Opinión

La serpiente china Vs. El burro americano

Ha empezado el año chino bajo el signo de la serpiente, poco después de que al burro (símbolo del partido republicano) le hayan entronizado en ‘América’. La serpiente se asocia a muchas cosas, pero a primera vista destacan su astucia, su peligrosidad latente y su sigilo, como vemos en el Evangelio: «yo os envío como ovejas en medio de lobos; sed pues astutos como serpientes e inocentes como palomas». El burro, en cambio, encarna la tozudez, la ignorancia y la lujuria, -lo que encaja bien con el Innombrable de Washington-, aunque también es símbolo de la humildad y de la paciencia, y por eso está en el pesebre y sirvió de montura a Jesucristo en Jerusalén.

También es sabido que el rebuzno resuena casi tanto como las trompetas celestiales, como se nos cuenta en el Quijote, donde oímos a Sancho Panza rebuznar con tanto ímpetu que «todos los cercanos valles retumbaron». Por eso desde que el Innombrable fue investido en Washington sus relinchos resuenan y tienen eco por todos los mentideros, medios y chancillerías del mundo, de lo que se encargan sus technoboys de Silicon Valley, que le ríen las gracias y tratan de difundirlas urbi et orbi a través de sus mendaces redes. Pero tanto incordian y cocean que, si siguen así, quizá la aventura acabe en lucha campal, como en el episodio cervantino.

Tanto alboroto contrasta con el talante reptiliano de los chinos, que van a lo suyo y actúan discretamente. Hace unos días, Ding Xuexiang, viceprimer ministro chino, pronunció un discurso en el foro de Davos, que puede verse como primera respuesta a los mensajes de Trump y que apenas ha tenido resonancia. Su tono y contenido no pueden ser más dispares respecto de las soflamas de la Casa Blanca. Frente al ‘America first’, se apela a un multilateralismo centrado en Naciones Unidas y a una imprescindible cooperación internacional, pues, según dijo Xuexiang, «si el mundo se divide, será muy difícil para la humanidad abordar los problemas comunes». Tampoco se ve con buenos ojos el proteccionismo, ya que «no hay ganador en una guerra comercial» y «la globalización debe ser inclusiva, con una distribución de la riqueza más justa». Donde los ultras americanos ven las medidas medioambientales (el Green New Deal) como “una estafa”, el gobierno chino cree que el desarrollo económico debe impulsar la transición energética y la reducción de emisiones de carbono. Y se habla de seguridad compartida globalmente donde EE.UU solo pide subir al 5 % del PIB los gastos en “defensa”.

No voy a ser tan ingenuo como para avalar por completo tal discurso a primera vista, pues seguramente no refleja bien las intenciones o las prácticas de China (aquí vemos, más que a la serpiente, al lobo vestido con piel de cordero). El discurso no entró en el trato a las minorías o el tema de los derechos humanos dentro de la propia China. Pero tiene mucha más sabiduría política y moral que los rebuznos washingtonianos, los cuales faltan a la primera norma de la conducta política, que según Maquiavelo y Gracián es la prudencia y la discreción. Y tampoco me acabo de creer las amenazas y bravuconadas de los plutócratas gobernantes en EE.UU, que en buena medida se quedarán en suspenso, afortunadamente, ya sea porque son ilegales, impracticables o contradictorias entre sí y con los intereses de las grandes corporaciones (ese es el caso de los altos aranceles, que perjudicarán a los consumidores y a los inversionistas en el exterior -Musk entre ellos- y aumentarán la inflación.) 

Quede para otra ocasión reflexionar sobre cuál ha de ser la línea política a seguir por Europa ante este contexto internacional. Pero quede dicho que nos desagradó la actitud de fidelidad canina ante Trump de la líder del Banco Santander, quien intervino en Davos para felicitarle y se unió al coro de banqueros presentes mostrando su “gran satisfacción por la desregulación y la reducción de la burocracia” propuestas por aquél. Se ve que no hemos aprendido nada de la crisis de 2008, que vino precisamente por el descontrol de la banca y cuya factura tuvo que ser pagada con fondos públicos.

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