Llegan fechas en las que las buenas voluntades y los mejores deseos salen a la calle para felicitarnos las fiestas navideñas.
Llega tiempo de analizar qué está pasando cuando una sociedad y quienes la legislan permiten que sigamos perdiendo vidas por acoso escolar u otros maltratos.
Y no solo analizar que está pasando, sino poner remedio a problemas que deberían de ser una prioridad y se dejan para mañana, cuando para muchas personas ya es tarde.
La NO protección a las víctimas es algo de lo que vengo alertando desde hace años y es que señores ni los protocolos funcionan, ni la Ley del Menor funciona, ni quienes siguen negando lo que está pasando debería permanecer ni un minuto más en un despacho o en puesto para el que no valen.
Protocolos que no protegen a la víctima, que no dicen como hacerlo o que no protegen lo suficiente porque no todos son iguales, ni los agresores tienen las mismas características. Cuando falla el sistema y repercute en la victima con consecuencias nefastas, nadie da la cara, no hay un reconocimiento de la culpa, nadie dimite y la cadena de errores sigue sin subsanarse. Cuando en los casos de acoso escolar añadan la responsabilidad penal a lo civil, quizás se den cuenta ciertos centros que tapar no es la solución y que hacerlo pone en la cuerda floja a un niño, niña o adolescente que puede acabar detonando en cualquier dirección.
El acoso escolar seguirá existiendo mientras se tape, se ningunee, se disculpe, se niegue y mientras no haya condenas que lleven a la cárcel a quienes no actúan o no actúan lo suficiente ante un maltrato que mata, que manda niños a unidades de salud mental, de trastornos alimentarios o al propio cementerio.
Cada vez tengo más claro que este mundo va a la deriva. Preocupado por cosas banales o mediáticas y sin embargo despreocupado por lo que de verdad importa, sin velar por quienes no pueden defenderse en su propio centro educativo, en su propia casa o en la calle.
Época de meditar qué es lo que queremos y qué es lo que realmente tenemos, sin que la hipocresía saque el Grinch que llevamos dentro y el ”buenismo” acabe harto de callar y otorgar ante “cuñados“ que no tienen respeto, ni lo merecen, mientras se pone la otra mejilla y se desea Felices Fiestas con la mejor de las sonrisas y un prospero año nuevo libre de maltrato y sufrimiento.
Que así sea.