La Navidad realmente dura varios días. Las solemnidades principales se prolongan una semana y por eso tienen octava. Es decir, que entre el 25 de diciembre y el 1 de enero podemos felicitarnos la Navidad, o las pascuas, como decían los castizos. A mí, que con las felicitaciones voy siempre rezagado, esto me sirve para fundamentar la demora. Prefiero prolongar durante la octava que ir adelantado. Hasta que no pasa la fiesta de la Esperanza, que una semana antes anuncia la expectación, me parece inapropiado enviar las felicitaciones, sobre todo cuando se hace de manera múltiple y despersonalizada. Algunos ni se molestan en quitar la flechita del reenvío en el mensaje de WhatsApp, mostrando impúdicamente su indolencia.
La octava culmina con la circuncisión, pues en la tradición judía, los niños pasaban por ese ritual cuando cumplían ocho días. Era entonces cuando se les imponía el nombre. Pero la Navidad va más allá, porque tiene un tiempo litúrgico que se extiende hasta el domingo posterior a la Epifanía, es decir, los Reyes. Ese domingo se celebra el bautismo de Jesús y el inicio de su vida pública. Esto es lo oficial y en las misas se verifica con la casulla blanca que reviste a los presbíteros. Pero en la cultura popular hay todavía más, puesto que antiguamente se esperaba a que la Virgen cumpliera con su cuarentena y pasara por el ceremonial de la purificación, conocido entre el pueblo como las candelas. Había quienes no retiraban el nacimiento hasta el 2 de febrero.
Todo esto, que es liturgia, paraliturgia y folclore, aúna creencias, vivencias, celebraciones, tradiciones y festejos. En una sociedad tan plural como la nuestra, nadie puede vivir al margen de las expresiones constituidas ante el misterio de la Navidad. Creyentes o agnósticos, practicantes o indiferentes, todos acabamos condicionados de alguna manera por cuanto configura el ciclo de la Navidad.
Salamanca, en el ámbito de la cultura, posee un montón de referencias vinculadas al tiempo navideño. Al margen de los nacimientos, artísticos o populares, disponemos de muy buenas representaciones artísticas. La fachada principal de la Catedral Nueva exhibe dos fabulosos relieves con la representación de la natividad y la epifanía. Pero para lo que estamos considerando, ningún ejemplo puede superar al retablo de la Catedral Vieja, pintado hacia 1440 bajo la dirección de Nicolás Florentino.
Las cincuenta y tres tablas que lo constituyen resumen la vida de la Virgen y Jesús. Si leemos de abajo arriba y de izquierda a derecha, las trece primeras nos remiten a todo lo que estamos recordando durante estos días. Con el detallismo y el gusto por lo anecdótico que caracterizan al gótico internacional, vamos contemplando cómo se imaginaba en aquella época la anunciación a María y su posterior visita a Isabel, su prima; las dudas de José y la respuesta que llega entre sueños. El nacimiento está ya al otro lado de la Virgen de la Vega y después siguen las escenas de la circuncisión, adoración de los magos, purificación de la Virgen, huida a Egipto, matanza de los niños inocentes, Cristo entre los doctores y bautismo en el Jordán.
Pocas ciudades pueden exhibir un conjunto tan completo para explicar, desde el arte, los sucesos que articulan este tiempo de celebración. Seguimos en la octava, así que felices pascuas.
1 comentario en «Acerca de la Navidad»
Felices Fiestas de Navidad, Año Nuevo 2.025 y Reyes Magos de Oriente, para que nos traigan toda la Felicidad y Cariño a todos, sin distrinción. Saludos desde Begoña.