Escucho estos días la banda original de la película Easy Rider, un vinilo que me regalaron hace cincuenta años, con Jimi Hendrix, The Byrds y otros cantantes de aquella época. Lo guardo con cariño sobre todo por recordar aquél tiempo pasado (1975) tan duro pero tan feliz.
Es cierto que toda música nos retorna a situaciones vitales de otros tiempos que siempre se nos muestran mejores que estos que nos ocupan. Las nostalgias y memorias que no logran borrar nuestras neuronas. Y sobre todo la ausencia-presencia de aquellas personas con las que compartíamos entonces nuestras existencias y nuestros sueños.
Al evocar aquella cinta de Peter Fonda y Dennis Hopper, al rememorar su banda musical que me introduce en aquel universo yanqui de la contracultura no he podido por menos de preguntarme por aquellas amistades y seres que me habitaban. Muy pocos permanecen en contacto conmigo después de tantos años. Muchos ya no están (!gracias a la vida que me permite seguir por este mundo…¡). A otros y otras nos cambió la circunstancia y solo persisten en escasas fotos.
Hace unos días por la provinciana plaza de Colón encontré a un amigo de aquél año. Hacía frío y los dos llevábamos prisa. Ya no éramos los mismos, nos abrazamos, nos preguntamos, nos añoramos y prometimos volver a vernos. Solo por unos minutos fuimos tan felices como antaño. Al menos por mi parte se cumplió aquello de que “conviene amar de tal modo que nunca se pueda dejar de amar…”.
Y aunque echar de menos es no saber vivir nuestros presentes es cierto que sin olvidar y sin nuevos personajes a nuestro lado no podríamos vivir humanamente. Sí, cualquier tiempo pasado fue mejor porque éramos más puros y más libres, teníamos más proyectos y menos ataduras. Reíamos felices sin tantos apegos y pertenencias como nos han ido después esclavizándonos. Confiábamos en nuestros futuros y nuestras ganas de cambiar el mundo (con aquella Transición que se iniciaba…) Y no conjugábamos palabras como cansancio y desamor.
Según subía hacia nuestra Plaza comprendía que soy lo que ahora vivo por tantos encuentros alargados y duraderos que han modelado mi persona. Que sin los hombres y mujeres compartidos no seríamos este presente. Que sin todos los encuentros –más o menos profundos- que hemos tenido aunque acabasen mal no seríamos los seres que ahora somos. Encuentros que nos ayudaron a cambiar para seguir siendo nosotros mismos.
Encuentros que dieron sentido por aquél entonces a nuestros días.
Encuentros, amores y vivencias que me ayudan a sentirme cada hora más sabio ignorante, desasidor de certezas, nómada por dentro, escenario de dudas, hallado entre rincones… pobre de espíritu. Y que me descubren que mi sentido está en todos, unido y apoyado en la intemperie del camino a los que me acompañan y amo.
Habitar en la misma ciudad por tanto tiempo te posibilita tener muchos encuentros. Yo los vivo con ternura y agradecimiento.
Vivir es encontrarnos y parar. Vivir es darnos tiempo.
Vivir es revivir encuentros.
5 comentarios en «Encuentros»
La nostalgia en los encuentros y la parte humana que nos ayuda a seguir.
Gracias por este bonito relato.
Que bonito!! Reencontrarte con personas que hacía un tiempo que no se veían, y retomar bonitos recuerdos
Que recuerdos y cuantos
Cuantas vivencias y cuanto bueno de todo lo bueno
Que razon tienes Moncho, gracias a la vida, a la que hemos tenido la suerte de vivir y compartir, a la pureza de nuestros corazones y a la ninguna maldad
Un abrazo
Que bonitos son los reencuentros entre las personas cuando hay amistad pura o amor verdadero o ambos al mismo tiempo.
Felicidades Moncho
Maravilloso texto y alegato de la nostalgia, en especial por la deshumanización de las relaciones sociales que está viviendo parte de la población del mundo “civilizado”. Tus palabras, Moncho, desprenden realidad y cariño. Gracias.