Pensar que la cultura es elitista es uno de los mayores errores que existen. No vamos a entrar en disquisiciones antropológicas para determinar niveles de la cultura y los espacios en los que esta se desarrolla. La cultura es un concepto tan amplio y fluido que ponerle límites resulta misión imposible. En general, cuando nos hablan de cultura pensamos en la literatura, el arte, la música, las artes escénicas, el cine, la fotografía… Imaginamos museos, teatros, libros, exposiciones… Y casi siempre nos centramos en los grandes creadores y sus obras más representativas. La cultura es, a fin de cuentas, creación, una actividad específicamente humana que solo puede desarrollarse en la medida que existe la sociedad. De ahí que terminemos, inevitablemente, zarandeando la criba para quedarnos con lo más representativo.
El paisaje urbano también selecciona espacios de cultura. En Salamanca, por ejemplo, es casi dogma de fe que la cultura se encuentra en el casco viejo. Por eso recibe más de un millón de turistas al año. Es el más visitado, con diferencia, de Castilla y León. Este tipo de cultura, fosilizada, se ha convertido en un negocio y por ello la administración trata de cuidarla. Sin embargo, la cultura del pueblo necesita estar viva. Y aquí la ciudad deja bastante que desear. Las iniciativas privadas salvan muchas veces la desidia ante la cultura. Especialmente significativas son las que nacen en los barrios. El asociacionismo vecinal no atraviesa por su mejor época, pero en algunos lugares sí se intenta promover el desarrollo cultural.
El Oeste se ha convertido en referencia de cómo un barrio feo, mal planificado y sin ningún atractivo puede llegar a ser centro de atracción para un tipo de cultura alternativa a la oficial. El arte urbano, con sus pinturas murales de los estilos más variopintos, ha logrado abrirse hueco en algunas webs de recursos turísticos. La asociación ZOES ofrece a los vecinos infinidad de actividades a lo largo del año. También podríamos recordar la iniciativa de La Salchichería, que durante unos se convirtió en espacio cultural para el arte y la música.
El último descubrimiento, para mí, ha sido el del Macondo. Lleva años, sin hacer apenas ruido, organizando exposiciones de arte. Ahora expone Esther Casares, pintora, escritora, profesora… Una mujer polifacética que ha recalado en Salamanca desde Santiago de Compostela. Allí se formó y luego continuó su aprendizaje por las academias de varias ciudades de Escocia e Inglaterra. En Salamanca también ha pasado por la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy.
Un bar de barrio, con tintes bohemios, se ha convertido en la sala de exposiciones de la zona. ¿No es esto también digno de ser considerado en las agendas de la cultura local? Más cuando lo que se ofrece presenta calidad. Las acuarelas y óleos de Casares tienen su interés por las cuidadas composiciones de sus paisajes y el estudio de la luz, con unas brumas muy sutiles que, entendemos, tendrán algo que ver con la Galicia natal y presencia en Escocia.
No estaría de más que, pese al carácter privado de estas propuestas, se les diese algún respaldo institucional y mayor repercusión mediática. La cultura también se asoma por los barrios y muchas veces sirve de plataforma para que los creadores se puedan abrir camino.
1 comentario en «Cultura en el barrio»
Efectivamente, el barrio del Oeste se ha convertido en una alternativa a la cultura institucional. Ánimo a todos sus vecinos. Y una pregunta, alguien sabe por qué el edificio de colores de la plazuela está vacío?