El 23 de diciembre, el día antes de la Nochebuena, se firmó con toda solemnidad el acuerdo en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Fue saludado por algunos comentaristas de la prensa conservadora salmantina como una utopía más de “Antoñita la Fantástica”. Desde finales de 1983 hasta su inauguración en 1992 pasaron muchos años de trabajo. Pero al final conseguimos para el Palacio de Congresos de Salamanca el premio Verona al mejor edificio construido en piedra en el mundo, en el año del V Centenario del descubrimiento de América. El acuerdo para su construcción fue llevado al Pleno del Ayuntamiento que lo aprobó por unanimidad.
Demetrio Madrid me recibió en Valladolid y tuve que emplear todas mis dotes persuasivas para convencerle. Estábamos comenzando la andadura de las autonomías y todavía no se sabía en qué iba a acabar la descentralización administrativa, que entonces solamente estaba en el papel. No se nos debe ocultar que Valladolid no vio con buenos ojos que fuera Salamanca quién se llevara el gato al agua en una infraestructura tan importante. De aquellos polvos vienen estos lodos. Con gobiernos del PP en la comunidad se accedió a conceder ayudas para construir palacios de congresos por doquier. Todas las capitales de Castilla y León pugnaron por tener un palacio que lucir ante su electorado. En Ávila se ha construido uno que es tan grande que no fueron capaces de llenarlo ni el día de su inauguración, y eso que dejaron entrada libre para todos los abulenses. A partir de tanto despropósito lo que era negocio para uno solo, se ha convertido en una ruina para todos. Así se comprende que el que fuera alcalde de Segovia, el socialista Pedro Arahuetes, paralizara la inversión para construir un palacio de congresos por considerarla desmedida para tan pequeña ciudad.
Una vez convencido el presidente de la Junta, Demetrio Madrid, todo fue coser y cantar. Él mismo se convirtió en el defensor acérrimo del proyecto del Palacio de Congresos de Castilla y León en Salamanca. Demetrio firmó el acuerdo interinstitucional el 27 de julio de 1984.
Se constituyó el Patronato del Palacio de Congresos por una ley enviada por la Junta a las Cortes Castellano-Leonesas. Fue aprobada por unanimidad. Estaba integrado por las tres instituciones firmantes: Junta, Diputación y Ayuntamiento. No se integraron en el Patronato la Universidad de Salamanca, Caja Salamanca, ni la Cámara de Comercio.
Sin demora, en julio de 1984, la Junta consignó una partida en el presupuesto de 1985, aportando la cantidad de 175 millones de pesetas, y lo que era más importante, se comprometía a sufragar el 51% del mantenimiento, dejando el 49% restante a repartir a partes iguales entre el Ayuntamiento y la Diputación. Estaba asegurado el futuro del Palacio. Los sobrecostes de la construcción y del amueblamiento serían abonados a tercios: Junta, Ayuntamiento y Diputación.