, además, la asociación local de los Tercios Viejos le rinde honores en una ceremonia que recrea las formas del Siglo de Oro.

Pero Salamanca tiene más vínculos con la Inmaculada. El más conocido es el del convento de las Agustinas Recoletas, con su iglesia italiana de la Purísima. Allí luce esplendoroso el cuadro más destacado de cuantos se han dedicado a este misterio, realizado en Nápoles por José de Ribera hacia 1630. La Virgen se representa con los símbolos de los atributos marianos y las letanías lauretanas. Incluso aparecen las doce estrellas sobre la cabeza que, a modo de corona, se tomaron como referencia para la bandera de la Unión Europea. El cuadro hay que contemplarlo con calma para poder descubrir todos los detalles.

Existe también otro monasterio dedicado a la Purísima Concepción, el de las clarisas descalzas del Rollo. Un edificio moderno, construido por Antonio Fernández Alba, que en 1963 le permitió obtener el premio nacional de arquitectura. En su capilla se venera una preciosa imagen barroca que sigue el prototipo creado por Alonso Cano, igual que el San Francisco situado en uno de los pilares centrales.

Hay muchas más representaciones, pero terminamos con la gran aportación salmantina a la causa inmaculista, que llegó desde la Universidad. Pese las disputas, el Alma Mater obligaba a sus doctores a jurar solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción. Así lo refleja el cuadro que preside el retablo de la capilla de San Jerónimo, pintado por Francesco Caccianiga en 1763. De esta manera todos conocerían que, también en este aspecto, omnium scientiarum princeps Salmantica docet.

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