Heraclio, historia de un kiosquero

Heraclio Vicente Gallego cerrará su kiosco de la plaza de Los Basilios el 27 de diciembre después de 33 años detrás del mostrador
Heraclio Vicente, en el kiosco de la plaza de Los Basilios.

Lleva 33 años en la plaza de los Basilios y el 27 de diciembre candará definitivamente la puerta de su kiosco. “Para mí ha sido una forma de vida. Aparecí por casualidad hace 33 años y tengo que agradecer al barrio que me ha dado una forma de vida”, reconoce Heraclio Vicente Gallego.

Lo cogió por casualidad, comenzó a trabajar en una empresa y a los siete días se cayó de un camión. Leyó un anuncio en prensa, lo vio, echó unas cuentas, sin hacer balance de nada y «el anterior dueño cerró la puerta un martes 15 de junio, el miércoles la abrí yo y hasta hoy. No he cogido ni un día de baja”, recuerda el kiosquero

En el caso de Heraclio, el oficio ha hecho al maestro. “Agradezco a los clientes el haber estado aquí tantos años. Hay personas que han venido todos los días. Tengo varios clientes que venían con sus padres a comprar, porque estudiaban en Las Siervas de San José, y ahora vienen con sus hijos”, comparte.

Heraclio Vicente, en el kiosco de la plaza de Los Basilios.

Durante estos años, los niños no han cambiado nada, lo que si se ha modificado es la forma de consumir. “Los niños siguen siendo goloso, hemos cambiado más los mayores. Antes era solo el kiosco el que vendía golosinas y ahora todos los supermercados tienen estos productos y no podemos competir con su precio”, matiza Heraclio Vicente.

Cuando comenzó, los productos que dispensaba estaban orientados al kiosco propiamente dicho, goloseo y prensa, y lo fue ampliando con artículos de papelería. “Para mantener el negocio, en los últimos años he metido más libros, porque la prensa ha bajado muchísimo. Calculo que más un 70%. La pandemia acentuó está bajada, pero la crisis de la prensa bien de hace más de una década. Creo que hace 30 años vendía en un domingo, más que en un mes ahora”, puntualiza.

Otro de los cambios que ha incorporado en estos últimos años ha sido cobrar con tarjeta. “Estos sí que se ha acentuado desde la pandemia para acá. Cuando estaba la academia Isla, los extranjeros pagaban con tarjetas, ahora, muchísimas personas. Es un cambio natural”, apunta el kiosquero.

Heraclio Vicente, en el kiosco de la plaza de Los Basilios.

Ahora quiere estar otros 33 años útiles para vivir con su familia. “La vida continúa. Esto por desgracia se cierra. Los negocios pequeños ya no son rentables, porque se ha cambiado la forma de consumir, no sé si acertada o no. Estos negocios hacen barrio. Tengo muchos clientes, que los puedo dejar solos tranquilamente en el kiosco y no van a coger ni una golosina. Lo único que me pueden hacerme es un favor”, agradece.

Heraclio señala que un negocio pequeño se sostiene por el trato que se dispensa detrás del mostrador, por los clientes que te respetan y te compran y trabajando mucho. “Hoy si tuviera que hacer lo que he hecho, no lo haría, porque es muy complicado mantener un negocio pequeño. Ha cambiado mucho el hábito de consumo”, matiza.

Lo más duro ha sido trabajar todos los fines de semana, porque tiene una familia a la que hay que acompañar y atender. “Lo demás… he madrugado desde los 16 años. He tenido salud. Ahora, le dedicaré a la familia un poco de lo que le debo”, concluye.

Heraclio Vicente, en el kiosco de la plaza de Los Basilios.

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